Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


martes, 11 de octubre de 2016








''A pesar de mi escepticismo me ha quedado algo de superstición. Por ejemplo, esta extraña convicción de que todas las historias que en la vida ocurren tienen además un sentido, significan algo. Que la vida, con su propia historia dice algo sobre sí misma, que nos devela gradualmente alguno de sus secretos, que está ante nosotros como un acertijo que es necesario resolver. Que las historias que en nuestra vida vivimos son la mitología de esa vida, y que en esa mitología está la clave de la verdad y del secreto. ¿Que es una ficción? Es posible, es incluso probable, pero no soy capaz de librarme de esta necesidad de descifrar permanentemente mi propia vida.''
Milan Kundera








Preguntémosle a la noche.




Hasta que nuestra mutua dejadez por la seguridad de tenernos 
nos separe.






Un abrazo tan fuerte que te rompa los miedos.


Es infinitamente revelador cómo vas marcando a cada una de las personas que vas encontrando a lo largo de tu corta e intensa existencia. De verdad, todo es significativo, relevante, valioso. Cada gota, cada lágrima, cada minúsculo recuerdo. Cada beso, cada charla al amanecer, cada paseo por cualquier calle pérdida del mundo. Cada mínima persona que tocas y se queda grabada en tu subconsciente y aparece revelada en tus sueños. Todo es trascendente, vital.

Mi padre siempre me lo ha dicho muy claro; lo difícil en ésta vida no es coincidir, sino permanecer. Y tiene toda la razón. Por algún sorprendente motivo que escapa a toda razón, suelo quedarme en la gente. Así, sin explicación alguna. Y mirad; hoy he coincidido con un amigo de la facultad que quizá hacía varios años que no veía y casi me pongo a llorar. Aún se acordaba de mí, fijaos.

Es increíble cómo hay personas que llegan a tu vida y marcan un antes y un después. Gente que quizá llevas conociendo mil años, gente que acaba de llegar, gente que parece que se morirá a tu lado. Gente que te abraza y podría caerse el mundo que a ti no te importaría lo más mínimo.  Así como si se tejiesen en el aire de seda los anhelos de toda una vida. Es hasta sobrecogedor. ¿Nunca habéis sentido que sois todo un mundo carente de sentido? Pues a veces me parece incluso extraordinario. 

Parece ayer cuando sentía la ilusa pero inherente creencia de que podía comerme el mundo. Bendita, suave, preciada e ineludible inocencia. Han pasado muchos años y aquí sigo. ¿No os parece inconcebible el mero hecho de poder existir? Lo demás todo es despertar.

No me hagáis mucho caso;
hoy la noche va de recuerdos.
Gracias a todos de corazón.





A menudo pienso que la madrugada 
es la materia prima que revienta nuestra almas.








lunes, 3 de octubre de 2016

La verdad es más extraña que la ficción.






''Tienes razón. Hay que amarse. 
Hay que amarse y luego hay que decírselo, 
y luego hay que escribírselo, y luego hay que besarse en los labios, en los ojos, en todas partes.''






sábado, 1 de octubre de 2016

Te deseo, buenas noches.


'' El latido de tu corazón sonaba fuerte, pero tus oídos aún no habían adquirido la agudeza para escuchar su música. La luna menguante parecía reírse de un chiste que nadie más podía entender y el mar se te enredaba entre los dedos de los pies sin conseguir hacerte cosquillas siquiera.

Aquello no era vida, era algo distinto. Una forma de estar, sin ser. Un modo de ocupar el espacio al borde del tiempo, la torpeza de plantar un pie delante del otro como quien cree que una veleta gobierna la dirección del viento. Era subsistir, no más.

Andábamos sin percatarnos de que éramos ciegos hasta el momento en que nos sostuvimos la mirada, hasta que entre tus ojos y los míos se elevó este puente. Entonces fue fácil comprender que nuestros caminos estaban entrelazados desde antes, mucho antes. Esta historia viene trenzándose desde otras vidas, desde la vez que éramos un par de abejas decantando miel sobre las lenguas o desde cuando éramos juglares tañendo la cítara y el laúd.

Pero nos miramos, y a partir de ese instante no pudimos dejar de escuchar la melodía. Dentro de nuestro pecho palpitaba un tambor. Danzábamos como poseídos por el ritmo de esos latidos y de pronto se nos hizo evidente que cuando la luna nos miraba, se reía con nosotros. ''




Mi foto
My madness keeps me sane.