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Nunca he tenido un diario al que, secretamente, confiar cada noche mis más íntimos y delicados sentimientos.En lugar de eso, mi impulso natural ha sido el de exhibirlos como si importasen una mierda. Regalarlos antes del primer hola, analizarlos públicamente sin venir a cuento, colocarlos con mimo e insensatez sobre las manos del primero que pasa y decir: toma.
Te llevas cada chasco.
Madre mía: te pegan cada hostia en la puta cara.
Pero también creo que, cuando uno expresa impúdicamente lo que siente, tiene más opciones de relacionarse con gente que está igual o peor de la cabeza.
La personas que están fatal de la cabeza van y vienen, meten la pata a sabiendas, responden a un esquema moral propio y personalizado en el que nadie tiene la culpa de nada; te joden la vida con el fondo musical perfecto, transmiten enfermedades y dan besos muy bonitos.
No sé: con la gente que está fatal de la cabeza todo esto es mucho más sencillo.
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Jose M.Campos.
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