Es ese boom incontrolable. Ese no saber estar. Y reír, y reír, y reír y reír y más reír. Y decir cosas sin sentido llenas de entusiasmo y eternas de amistad y amor. Es ese estallido sonoro a lo largo de una milésima de segundo. Ese atraparse en las palabras y un efecto tardío del chocolate.
Ese boom. Algo así tan mágico como perfecto.
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