Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


domingo, 14 de mayo de 2023

El estruendo de las palabras que nunca dijimos.

Yo no quería ningún tipo de relación seria, equilibrada o pausada. Yo quería que alguien apareciera de repente y arrasara mi vida como un puto tren de mercancías. Me daba igual sufrir con tal de sentir algo.

Eso es lo que me mataba; no sentir nada. Sentirme muerta.

Y entonces apareciste tú. 

De la nada, en un país remoto de la mano de Dios, cuando estaba totalmente segura de que no me apetecía en absoluto tener ninguna relación seria, equilibrada o pausada.

Tú, con esos ojitos azules que le hacían burla al firmamento entero.

Tú, que llegaste destruyendo todo lo que había para hacerlo todo otra vez, volando en mil pedazos todas las ideas establecidas y los argumentos sagrados que tenía en la cabeza. 

Tú, que prendiste fuego a todos mis miedos y temores y esperaste a que perdiera fuerza para acurrucarte a mi lado y contarme historias de estrellas.

Tú, que tranquilamente aguardaste mientras se caían los muros de contención.

Tú, que de repente te detenías en lo pequeño, en lo cotidiano, en lo ignorado por el resto.

Tú, que acechabas los intersticios más estrechos de mi vida creyendo descubrir, cada día, un lugar nuevo, inabarcable y secreto.

Con ese cuerpo, con esa mirada, con esas manos, con esas caricias... te juro de verdad, he estado en otros planetas contigo mientras me tocabas con esas manos.

He olvidado como escribir. 

He olvidado como escribirle al mundo porque sólo sé escribirte a ti.

No me acuerdo de escribirle a Dios ni a la humanidad.

Sólo a ti.

Y no sé si me come la conciencia de gozo o de culpa.

Si en cualquier canción o rincón estás.

Tú, que me has hecho escapar hasta de mi misma. 

A veces tiemblo tanto que se me empapan los ojos de lágrimas. 

Y entonces sólo quiero besarte.

Sólo quiero fundirme en ti, amarte hasta que la Tierra o el universo explote porque te juro que si se acabara todo no me imaginaria mejor final que tenerte enfrente.

Y entonces, de la nada, haces luz. De repente hay una luz brillante que me guía y que me levanta cuando me caigo. Una luz que se ofrece sin miedo, que ama sin condiciones.

Yo no sabía lo que era amar bien hasta que te conocí. 

Tengo el corazón tiritando cada vez que te imagino a mi lado porque eres lo mejor que me ha pasado en toda la puñetera vida. 






sábado, 13 de mayo de 2023

Cada vez que toco fondo, me siento más libre.

Me gusta pensar que existe, quizá escondida en lo más profundo de nuestro ser, la versión más hermosa y libre de nosotros mismos. Un retrato en plenitud de todo lo que podríamos llegar a ser y aún no conocemos.

Recuerdo cuando tenía cinco años y me abalancé sobre una copa de cristal que había en la mesa de la terraza. Mi padre se asomó por la rendija de la ventana y me espetó: ''ten cuidado con el vaso, te vas a cortar''. Y efectivamente, veinte minutos más tarde estaba en urgencias porque me rebané la palma de la mano con los cristales del vaso, que se rompió en mil pedazos.

Con el tiempo me doy cuenta de que realmente todas esas cosas inútiles e imprecisas que fueron aconteciendo en el devenir de la existencia, no pudieron haberse evitado.

Podría haberme no cortado con los cristales del vaso, pero resulta que yo no lo sabía. 

No sabía que aquel cristal podía cortarme la mano y por ende tampoco era consciente de que aquello pudiera doler. 

Y todo lo restante en mis casi treinta años de vida igual.

Podría no haber sufrido tanto queriendo mal a las personas, pero resulta que en aquel momento yo sólo sabía querer así. Podría no haberme tirado mil noches llorando por alguien que no merecía la pena, pero resulta que en aquel momento para mí sí que merecía la pena. 

Podría no haberme dejado la piel en situaciones que no lo merecían. Podría no haber querido, podría no haber pasado por aquella tortura, podría no haberme hecho añicos, podría no haberme olvidado de mi misma, podría no haberme dejado herir de tantas maneras distintas.

Pero resulta que yo no lo sabía.

Pude no haberme enzarzado en situaciones tóxicas, convulsas, hirientes. Pude no haberme ido de bares alguna noche y haber terminado donde no debía. Pude no viajar compulsivamente gastándome todos los ahorros que tenía. Pero resulta que yo sólo supe gestionar las cosas así.

Resulta que yo no entendía la vida de otra manera, que no tenía herramientas, que aquellas eran las capacidades que poseía en aquel momento. Que por muy idílico que sea el marco en el que enfrentamos las situaciones ahora, antes no lo sabía.

No podemos juzgar la inconsciencia del pasado con la conciencia del presente.

Creo que no existen tanto los extremos como yo los entendía antes. Creo que los buenos no son tan buenos ni los malos son tan malos. Creo que en las historias siempre hay dos versiones, y ambas son igualmente verdaderas porque la subjetividad del relato no invalida la narración.

Me doy cuenta poco a poco de que, a lo largo de mi trayectoria, cada vez entiendo más cosas que antes apenas existían siquiera como concepto. Que hay colores que empiezan a aparecer dónde antes sólo había meras luces. Que se desenredan telarañas que había por todos lados.

Puede tardar un tiempo o presentarse de formas que no imaginabas, pero de repente entiendes que no importa lo que has hecho bien o mal a lo largo del tiempo. De repente entiendes que siempre lo has hecho lo mejor que has podido. Y eso es más que suficiente. La claridad de discernir esto es liberador. Como un soplo de aire fresco en mitad de una noche de verano.

Uno de mis progresos recientes consiste en cagarla estrepitosamente y no sentirme culpable después. Antes, me sumía durante días en un mar de mierda y desesperación. Ahora, me levanto y simplemente me tomo un café. 

Creo que hay que olvidarse del miedo al fracaso.

A veces he fingido que alguien no me importaba por el miedo a que no le importara yo. Y me pregunto si el otro, en realidad, no habrá hecho lo mismo por idénticas razones.

Somos todo lo que nos quedará al final del camino. Somos nuestro peor enemigo. Somos la constancia de nuestra propia soledad. Somos niños asustados. Creo que también nos gustaría ser eternos.


Entre lo que eres y lo que te gustaría ser

se pasa un miedo terrible.






lunes, 20 de marzo de 2023

With great love comes great pain.

Llovía.

Caía el agua desde el cielo y parecía que tu recuerdo seguía aquí a mi lado aunque pasaran mil años.

En ese sitio tan árido, una brisa atronadora cruzaba el firmamento y esas luces se dibujaban en el horizonte. Una tormenta que lo empapaba todo, incluso mi alma. 

Me quedé mirando por la ventana recordando cuando ahí afuera llovía siempre. Pero la realidad es que dejé de tenerle cariño al invierno hace tiempo.

Toda la ternura que me transmitía, tras muchos diluvios internos, se esfumó.

Pasé la última navidad en Arabia Saudita, cómo también pude pasar otras muchas en diferentes sitios del mundo. Nueva York, Abu Dhabi, Bruselas, Londres... Y cada navidad que llegaba parecía ser una foto en blanco y negro que se vislumbraba en la cronología del tiempo.

Quizá todo el asunto de la religión me tenía un poco harta ya.

Quizá simplemente estaba sentada en una cafetería minúscula del aeropuerto.

Quizá en el techo hubiera formas geométricas y el olor a café recién hecho embriagara todo el lugar.

Y pensaba en la vida. En cómo los planetas giraban, en cómo sería posible derribar alguna de todas las teorías conspiratorias que existen.

Llevaba más de ocho años viviendo fuera. Si contaba ese dulce instante en el que salí del nido, ese cómodo rincón de galletas caseras y achuchones matutinos, quizá podrían ser diez.

Ese término dejó de tener sentido. Cualquiera sabe que, después de ciertos momentos, llega esa época en la que ningún lugar es tu lugar y quizá es más acerca de las personas de alrededor que de sentirse en casa.

Recordaba las tardes infinitas de mi niñez, y pensaba en cómo la vida se va convirtiendo poco a poco en una batalla contra el tiempo. Pensaba en todo lo que me quedaba por hacer, por entender, por amar. Y de repente me invadía un sentimiento de finitud existencial inimaginable. Trataba de entender las conexiones que me habían llevado hasta aquel ínfimo instante. Los pasos en falso, las cualificaciones académicas, los romances fallidos. 

Y pensaba; ¿Acaso con el tiempo conseguiré observar la fotografía completa con la suficiente perspectiva para entender el conjunto de toda mi existencia? ¿Cómo podría elegir el camino correcto si el presente sólo avanza hacia el futuro como un tren en plena noche?



Y estaba pensando todo esto simplemente porque andaba tomando café en un rinconcito cuco del aeropuerto y de repente se puso a llover tras el cristal. Y entonces me fijé en ese bolso antiguo que traía conmigo, ese de las letras de países, medio roto por todos lados, y me invadió una sensación acogedora a la par que agria.

Yo no soy nada materialista, la verdad. No es una frase hecha, pocas cosas caras tengo y la mayoría no me las he comprado yo. En casa tuve pocos lujos, pero nunca nos faltó pan. Los caprichos eran más momentos con la familia que otra cosa, y cuando empecé por fin a ganar mi propio dinero resultó que me hacía mucho más inmensamente feliz viajar.

Y estaba pensando así; de manera caótica, errática, asincrónica, desordenada, sin sentido, igual que escribo esto. Igual que soy yo. Igual que el espejo de mi alma. Desde ese frágil rincón de mi niña interior que sólo querría ser escuchada.



Me gustaba bromear con todo esto. Con la incesante y merecida pesadumbre del tiempo que te empapa los hombros y hace que la mochila pese poquito a poquito algo más.

Con el paso de los años, cada vez me fascinaban más los pequeños detalles. Las cosas tontas, las palabras escritas, las llamadas de cariño, los abrazos que reparan. Me parecía tan indispensable declarar el amor hacia los demás. Todo en este utópico mundo terrenal en el que caminamos.

Había sido tan cobarde a veces.

Tantos besos que quise haber podido dar.

Tantos reproches que debí haberme sabido guardar.

Te echaba tanto de menos.

Echaba de menos cada minuto de la vida que podríamos haber pasado juntos.

Supongo que la lluvia me recordaba particularmente a ti. Supongo que estar a miles de kilómetros seguía siendo una pieza minúscula de las ganas que siempre nos habíamos tenido.

Supongo que me veía en esa vida y a veces sólo tenía ganas de salir corriendo.

Me hubiera gustado poder volver a correr hacia atrás. Enmendar los errores, secarme las lágrimas ágilmente, empezar a escribir la historia desde otro papel.

Me hubiera hecho muy feliz poder volver allí.

Take me back to the night we met.






Mi foto
My madness keeps me sane.