De cierta manera, crecemos. Formamos familias. Nos casamos, nos divorciamos. Pero la mayoría de veces seguimos teniendo los mismos problemas que cuando teníamos 15 años. No importa cuánto crezcamos, o cuánto envejezcamos… siempre estamos tropezando. Siempre estamos haciéndonos preguntas. Eternamente… jóvenes.
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