Creo -sinceramente- que hay silencios que deberían ser (d)escritos.
Como aquel.
Me miré en el espejo y ahí estaba. Gélida, helada, tiritando de miedo. Joder, qué miedo daba quererte con tanta intensidad. Algo que me inundaba desde adentro y golpeaba toda mi -inexistente- tranquilidad.
Vino así, sigiloso, como viniste tú.
Y ya lo sabes.
Adoro
me gusta
hacer malabares en tu espalda,
escribir(te) frases delante de un espejo,
hacerte reír.
Es simple
quiero ser la solución a tus dudas. A tus miedos. A tus fríos.
Todo empezó así. Un día me viste temblar, y en lugar de taparme, te desnudaste para compartir frío. Y fíjate, al final sol.
No sé si me explico, el amor debe ser algo parecido a ti.
Que el mundo es una mierda, y sin embargo tú.
Que sí. Que frío, madrugar, estudios, hambre en el mundo, soledad... pero tú. Y entonces buenos días. Y entonces luz. y TÚ.
Y entonces te veo y el corazón parece que me explota bajo el pecho. y se me acelera el pulso, se me dilatan las pupilas, dejo de pensar.
No sé
Si eres tú el que busca, prometo ponerme más visible para que nos podamos ver. A lo lejos. A cientos de kilómetros. Para que puedas sentir mi presencia encima de tu colchón al dormir y notes mis manos entrelazadas con las tuyas cuando tienes fiebre. Y siempre es igual. Cada vez que las fuerzas se me pierden las encuentro entre tus palabras. Y algo tendrás, que me dejas a mí sin ellas.
Y lo sé. Soy una apuesta segura, el estrés está garantizado. Pero tengo manías muy bonitas.
Sólo déjame quererte un poquito como siempre lo he hecho.
Prefiero drogarme de ti o contigo, antes que desintoxicarme de este lío.
Y nos quiero ávidos, románticos, sonriendo al verte sonreír, sin final, felices.
Te voy a proponer una tregua.
Tú me dejas ser aliada en tu guerra interior
y yo te pongo ojitos de trinchera.
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