Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


lunes, 20 de marzo de 2023

With great love comes great pain.

Llovía.

Caía el agua desde el cielo y parecía que tu recuerdo seguía aquí a mi lado aunque pasaran mil años.

En ese sitio tan árido, una brisa atronadora cruzaba el firmamento y esas luces se dibujaban en el horizonte. Una tormenta que lo empapaba todo, incluso mi alma. 

Me quedé mirando por la ventana recordando cuando ahí afuera llovía siempre. Pero la realidad es que dejé de tenerle cariño al invierno hace tiempo.

Toda la ternura que me transmitía, tras muchos diluvios internos, se esfumó.

Pasé la última navidad en Arabia Saudita, cómo también pude pasar otras muchas en diferentes sitios del mundo. Nueva York, Abu Dhabi, Bruselas, Londres... Y cada navidad que llegaba parecía ser una foto en blanco y negro que se vislumbraba en la cronología del tiempo.

Quizá todo el asunto de la religión me tenía un poco harta ya.

Quizá simplemente estaba sentada en una cafetería minúscula del aeropuerto.

Quizá en el techo hubiera formas geométricas y el olor a café recién hecho embriagara todo el lugar.

Y pensaba en la vida. En cómo los planetas giraban, en cómo sería posible derribar alguna de todas las teorías conspiratorias que existen.

Llevaba más de ocho años viviendo fuera. Si contaba ese dulce instante en el que salí del nido, ese cómodo rincón de galletas caseras y achuchones matutinos, quizá podrían ser diez.

Ese término dejó de tener sentido. Cualquiera sabe que, después de ciertos momentos, llega esa época en la que ningún lugar es tu lugar y quizá es más acerca de las personas de alrededor que de sentirse en casa.

Recordaba las tardes infinitas de mi niñez, y pensaba en cómo la vida se va convirtiendo poco a poco en una batalla contra el tiempo. Pensaba en todo lo que me quedaba por hacer, por entender, por amar. Y de repente me invadía un sentimiento de finitud existencial inimaginable. Trataba de entender las conexiones que me habían llevado hasta aquel ínfimo instante. Los pasos en falso, las cualificaciones académicas, los romances fallidos. 

Y pensaba; ¿Acaso con el tiempo conseguiré observar la fotografía completa con la suficiente perspectiva para entender el conjunto de toda mi existencia? ¿Cómo podría elegir el camino correcto si el presente sólo avanza hacia el futuro como un tren en plena noche?



Y estaba pensando todo esto simplemente porque andaba tomando café en un rinconcito cuco del aeropuerto y de repente se puso a llover tras el cristal. Y entonces me fijé en ese bolso antiguo que traía conmigo, ese de las letras de países, medio roto por todos lados, y me invadió una sensación acogedora a la par que agria.

Yo no soy nada materialista, la verdad. No es una frase hecha, pocas cosas caras tengo y la mayoría no me las he comprado yo. En casa tuve pocos lujos, pero nunca nos faltó pan. Los caprichos eran más momentos con la familia que otra cosa, y cuando empecé por fin a ganar mi propio dinero resultó que me hacía mucho más inmensamente feliz viajar.

Y estaba pensando así; de manera caótica, errática, asincrónica, desordenada, sin sentido, igual que escribo esto. Igual que soy yo. Igual que el espejo de mi alma. Desde ese frágil rincón de mi niña interior que sólo querría ser escuchada.



Me gustaba bromear con todo esto. Con la incesante y merecida pesadumbre del tiempo que te empapa los hombros y hace que la mochila pese poquito a poquito algo más.

Con el paso de los años, cada vez me fascinaban más los pequeños detalles. Las cosas tontas, las palabras escritas, las llamadas de cariño, los abrazos que reparan. Me parecía tan indispensable declarar el amor hacia los demás. Todo en este utópico mundo terrenal en el que caminamos.

Había sido tan cobarde a veces.

Tantos besos que quise haber podido dar.

Tantos reproches que debí haberme sabido guardar.

Te echaba tanto de menos.

Echaba de menos cada minuto de la vida que podríamos haber pasado juntos.

Supongo que la lluvia me recordaba particularmente a ti. Supongo que estar a miles de kilómetros seguía siendo una pieza minúscula de las ganas que siempre nos habíamos tenido.

Supongo que me veía en esa vida y a veces sólo tenía ganas de salir corriendo.

Me hubiera gustado poder volver a correr hacia atrás. Enmendar los errores, secarme las lágrimas ágilmente, empezar a escribir la historia desde otro papel.

Me hubiera hecho muy feliz poder volver allí.

Take me back to the night we met.






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My madness keeps me sane.