Sin querer.
Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.
jueves, 26 de diciembre de 2013
Me gusta escuchar música entre tus venas.
Creo en los cafés, en el diálogo, creo en la dignidad de la persona, en la libertad. Siento nostalgia, casi ansiedad, me siento humana. Creo en tu mirada arrullándome a las tantas de la mañana, en la angustia, en la desesperación, creo en la renuncia, en el sufrimiento. Siento paz en tu infierno, en el río que nos recorre en cada esquina. Me basta mirarte para saber que contigo me voy a empapar el alma, de sentimiento, de emoción. Observas y oyes, y tocas y sientes, y sufres y aprendes. Puedes coger mi mano porque prometo no echar a volar. No echar a volar ni echar a correr ni comerme el mundo. Abro los ojos, verdes, cálidos. Respiro. Contra la respiración que trata de paralizar todas las articulaciones de mi cuerpo, camino. Temor al miedo. Y es que el miedo también deja resaca. Recuerda que entre tus pulmones me quedé dormida tantas vidas.
Sin querer.
Sin querer.
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