Pedir perdón no es tan difícil como parece, -me dijo-.
Es importante aceptar que podemos equivocarnos. En el hospital nos enseñaron a aceptar que podíamos equivocarnos constantemente. Había un médico que a veces se equivocaba y siempre aceptó la culpa. El mundo iría mejor si aceptáramos que nos equivocamos, que hemos errado. Mucha gente intenta buscar una excusa a su equivocación; buscar otro culpable, quitarse el muerto de encima... lo que no conocen es el goce de aceptar la culpa. Un goce que tiene que ver con saber que has tomado una decisión equivocada y que lo admites. Sin más. El valor moral que te aporta ser consciente de que has elegido mal, que asumes las consecuencias.
Él me enseñó que, si yo era capaz de aprender a aceptar algo así, probablemente todas las desgracias que me ocurrieran después en mi vida no serían tan dolorosas. Tenía razón.
Para errar hay que arriesgarse. Ocurre a menudo; lo que más ocultas, es lo que mas muestra de ti.
Así aprendí yo a perdonar.
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