Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


sábado, 30 de julio de 2016

Ojalá tú y yo fuéramos infinitos.


Todo cambia cuando en tu esquema mental, en ese frágil santuario de certezas y dudas razonables que has construido a lo largo de los años
 entra, 
sin quererlo, sin llamar a la puerta, un día cualquiera, 
otra persona.


Y se queda para siempre.





Contemplar a la persona a la que llevas amando años y encontrar el mismo y estremecedor abismo en el que un día decidiste caer.





viernes, 29 de julio de 2016

Unas raíces mal atadas.


Mi bisabuela tenía un patio lleno de jazmines.

Me acuerdo del olor de las flores merodeando todas las mesitas de noche de mi casa. Mi madre se encargaba de recoger jazmines los fines de semana y los colocaba con delicadeza en nuestra cabecera al dormir, perfumando todo el cuarto.

Y... bueno, un día mi bisabuela se murió.
Tenía ocho años y jamás pude volver a ver aquel jardín.

No lo vislumbro bien pero recuerdo que era un patio pequeñito, tres árboles y miles de enredaderas por todos lados.
Un día mi madre dejó de colocar jazmines en las habitaciones. Dicen que de pequeños sólo recordamos todo lo que nos impacta de verdad.
Aquel olor se me grabó en la mente y nunca lo he podido olvidar.

También me acuerdo de que su cocina era pequeña y siempre me daba bolsitas pequeñas de caramelos de colores los fines de semana. 

Ay... recordar.
Esos recuerdos.
Siempre me ha gustado recordar.

También recuerdo un lago enorme en el que se metieron mis primos y tuvieron que salir a correr porque la corriente se los comía. Y aquella bicicleta pequeña en la que mi hermano y yo pedaleábamos tranquilamente con mi padre al lado.

El único recuerdo que tengo de mi abuelo es difuso y casi siempre me suele hacer llorar. Sentado allí en la patio en una silla blanca, derrotado, cansado, sus manos sobre la cara y toda la familia alrededor.

Creo que nunca he visto llorar a mi padre tanto como aquel día. Y eso que ni siquiera me acuerdo de verdad.

Qué difícil la vida.

A lo largo de todos estos años me he dado cuenta de que sólo te queda recordar. Como aliciente, como motor, como precursor de vida, momentos y sueños.

Estés donde estés, acabes donde acabes, 
nunca te olvides de dónde están tus raíces.
- me aconsejó mi padre un día lejano -

Creo que tiene toda la razón.






lunes, 25 de julio de 2016

Stubborn love.



No echéis a nadie de menos. 
La gente cambia, 
se compra libros nuevos, 
aprende idiomas,
evoluciona,
lucha por ser feliz. 
Y luego simplemente desaparece.



Las cosas dejan de importar. El problema es que no puedes elegir cuando.







George.



Una hora y media delante de un folio en blanco y un lápiz de color. 

Hoy se me está asfixiando el alma y no soy capaz de escribir cuatro líneas sin tener que respirar.

Uno se pasa media vida tratando de imaginar cómo será la muerte. 

Sin más. 
Te pasas toda la vida imaginando cómo será el instante en el que te mueras o cómo será cualquier instante en el que tu padre o tu hermano dejen de pestañear. Y lloras, claro. 
Cómo no llorar.

Dicen que simplemente es muchísimo más doloroso que toda la tristeza del mundo que te hayas podido imaginar jamás. Que no existe descripción alguna, que la música es silencio y que la soledad es tan inabarcable que no sabes ni cómo respirar. 

Y... bueno. Llevo cuarenta y ocho horas seguidas cuidando de un hombre de noventa y tantos años que un par de días se va a morir. No sé exactamente porqué, pero George me recuerda terriblemente a Óscar. 
Una sensación inexplicable de impotencia y ansiedad.

Llegué hace un año a éste lugar y creo que es el primer día de mi vida en el que he podido sentir mi profesión bajo la piel.
Y joder.
Entonces la vida se acerca suavemente por detrás y delicadamente te quita la venda de los ojos. Despacito, para que el dolor se vaya diluyendo poco a poco. Sientes una brisa suave que permanece un instante junto a ti antes de que la luz de paso a toda esa oscuridad. 
Y ya está,
ante ti, 
la realidad.
Sola, fría, desgastada.

Qué difícil todo.
Creo que me he cansado de esperar la casualidad de mi vida. 

De verdad espero,
ojalá no os pase nunca.

La muerte es, simplemente, algo sórdido y terrible. No hay poesía para la muerte. Tampoco redención. Ni entendimiento. Ni dignidad alguna.
No hay una puta mierda en la muerte, salvo la propia muerte.








viernes, 22 de julio de 2016

Al final siempre el final.




Al final siempre es el mismo cuento.








jueves, 21 de julio de 2016




La crudeza moral que da callarte porque no merece la pena
 ni hablar.


Primera edición.




miércoles, 20 de julio de 2016







''Benditas las cosas que no sirven absolutamente para nada ni tienen finalidad productiva definida en el marco de este sistema capitalista de mierda. 

Por ejemplo, las dedicatorias de los libros. 
O la cándida decoración de las carpetas escolares. 

Y es que, desde que naces, parece que tienes que estar todo el día produciendo cosas, apurar cada segundo, multiplicarte, aportar mogollón de valor añadido.

Joder: si lo piensas, es para pegarte un tiro en la cabeza.

Te compras -digamos- una maza hidráulica en el Leroy Merlin y al instante alguien te pregunta: ¿para qué? 

O una enciclopedia ilustrada. 
O unas zapatillas de ballet.

Y si ya te ven bailando, te preguntarán: ¿por qué? Como si tuviéramos que justificar hasta lo más nimio y circunstancial de lo que hacemos, como si en realidad estuviéramos obligados a ser nuestra propia producción: una suerte de factoría de nosotros mismos.

No sé, yo creo que era hermoso cuando, sencillamente, hacíamos las cosas sin pensar. Sin objetivo. Sin legitimidad. Por ejemplo: apilar cubos de colores sin saber que, a partir de cierta altura, bien podrían pasar por un rascacielos.

O como cuando arrastrábamos sillas por toda la casa.
O como cuando jugábamos al pañuelo.

Incluso esto, esto que estoy haciendo ahora se supone que debería servir para algo. Quizá para encuadernarlo en un precioso libro con descuento. O bien para convertirme en un tipo interesante, alguien que encaje en su nuevo grupo de amigos.

Yo sólo sé una cosa: no es nada fácil crear algo hermoso.

Pero os diré algo: si queréis, si os atravéis a ser enteramente libres, preguntaos por qué hacéis todo lo que hacéis. Tomaos un tiempo. Interrogaos sobre las objetivos, los motivos, las expectativas. Buscad, aislad la finalidad de todas y cada una de las acciones que lleváis a cabo a lo largo de vuestra vida.

Cuando hayáis terminado, meted todo eso en una caja.

Y golpeadla, prendedle fuego.

No tengáis miedo: destruid a esa hija de perra en mil pedazos.''



Jose M. Campos.






viernes, 15 de julio de 2016



                                     

Oh, 
how we
all carry
such
lonely and
wild feelings
inside of
us.









viernes, 1 de julio de 2016

*



Todos por la noche
estamos
un poco rotos
o un poco tristes
o un poco muertos.







Se le subió el volumen a lo que siento por ti.



En aquel sueño caminaba por un prado verde mientras el sol me acariciaba la piel. Y parecía no haber nadie a kilómetros, los pájaros cantaban y una lenta brisa movía suavemente las ramas de todos los árboles que me rodeaban. Divisaba también un pequeño lago a lo lejos, se oían ruidos de ardillas o animalitos moviéndose por el bosque... a ratos el sol iba cayendo y sentía la frescura de la hierba bajo mis pies.
Y de repente todo se apagó.
Algo se tragó aquel paraje, silenció todos los ruidos y apartó la brisa y el sol de mi piel.
Vaya desconsuelo.
Apenas tardé tres segundos en percatarme de que algo me rodeaba fuertemente y me atraía hacía si mismo.
Y entonces abrí los ojos.

Ni siquiera sé si te lo dije, pero aquel paraje inmenso me despertó una alegría singular.
Sentí como tus brazos me envolvían entera y como tu cuerpo pegado al mío no me dejaba casi ni respirar. Y me sacaste de allí, de aquel sitio tan bonito, para devolverme por sorpresa a la realidad. Y entonces la realidad me fascinó tanto que no pude dejar de mirarte durante al menos unos minutos.
Ya no estaba en aquel prado, no oía pájaros, no veía aquel lago... y sin embargo, mi corazón empezó a latir más fuerte y mi piel se estremeció.
Sentí como cada músculo de mi cuerpo se relajaba y se dejaba llevar por tus manos, que me agarraban fuerte como sino me quisieran soltar jamás.

Y entonces de repente todo cobró luz.
Había cierta calidez en el ambiente, mi piel sólo podía sentir como tu respiración iba y venía y entonces una sensación extraña me invadió. Recuerdo que sonreíste, te reíste y luego me besaste. Y joder... era como si estuviera experimentando la felicidad en su estado más primario. Aquel sueño que me fascinó se quedo hecho cenizas al descubrir la inmensa realidad que se abría ante mi.

Fue una especie de sensación de plenitud y paz que hacía mil años que no experimentaba. Tenerte allí, pegado a mí, piel con piel sin que se escapara el aire, tu sonrisa, esos ojos, tus manos ... fue una especie de bienestar o felicidad suprema que me sorprendió tanto que no pude articular palabra hasta minutos después.
Algo así como que la realidad era mucho más exacta que los sueños. Algo como que la vida que vivía merecía más la pena que soñar por las noches.
Algo como tenerme enredada a ti sin tregua alguna hasta que el Sol se extinguiera o se apagaran las estrellas.

Y en fin,
te quiero,
joder.





Mi foto
My madness keeps me sane.