Pero no era amor. El amor debía de ser otra cosa; un sentimiento equitativo, una serena certeza del otro, follar de un modo más empático y gimnástico, tenerse en cuenta, reducir la ansiedad, acompañarse de la mano a las revisiones médicas. Y no aquel interminable juego de espejos e ilusiones, adivinanzas y psicología inversa, esconderse y desearse, la dolorosa erótica del desplante que impregnaba cada idiosincrasia de nuestra relación.
No, aquello no podía ser amor.
Entonces, de repente, dijiste;
-Te quiero.
''Eres lo que dices, lo que haces, cómo te comportas y cómo tratas a la gente.
Eso eres, no lo que dices que eres.''
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