Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


jueves, 13 de diciembre de 2012

En tu cuerpo soy una.

Son las manos las que hablan cuando la boca debe callar y dedicarse sólo a suspirar. Se puede decir que hay silencios que deberían acomodarse antes de ser escritos. Como este. Me miro las manos y ahí palpitan con ese color violáceo. Gélidas. Heladas. Tiritando de miedo. Y viene una ola y se lleva todos los sentimientos. Viene y golpea arrastrando toda mi tranquilidad. Y viene sigilosa, así como vienes tú. Me gustaría que volvieras a casa y dejaras de lado todo aquello que consume tu pequeña e insensata cabecita. No quiero que llores más. Quiero que recuerdes que sólo soy feliz haciendo malabares en tu espalda. Y contando todos los poros que recorren cada una de tus curvas que pasean por mis curvas. Así despacito. ¿Y sabes? Los poetas nunca mueren. Hay muchos poetas anónimos así como tú que surcan las calles y los espacios que se quedan en los labios de la gente que pasea por las esquinas. Y así se quedan en mis labios. Como tú. Y al igual que tú te quedas en mis labios yo quiero quedarme en ti. Quiero ser la solución a tus dudas. A tus miedos. A tus fríos. Lo que pasa es que un día me viste temblar, y en lugar de taparme, te desnudaste para compartir frío. Y fíjate, al final sol.  No sé si me explico, el amor debe ser algo parecido a ti. Que el mundo es una mierda, y sin embargo, tú. Que si eres tú el que busca, prometo ponerme más visible. Para que nos podamos ver. A lo lejos. A cientos de kilómetros  Para que me puedas sentir mi presencia encima de tu colchón al dormir y percibas que te arropo para resguardarte del frío. Para ayudarte a guardar tus ganas. Cada vez que las fuerzas se me pierden las encuentro entre tus palabras. Y algo tendrás, mi poeta, que me dejas a mí sin ellas. Creo que necesito uno de esos abrazos que enmascaran la delicadez de tu ausencia. Desde dentro. De esos en los que la ropa estorba, ¿recuerdas? Y lo sé. Soy una apuesta segura, el error está garantizado. Pero tengo errores muy bonitos. Y eres el único que los sabe ver. Y lidiar con ellos. Sólo déjame quererte un poco como siempre lo he hecho. Déjame que me lleve tus penas a un lugar profundo donde sólo puedas escuchar el aleteo de mi corazón fuerte rozando con el tuyo entre gemidos. Y entre tus brazos se vive la calma y calidez que desfoga mis inquietudes. Que sí. Que frío, madrugar, estudios, hambre en el mundo... pero tú. Y entonces buenos días. Y nada más. Y entonces recuerda, aquí dentro se hace invierno cada vez que llueves y yo detesto verte llover.
Y de nuevo son las manos que callan cuando han de acercarse y acariciarse entre suspiros. ¿Y sabes? Prefiero drogarme de ti o contigo, antes que desintoxicarme de este lío. Y nos quiero ávidos, románticos, sonriendo al verte sonreír, sin final, felices.


Te voy a proponer una tregua. Tú me dejas ser aliada en tu guerra interior 
y yo te pongo ojitos de trinchera.



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My madness keeps me sane.