Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.
miércoles, 13 de abril de 2011
Y entonces te preguntas si es verdad aquello que dicen, eso de que eres mala e insensible. Eso de no comprender o de no permitir un brote de felicidad en el corazón del mundo. Te preguntas y te replanteas sino deberías callar. Pero callar de forma rotunda y asfixiando tanto los miedos como los deseos de gritar. Callarse y no decir nada que pueda molestar. No hablar para no herir, o en su defecto hacerse malinterpretar. Lo peor de la ignorancia es, que a medida que se prolonga, se torna a confianza, una especie de ilusión que aparenta que se sabe de todo, y que de ese todo se sabe bien. Es algo odioso y repugnante. Y entonces en ese instante te llevas las manos a la cabeza y te vuelves a dudar que pasará de aquí a unos cuantos años con todo este mundo que te rodea ya que está claro que no serás la misma porque, quieras o no, deberás alardear sin mala intención y, aún sabiendo que deberías callar, que te sientes obligada a decir la verdad por mucho que joda.
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