Más pronto o más tarde todos somos el perro de alguien.
Es esa puta dependencia absoluta e irracional que persigue a mi razón segundo tras segundo. Es esa odiosa sensación de sentirme incompleta, un ir y venir vacío que no lleva a ningún lado. Y las calles están vacías, el aire está vacío; incluso el paisaje se observa vacío. Odio odiarme por eso pero no me queda más opción que hacerlo. Es ese estúpido e inútil ambiente de desdén que habita en mi pecho a lo largo de la eternidad. Y sé que es mi culpa, que estoy presa, desvalida, que ya nada va a cambiar eso y que por mucho que lo intente seguirá así hasta el fin del mundo. Y es malo. No es de esas cosas que ni son malas ni buenas sino que simplemente son así. Esto es malo. Es malo porque no es bueno depender de alguien. Y sé que nadie se lo va a llevar, que no me lo van a robar, que permanecerá aquí, aquí en mi pecho y dentro de mi corazón. Que continuará embriagando las noches y quitandole belleza a los atardeceres cuando estoy sola y a esos pequeños detalles que yo creía..., sí, de esos que yo pensaba que eran intocables y que permanecerían así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario