Una montaña de arena en mitad de guerra y destrucción. Pequeñita. Y al lado un ruido atroz y ensordecedor que me persiguió horas y horas.
No sé, algo muy parecido a tu voz gritándome fuerte que ya no me necesitas. No sé, muy cruel.
He soñado que el mundo empezaba a acabarse y entre mil personas allí estabas tú. Tú como siempre que has venido a revolverme y a enredarme en tus ausencias.
No sé, quizá muera matándote a palabras.
Y tiemblo.
Creo que la vida es más que un pozo sin fondo y, sin embargo, estos sueños. A veces nos anclamos en no querer salir de ahí, como de esos sueños. Y nos ahogamos, comenzamos a asfixiarnos, nos falta el aire, nuestra sangre se estanca, se nos congelan las extremidades y es imposible moverse. No sé, hoy he soñado que entre tanta mierda, tanta destrucción e hipocresía y tanto caos en el mundo allí, allí estabas tú.
Y vaya putada.
Venías y me abrazabas por detrás como solías hacer y me decías: 'Te he echado de menos'.
En secreto, como antes.
En secreto, como antes.
Así de literal y así de clavarse en mi pecho y empezar a temblar.
Y se me ha caído el sueño, y al abrir los ojos el despertar, y la vida si cabe, al recordarte así.
No sé, quizá muera matándote a palabras.
No sé, ahora que está claro que ninguno de los dos fue tan valiente,
me marcho.
Y no se me ocurre decir ni una sola palabra.
Hay sueños que sólo me traen pesadillas.
Siempre pensaré que te encontró mi estrella de la buena suerte.
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