Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


viernes, 21 de octubre de 2022

La época de los disfraces.

Siempre me ha gustado volar a destinos ya conocidos. Esa sensación que me recorre la espalda de apego y bienestar. Cómo cuando abres la puerta de casa y está esperándote alguien que te abraza fuerte.

De entre todas las cosas que más echo de menos de casa, sin lugar a dudas la más notable es la quietud. Ese acontecer sin premura bajo el manto del sosiego y la calma.

Ese tomar café en tu sitio favorito del parque a diez minutos de casa. 

Cuando vuelves a lugares conocidos creo que ya no ves con los mismos ojos ni percibes la distancia de la misma forma. Y entonces te das cuenta de que quizá antes estabas ciego. Todo cobra otro sentido, otro quehacer, otro fulgor.

Me gustar ver como los abuelitos te saludan alegremente por la mañana mientras barren sus puertas cuando apenas ha salido el sol. Ese olor a pan que inunda las calles mientras la brisa te acaricia la cara. Ese escucharte los pies andando mientras comienza suavemente a llover.

Me gusta escuchar a los abuelitos: hablan sin prisa, entornan los ojos, lloran un poquito a veces, dejan que la lluvia los acaricie, se desnudan sin culpa, mezclan la vida con sus propias ensoñaciones y les importa muy poco si te interesa o no.

Son bellas las personas mayores. Me transmiten paz la mayor parte del tiempo.

Creo que el bienestar y la energía se engendran mutuamente. Creo en los detalles. En ese chiste tonto que te hace tu vecino de enfrente cuando necesitas ayuda con la rueda del coche. En ese taparte con una fina manta porque ahí ya no hace frío ni calor. 

Me gusta caminar por calles conocidas mientras ves la bandera de tu país en la lejanía colgada en algún balcón. Me gustan los niños jugando en los parques, en este entretiempo en el que por la mañana es primavera pero al caer la noche vuelve el otoño.

Creo en ese disfrutar cada instante que vas pisando, sin prisas. Creo en ir a por el pan, que supongo que es algo muy de pueblo y que ahora no me puede gustar más. Creo en coger un coche a las cinco y estar a las siete en la playa mojándote los pies. 

Me gusta la vida a fuego lento, como los abrazos. 

Ese abrazo de tu abuela que dice sonriendo que no entiende eso del móvil y que qué mejor que tenerte allí cerca a su ladito.

La época de los disfraces, como la vida. Llena de colores y a la vez terriblemente muerta. 

Siempre pienso en quién seré dentro de 50 años. En si la persona que vamos dejando atrás grita por las noches aliviada al verse de nuevo al espejo.

Si sigo viva, espero estar releyendo estas frases mientras tomo una copa de vino. 

Me gustaría tener la playa cerquita para poder disfrutar del sonido de las olas del mar.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Mi foto
My madness keeps me sane.