Marwan
Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.
martes, 5 de junio de 2012
So no tears... for me.
Siempre me dijeron que es bueno tener secretos. Pequeños. Para compartirlos quizá con esas personas que te hacen vivir un poco más. Mi abuela siempre me animó a no contarle nada a mi madre, decía que las mejores confesiones se hacen a las abuelas. Aún me acuerdo, y yo reía, a sabiendas de que ninguna acabaría por enterarse de esas cosas que al fin y al cabo te apresan el alma. Pese a ello, a veces existen secretos que no hacen tanto bien. Secretos que son más grandes, algo más infumables. Secretos que quizá te devoran por dentro. Convivir con ellos y aprender que aún siguen ahí. Y seguirán. Chismes que pueden arruinarte la vida como la conoces a día de hoy. Entera. No hablo de secretos confesables. Son de esos que jamás podrán ser pronunciados. Existe una relación entre tú y ellos. Y nada más. Algo dura, algo pesada, incluso más cruel de lo que se pueda imaginar. Y tú callas, porque a estas alturas se te da de maravilla. Mi abuela nunca mencionó qué hacer con esos otros secretos tan enormes, y como no me enseñó nada, yo sólo decidí qué era lo mejor para conversar la vida tal cual. Vinieron y se aseguraron de asfixiarte por la garganta sutilmente dejándote sin aliento. Y tú ya no puedes hacer nada. Ni siquiera compartirlos con esas personas que te hacen vivir un poco más.
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Y en un abrazo dejaré que alivies todo aquello que con palabras no puedes revelar, porque a veces una mirada revela más secretos de uno mismo que una vida de palabras.
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