Pienso que no deberíamos llamarla vida hasta que aprendiésemos a vivirla con valentía.
Dejándonos llevar, sencillamente, por nuestros apetitos más honestos, prescindiendo de este inexpugnable muro de mecanismos de defensa; mirando a los demás a los ojos, supliendo nuestras carencias con talento y alegría. Caminando, silbando, relativizando bajo el sol de media tarde con la tierna certeza de que -vale- nos costará un poquito, pero cualquier día de éstos por fin aprenderemos a vivir nuestra vida sin el jodido miedo.
Quiero hacer contigo lo que la poesía hace con un lienzo en blanco.
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