Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


viernes, 26 de agosto de 2016












Ill be back soon.






miércoles, 24 de agosto de 2016

sábado, 20 de agosto de 2016





''¿Os habéis fijado en que es imposible encontrar a otro ser humano que no tienda a juzgar permanentemente cada mínimo aspecto de tu vida?
Querer, lo llaman.
Y el caso es que he vivido lo suficiente para saber que todas nuestras certezas son absurdas, arbitrarias y absolutamente prescindibles.
A veces pienso; ¿y si invirtiéramos todo ese tiempo en contar historias, escuchar las de otros o hacernos cosas bonitas con los dedos, los pies o la lengua?
Joder, no habría color.
Pero no: en lugar de eso, seguimos forjando una infinita cadena de culpabilidades con cada ser humano que encontramos a nuestro paso.
Una cadena pesada, dolorosa: casi indestructible.
También lo llaman vivir.
[...]  ''




Jose M. Campos.



Qué mal nos tuvimos que portar de pequeños
 para llegar a mayores 
y sentirnos culpables incluso 
por lo que otros nos hacen.







Crónica de un baile sin mi.


Tenía razón. 
No sé muy bien porqué me niego a aceptar las cosas cuando se presentan ante mi como una pancarta de luces neón de colores. Inmensa, resplandeciente, majestuosa.
Durante una época puedo entender que tratara de engañarme. No me malinterpretéis, todos hemos tenido veinte años. 
Pero un día te levantas a la una de la tarde y no deja de llover. No os equivoquéis, ahí afuera hace un sol radiante, pero dentro de tu cabeza lleva lloviendo toda la jodida noche.

La vida es como una película. Nunca nos gusta lo suficiente como para volver a verla otra vez. Y sin embargo, al cabo del tiempo, quizá recordemos algún mínimo atisbo de lo que nos hizo sentir ese instante. 
Lo mismo ocurre con las personas. Jamás te acuerdas de las personas, lo único que resuena en tu interior es todo lo que te hicieron sentir.
Y, bueno, quizá la mera posibilidad de conexión con alguien que quizá no esté leyendo esto, alguien que aún no existe, justifique escribir.

Cuando era más joven, me enamoraba absolutamente de todo. Cualquier recuerdo, cualquier mínimo detalle, cualquier evocación del mundo que se prestara a hacerme sonreír. Pero es ahora cuando empiezo a querer de verdad. Querer a otro, en cierto modo, siempre debería ser un acto de rebelión.

Y, digamos, todos pasamos la época de revelarnos contra el mundo.

Supongo que no podemos estar siempre a merced de esa brisa de hedonismo; esa ardiente necesidad de todo. 
O bueno, quizá sí. De verdad, haced lo que os de la gana.

Yo sólo creo que nos pasamos media vida vagando sin rumbo y la otra fingiendo que lo hacemos con determinación. 

Ahora siento que todo es vacuo, insustancial, trivial, carente de relevancia e interés, incluida esta puta mierda que estoy escribiendo.

Yo qué sé, he venido aquí porque no quería estar en ninguna parte.





Diciembre de 1969

Carta de Pizarnik a Silvina Ocampo.

''Quien siente mucho, se jode y no encuentra palabras
y entonces no habla y esa es su condena.''

[...]








jueves, 18 de agosto de 2016



Regarde attentivement car ce que tu vas voir n'est plus ce que tu 
viens de voir.





En realidad es sencillo: el tiempo lo destruye todo.


Notar la falta de alguien o algo. ó .Tener sentimiento y pena por la falta de alguien o algo.


No, ahora en serio. Nos faltan tantas cosas. ''Es como que la vida es una enorme carencia y todo nuestro desempeño consiste en suplirla desesperadamente con algo.''




Olía a tierra mojada y el viento trataba de derribar los árboles. Hacía frío en la calle, me había puesto las medias rotas y estaba cansada de andar.
Aquella noche estaba sentada en cualquier calle del mundo y de repente él vino a sentarse a mi lado.

''He conocido a poca gente como tú;  -me espetó-
eres demasiado intensa para la vida, cariño. 
Deja de sufrir por ello.''

Me quedé fría un instante. Me miró las manos, me tocó las mejillas y me preguntó porqué me gustaba el piano. Se me encogió el corazón. No supe qué contestar y el silencio lo invadió todo. 

Qué solos estamos, pensé.

Cuando la vida me come, a ratos y muy despacito, aún me acuerdo de todas las veces que alguien me ha erizado la piel. Creo que lo más bonito de la casualidad es que nadie puede arrebatártela. Opino lo mismo -también- de esforzarse por conseguir algo a medida que nos morimos.

Puede ser que, en efecto, todo se materialice en la repugnante y asombrosa idea de que un día todos nos vamos a morir.

Así, sin más.
En el fondo todo es así. Caerte una y otra vez por el mismo camino empedrado. 

Evitando las lecciones de moralidad -que profundamente odio- la vida nunca deja de ser una cosa rarísima.

Y no sé, me gustaba más cuando me podía esconder si las cosas iban mal. 
Pero no. 
Creo que nunca sabré si mi acierto se encuentra en lo que digo o en lo que no.
Y bien. Existe cierto culto absurdo a las ausencias.

Incoherente, necio, inconsecuente.


La principal causa de desilusión es la expectativa. 

Ya lo sé, lo que peor llevo del tiempo es que al final me da la razón.

Después de aquello me abrazó. Se levantó, me dio un beso en la frente y desapareció entre las sombras de aquella noche helada. Ni siquiera me dijo como se llamaba. No pude controlarlo; me tapé la cara con las manos y rompí a llorar.

Digamos que, a veces, la vida viene de tal manera que uno empieza a comprenderlo todo de golpe.







domingo, 14 de agosto de 2016

Ya amé.


Tuve que morirme para no morirme. Sé que parece una locura, pero en una ocasión, alguien me hizo tanto daño que desee no despertar más. Parece una necedad, un grito de atención, una mera racha adolescente, pero en aquel momento, me acosté más de una noche llorando todo lo que las lágrimas no pueden relatar.

Ay, ojalá duraran para siempre esos silencios.

Creo que todos tenemos nuestros pequeños fantasmas. Cada uno cobija sus traumas, sus cicatrices, sus heridas aún abiertas.

Y no sé, cuando ocurrió aquello, me volví un poco catatónica para no sentir nada. Quizá fuera la sensación más placentera que sentía en años; no percibir absolutamente nada. En aquella mente extraña, repleta de mentiras y desilusión, la mejor sensación del mundo es no experimentar absolutamente nada.
Supongo que...o me moría emocionalmente, o los sentimientos me mataban.

O así lo veía yo.

Mientras duró la tormenta, lo perdí todo. Se me cayeron las cosas de los bolsillos y de la memoria; perdí las llaves, dinero, documentos, nombres, caras, palabras. Aún no sé si fueron secuelas de alguien que me quiso mal o quizá mero azar que se aposentó en mi vida, pero todo aquello tardó en irse y yo andaba completamente pérdida. Un miedo atroz e insoportable de que se me cayera la vida en alguna distracción.

Y dolió. Joder, que si dolió.
Ya veis, como todo en la vida, parece.

Ésta noche me gustaría sincerarme. He estado dándole vueltas al asunto y sólo puedo sacar una conclusión de todo lo vivido; hay brechas que son insondables. Hay cambios en tu vida en los que no existe marcha atrás. Hay momentos tan amargos que se enquistan dentro tuya y no saben salir de ahí jamás. 

Me acuerdo que gritaba como una loca enrabietada, enfurecida, en cólera, con ganas de romper la vajilla, los cristales, y afanándome a la ilusa e inexorable creencia de que todo tiene solución. 
Ay, dios, cuánto duele el desencanto. 

Esa es la brecha más dura e intransigente que me he encontrado en la vida; la decepción. 
No hay vuelta atrás, no hay retorno, no hay manera salvable de hacerle frente. Lo desvanece todo, lo disipa, lo estropea todo tanto hasta tal punto que acaba total y lamentablemente irreconocible.

Así, sin más; irreparable, perdido, irremediable.

Y eso fue verdaderamente lo que más dolió. Y... cómo he dicho antes; o me moría emocionalmente...o los sentimientos me mataban. 

Algo así me ocurre en este instante; sentir tantísimo que hay manera alguna de controlarlo, vivir sensaciones que no se pueden ni sujetar, tener en las manos un corazón irrefrenable al que le es insuficiente el mundo entero para detener el desasosiego que le produce perderse, lentamente, en su profundo abismo.

Y ya sabéis; todos tenemos nuestras heridas abiertas. Algunas están curadas, algunas apenas se perciben y otras, de repente, empiezan poco a poco a sangrar. 

Lo dicho, hay brechas que son como un abismo de grande. 

Sé que lo sabéis; el desencanto. 

Si he aprendido algo a lo largo de este año es que jamás se recibe lo que se da. Supongo que es terriblemente triste, pero así se manifiesta la verdad. Nunca se recibe lo que se merece, la vida sólo te da lo que te da.

Leí una vez en un libro que la vida, simplemente, es. Algo así como ... nunca será lo que tú quieras que sea ni lo que podrías desear que fuera algún día. La vida, simplemente, es.

Y eso es así. Al final no recibes lo que mereces, recibes lo que recibes. 



''Con frecuencia me pregunto si soy yo la que no encaja en este mundo 
o es que todos fingimos. 
Sumergimos nuestra verdad y salimos a la calle disfrazados de alguien que no somos y derrochamos la vida en este baile de máscaras en el que nadie es quien dice ser.

Con frecuencia me pregunto si merece la pena. Tanta pose, tanta auto censura, tanta doctrina. Tanto miedo, en resumen. Porque es que la libertad y la responsabilidad se parecen tanto. 
Y mi instinto me dice que estamos cometiendo un terrible error.

Y mi mente se fuga a otros mundos, subterráneos, privados, secretos. 
Y allí se toca con mi alma. Y entonces me pregunto si soy yo la única que inventa fugas. 
Y mi instinto me dice que no, que necesariamente debe existir un universo subterráneo de mundos paralelos. 
Aislados. Mágicos. Cautivos de sí mismos. 
Temerosos de ser descubiertos y a la vez ansiosos por ser encontrados.

Y con frecuencia me digo a mí misma que debe haber alguna manera de conectar. 
De mirar a los ojos. 
Y vengo aquí y lo escribo. 
Y me pregunto si soy yo la única que lo piensa. 
Y me alivia saber que obviamente no.

Pero luego salgo a la calle y todo me parece un baile de máscaras en el que nadie es quien dice ser.''









jueves, 4 de agosto de 2016

Art is the highest form of hope.


Te quiero, 
del verbo no habría noches sin ti
 porque tu presencia regala la calma 
que la luna necesita para 
brillar con fuerza y 
convertir así la noche en día.
Te quiero, 
del verbo por esto quiero apostar.









martes, 2 de agosto de 2016

Stand up, darling.


[...]
Siempre me imagino al borde del desfallecimiento porque, en mayor o menor medida, siempre ando cansada. Cansada de ésta lamentable ciudad, cansada del mundo y de la estupidez humana, cansada de tanta injusticia. ¿Soy yo o más de la mitad de la gente del mundo es imbécil?
Y dolor. Te despiertas a las seis de la tarde y no sabes muy bien qué hacer.
Tres turnos seguidos y cuarenta y ocho horas sin dormir. El mareo de las tres de la mañana que te obliga a sentarte y tomar aire. ¿Qué pasa que el mundo ha dejado de serme real?

Entonces te das cuenta de todo. Mi vida se basa en sentarme a esperar trenes donde ni siquiera hay vías. Así que imaginad.
Ésta noche hace más frío que nunca; y no tengo ganas de vivir.
De esto que
no tienes ganas de nada pero quieres forzarte y resulta que lo único que te apetece es que te estallen los oídos de la música en piano que te pones a todas horas.
Pero lento. Con armonía.
Yo quisiera, por eso
tu calor,
tu frío, tu manera de mirarnos. Aquellos pasos tuyos que siempre me han alegrado la vida.
Pero no están.
Y resulta que, simplemente;
parece tentador descubrir qué cantidad de elementos falsos hay en tu vida.
No quiero dramatizar, ya sabéis, supongo que mi fe en la humanidad no me permite entregarme total y enteramente a la inherente y veraz creencia de que nadie ha sabido quererme de verdad.

Ya sabéis, mi mayor conflicto siempre he sido yo.
Y no sé, lo doloroso de la gente que se va es que se lleva un pedacito de tu vida que nunca volverá.
Luego te das cuenta de que todo aquel que te ha querido alguna vez ya no está.
Y entonces nada.
No sé si me explico;
nada.
la sutil diferencia entre ser feliz y estarlo.





Disculpa, todo ese orgullo que llevas encima, ¿no te da calor?










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My madness keeps me sane.