-¡Deja de hacerlo! -espetó- Mírate al espejo y observa en que te has convertido.
-Preferiría no hacerlo.
-¡Hazlo! -gritó- ¿Dónde coño te has dejado?
-¿Cómo que dónde me he dejado?
-Sí. ¿Quien eres y que haces aquí pensando que todo está bien cuando apenas puedes mirar tu reflejo?
-Yo no engaño a nadie.
-¡Claro que lo haces! Lo haces desde el mismo día que comenzaste a esconderte en las esquinas. Lo haces desde el instante en el que ni siquiera puedes mirarme a la cara cuando te hablo. ¡Nunca! -volvió a gritar- ¡Nunca dejes que nadie te destruya!
-¡Nadie existe para destruirme! -saltó ella casi llorando- Nadie en mi vida me roza desde la muerte de mis padres. Soy como de cristal, la gente se acerca pero me evita, vienen y me escuchan, pero no hablan, me abren las puertas pero nadie me da la mano -dijo mientras resbalaban lagrimas por su cara-
-Mírame, ¿Quien te ha dicho que yo estuviera hablando de una persona? Eres tú. No hay peor enemigo que tu misma -susurró él-
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