Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


viernes, 7 de mayo de 2021

Y la coraza irrompible, se rompió.


 Me gusta la gente que crea mundos

porque no encaja en éste.





´´ De eso se trata. De coincidir con gente que te haga ver cosas que tú no ves.
 Con gente que te enseñe a mirar con otros ojos. ´´












Te quiero, joder.

 





Recuerdo que una noche mi padre me preguntó 
si sabía cuál era esa sustancia con la que amasamos las estrellas... 
"las lágrimas", me dijo, "cuando uno llora, las luces se ven como si las estuviésemos deformando".

Las lágrimas son esa sustancia conocida con que amasamos las estrellas. 
Después de entender esto nunca más se llora igual.








You look like rain.







Llevo unas cuantas semanas sin poder dormir. 

Empecé a tener pesadillas y han decidido hacerme compañía durante un tiempo. 

Sueño que estoy paralizada a ras de un acantilado y no puedo moverme ni gritar ni escapar. Y allí me quedo, mientras sin sentido aparece sangre por todas partes.

Tú no sabes que a veces me despierto en mitad de la noche y tengo absoluta e irrevocable necesidad de ti. De tocarte, de sentirte a mi lado.

Y ahora que vuelvo a tener pesadillas, en ellas ya no hay monstruos.

Sólo consisten en soñar que estoy sola, 
en cualquier lugar, 
sin ti.

Y cuando me despierto y ahuyento la pesadilla resulta que, efectivamente, 
estoy sola, 
en cualquier lugar, 
sin ti. 

Siempre me ha parecido poético el cariz misterioso que adquiere ese vacío que nos inunda el pecho de vez en cuando. Con esa punzada inesperada que atraviesa hasta el último poro de nuestra piel. No importa verdaderamente el motivo ni el momento; podrías estar regodeándote en la comodidad de tu sofá, tirado en mitad de cualquier ciudad mirando las estrellas, sentado en esa terracita personal a la que te asomas para observar con asombro el vaivén de las olas del mar, tratando de mantenerte despierto tras más de cuarenta horas sin dormir…

Por algún motivo sorprendente que escapa a toda razón; llega y te atraviesa entero.

Cómo una cuchillada, bien adentro. Y de repente ya no puedes respirar.

Qué alegría el despertar.

Me gustaría contaros que a veces vienen ideas a mi mente que hacía tiempo yacían en un terreno muy árido y desolado. Querría explicar cómo todo va cambiando poco a poco y de repente resulta que eres una persona completamente distinta a la que algún día deseaste ser. Alguien totalmente desconocido.

Es hasta sobrecogedor. Esa ilusa, pero inherente creencia de que todo permanece. 

Ay, esos sentimientos que jamás se podrán superar.

¿No os parece inconcebible el mero hecho de poder existir?

Me estoy dando cuenta de que contemplo mi vida desde la angustia de la madurez y pienso; Dios mío, qué más podría pasar. 

Siento hasta escalofríos. Me recorren entera de arriba abajo. 

Probablemente, de todos nuestros sentimientos, el único que no nos pertenezca sea la esperanza. Creo que la esperanza le pertenece a la vida, que es la propia vida defendiéndose.

Y me gustaría releer todo lo que he escrito con los ojos de ese lector apasionado que se enfrasca en encontrar magia entre las letras. Cómo si se le fuera la vida en ello.

Escribir. 

Escribir que es cómo desnudarse completamente delante del otro mientras fija su mirada en ti. 

Escribir que es como cantarle al cielo mientras sabes que no serás capaz de contar todas las estrellas. 

Escribir que es como besar, como el sexo, como los amaneceres perdidos en cualquier playa que sólo te gustaría compartir con la única persona que te ha importado en la vida. 

Escribir que es como desangrarse, cómo dejar que la sangre vaya fluyendo hacía fuera y cómo sentir que te vas quedando más y más vacía. 

De sangre, de oxígeno, de vida. 

Eso me han recomendado hoy; escribir. 

Volver a escribir.

Todo esto me recuerda a aquello de… ‘’¿Dónde está la canción que me hiciste cuando eras poeta? – Terminaba tan triste que nunca la pude empezar.’’

¿Por qué dejamos de escribir? ¿Ese vacío se hace más y más grande cada vez?

¿Os habéis fijado que es imposible encontrar otro ser humano que no tienda a juzgar permanentemente cada mínimo aspecto de tu vida?

Querer, lo llaman.

El caso es que creo que he vivido ya un poco para saber que todas nuestras certezas son absurdas, arbitrarias y absolutamente prescindibles. 

A veces pienso; ¿Y si invirtiéramos todo ese tiempo en contar historias, escuchas las de los otros o hacernos cosas bonitas con los pies, los labios o la lengua?

Joder, no habría color. 

Pero no. 

En lugar de eso, seguimos forjando una infinita cadena de culpabilidades con cada ser humano que encontramos a nuestro paso. 

Una cadena pesada, dolorosa; casi indestructible.

Escribir, también lo llaman.

Y me gustaría escribirte todas las letras que sé que nunca leerás, me gustaría verte asomado en el marco de la puerta mientras hago tonterías o pinto o bailo o me caigo encima del sofá de lo torpe que soy. Querría poder contarte tantas cosas, ser valiente para poder susurrarte tantos secretos. 

Pero a pesar de mi escepticismo siempre me ha quedado algo de superstición. Por ejemplo, esa extraña convicción de que todas las historias que en la vida ocurren tienen además un sentido; significan algo. Que la vida, con su propia historia, dice algo sobre sí misma, que nos desvela gradualmente algunos de sus secretos. Que todo está ante nosotros cómo si de un acertijo a resolver se tratara. Que las propias historias que construimos son fruto de nuestros instintos más primarios.

Hay que amarse. 

Hay que amarse y hay que escribirlo bien alto. Hay que besarse; en los labios, en las manos, en todas partes. 

Si existe alguna experiencia a la que aún estoy aprendiendo a sobrevivir, podríamos hablar del amor. 

La pequeña muerte.

No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de nuestro ser. A lo más alto de nuestros deseos. Cuando nos arranca gemidos y quejidos, cuando nos arrebata voces de dolor, alegrías y gritos. 

Pequeña muerte, llaman en Francia, a la culminación del abrazo; que rompiéndonos nos junta y 
perdiéndonos nos encuentra.

Muy grande ha de ser, pienso, si matándonos nos hace renacer una y otra vez. 

Fue fácil echarte de menos cuando no te conocía. Pero aquello era mentira, tus dedos aún no habían rozado mi piel. 

Y recuerdo cómo rozabas mi piel, dibujando caminos. 
Solías quedarte dormido entre mi pecho. Y yo desmayada; de amor y de tragedia. 
Descalzos, desnudos. 
En la cama de los buenos momentos. 
Haciéndote cosquillas, haciéndote reír, 
bebiéndome esos momentos y grabándolos cómo si de una obra de arte se tratara. 

Recuerdo aquello de ‘en una habitación llena de arte, aún seguiría mirándote únicamente a ti.’

Creo que el arte es la mayor expresión de la propia esperanza.

No quiero que me entendáis, 

estoy sentada en una terraza después de cuarenta horas sin dormir y sin venir a cuento me he puesto a llorar.

Casi me ahogo entre mis propias lágrimas.

Supongo que necesitaba escribir.

Escribirte.

Ya sabéis, 

Mi mayor conflicto siempre he sido yo misma. 









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My madness keeps me sane.