Y dibujar en nuestra mente una faceta y pintarla con colores claros que den vida y luz a ese rostro para colgarlo en la pared.
Y volar sobre el arcoiris, recogiendo el polvo de hadas que sueltan las ninfas cuando caminan por el cielo y extienden sus alas.
E indicarle a una señora el camino correcto cuando nos pregunta por la felicidad y regalarle una sonrisa, una mirada y una canción.
Y mirar por la ventana, respirar el aire que se cuela en nuestros pulmones e intentar atrapar las gotas que compiten por caer y estamparse con el filo.
Y robarle una piruleta a un niño, para pedirle compartirla y que él diga que no, y cuando comencemos a irnos él venga y nos de un trocito.
E imaginar como el mundo es la brisa de la mañana, que acaricia nuestra alma con su suave tacto de pensamientos y emociones propias de la verdad.
Y luchar. Luchar por ese último segundo en el que una persona ríe.
E imaginar.Imaginar cosas sin sentido.
Tontas.
Sin orden.
Sin lógica.
Pero esencia de nuestra alma.
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