Y mientras tanto en su interior miles de gritos, así como grita la música en mitad de la nada, en mitad de un abismo enorme.
Él la miró y sus ojos la desarmaron, como si fuera la única cosa en el mundo que merecía la pena mirar en ese instante. Y esperó, porque en la vida siempre hay que tener paciencia y saber esperar. Y quiso abrazarla y comerla a besos, pero no pudo.
Una barrera de cristal frío se había posado entre ambos y quizá se había perdido la llave.
Allí estaba él, con una sonrisa agitada y mil ideas en la cabeza. Y miedo, porque el miedo es capaz de aparecer de repente y no irse. Esperándola y queriendo quererla. Qué pasara y el porqué de ésta espera.
Y la mira, y ella le responde con unos ojos que no saben qué decir. Y qué quiere decir eso.
Y de repente papel y boli,
¿Me das otra oportunidad para ser felices juntos?
Y ella se ríe, y aclara que no tiene que dar oportunidades a nadie.
Y papel y boli,
¿Te la das a ti?
Y ya no hay dudas, ya no hay gritos,
ya no hay vacíos ni abismos que llenar.
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