Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


domingo, 29 de abril de 2012

¿Es o no es?

La felicidad está escondida en la sala de espera de la felicidad.
Eduard Punset.

Y luego nunca sé volver.


Dicen que, sin lugar a dudas, la inspiración del escritor reside en la infelicidad propia. Para escribir necesitamos llevar una vida de mierda, para escribir es imprescindible estar realmente jodidos. Sin importar el motivo, desde mentiras hasta frustraciones pasando por un sinfín de lamentos y cabreos. Para saber escribir y hacerlo bien, una necesita un camino de gilipolleces varias que nos suscitan a la escritura de verdaderas obras de arte. Nadie quiere leer lo bien que te va o lo fácil que lo tienes. Además, siempre se catalogan los genios después de muertos. Díganme, señores, ¿qué sentido tiene eso?

Héroes.

Navegas entre tantas y tantas opciones que no hay manera de elegir ninguna. Elijas lo que elijas vas a joder a alguien, empezando por ti, sin dudarlo un segundo. Rachas de viento que nos visitan. Oportunidades que se escapan y no son capaces de volver. O no quieren. ¿Mejor? Ambigüedad. Cada moneda tiene sus dos lados. Aquí nadie entiende nada. Quizá tú, y apenas puedes. ¿Qué hacemos? Sólo contéstame, ¿qué hacemos ahora?


sábado, 28 de abril de 2012

Tú,yo,nosotros.

Vino y me abrazó. Así como no te abraza nadie nunca. Así como parece que se puede caer el mundo que a ti no te importaría ni lo más mínimo. Así como si se tejiesen en el aire de seda los anhelos de tus noches. Así de nítido, de oscuro, de cercano. Y en su abrazo sentí la calided que tanto añoraba y ese suave tacto de su piel. Tanto que lo echabas de menos. Sí, te hablo a ti. Tú sabes quien eres. Cuando no tengo qué ponerme, me pongo a extrañarte. Son de esos momentos para meter en alguna caja de cristal aver si por suerte o fortuna jamás logran salir de ahí. Así de simple, de difícil, de oportuno. Vino y me abrazó. Y me elevó en el aire a pesar de que no me gusta nada (aunque la mayoría de las veces me haga gracia) y también consiga sentirme querida. Cosas de esas incomprensibles pero que al fin y al cabo siempre son así. Por detrás. Despacio. Acercándose a mi oído y rodeandome con sus brazos. Así de cruel, de profundo, de real.

3 días después.


Fogonazos de luz. O en su declive de oscuridad. Incansables, que no se rinden. Que a veces mueren, y otras te despiertan . Dejaron de ser sueños algún tiempo atrás. Pura palabrería, o quizá pura verdad. Tal vez disfrazada. No es hora de pedir, ya no queda nada más. Que te devuelvan lo que es tuyo, y un sé feliz, como dices siempre. Vuelven a ti y te acorralan. Y les gritas, casi afónita. ''¿Cómo no te voy a querer?'', y desechos. Instantes. Uno más, y otro, y disculpas y recelos y secuencias que impactan. La lluvia que resbala por tu mejilla, sonrosada. La gente que se pierde los mejores momentos de la vida. Mojarse cuando diluvia, calentarse en la chimenea o tan sólo recordar. A veces recordar duele, igual que lo bueno, que también duele. Sobretodo cuando se va. ¿Y porqué dejamos que se vaya? ¿Más fácil adormecerse? Y de nuevo flashes que se disparan en tu subconsciente. Caminos largos, que se turban de niebla, que resurgen en mitad de destellos. Nadie brilla como tú y mi corazón late, imparable mientras un sudor frío recorre mi espalda. Diferentes agonías, imperdonables lamentos. Ahora te jodes. ¿Y qué más dará? Ya no te lo pueden quitar, aunque ni siquiera lo percibas. Qué culpa tengo, si ya no me acuerdo. Y más fogonazos de luz, más conversaciones tristes, o que suscitan tu atención. Recuerdos. Despiertos. Indomables. Callaos de una vez.
Por favor.

miércoles, 25 de abril de 2012

Mira, que hoy no.

Y entonces tú te levantas por la mañana, oh sí, que gran día te espera, son las siete de la mañana. Las jodidas siete de la mañana y tú querrías despertarte a las diez. Te conformas con las nueve. Incluso las ocho al menos. Y miras el despertador y le dices: joder, gran cabrón, párate un rato, tan fácil que lo haces cuando tengo que estudiar. Y te levantas, a duras penas y sabiendo que sino lo haces ya no abra otra oportunidad para hacerlo. Y te vas chocando con las puertas y llegas al baño. Abres el agua y te quedas pensando: que cantidad de litros estoy desperdiciando. Así que te pones a echarte agua como si no hubiera mañana hasta que se te congelan los parpados y del frío tienen que permanecer abiertos. Y te vistes y te vas. Y después de seis horas allí metida firmando papeles de asistencia y perdiendo los que tú tienes, vuelves a casa. Y estás cansada pero te tienes que volver a ir, así que te vas, y andas y andas y andas y al principio lo haces con ganas y bien rápido, y das la puñetera clase de inglés que está en el quinto copón divino y al salir de allí te encuentras cada vez peor. Y compras galletas a ver si algo de azúcar te ayuda a tirar, que llevas muchos días sin dormir bien y a la vez haciéndolo muy poco. Y vuelves a llegar a casa, porque siempre se vuelve a casa, como los anuncios de por Navidad, pero al igual que antes te vuelves a ir. Lo preparas todo y te vas. Y todos tus destinos son erróneos y al final no haces nada de lo que tenías que hacer, así que harta del día, decides relajarte, cenar y acostarte pronto. Vas a ducharte. Y de repente se oyen voces y quejas y sales de allí y observas agua por todos los lados y más quejas y más voces y más toallas y la fregona que en vez de tragar agua la expande y se está metiendo debajo de los sofás. Y tú te vas a cargar los muebles, dicen. Tú pones paños y más paños y toallas pero el agua no se va, sino que sale por debajo de los rincones cada vez más, yo sólo quería cenar y acostarme, si no pedía nada más. Y cuando todo está relativamente seco pero aún puedes matarte, ya que vas descalza, coges un yogur de la nevera y te tumbas en la cama. Por último repites eso que afirman de Es cierto que hay días que es mejor no levantarse.
Joder, gran cabrón, mañana otra vez a las siete.

martes, 24 de abril de 2012

Siento que yo toco el cielo.

-Iba sin pantalones por la calle.
-¡Joder! ¿Porqué no llevabas pantalones?
-Me recorrí la ciudad entera sin pantalones, y me sentí bien, sin pantalones, fresca, pero tremendamente bien.
-¿Pero porqué no te los pusiste?
-Creo que no me apetecía, o que se me olvidó, o quizá yo hice que se me olvidasen, no sé, no le des tantas vueltas, se quedaron en el armario, estaban muy agustito ahí y me dijeron: ''Señorita tú, hoy preferimos quedarnos aquí'', y de todos los pantalones yo quería esos, así que me fui sin ellos.
-Madre mía, estás fatal de la cabeza.
-¡¿Porqué?!
-¡Has ido a la facultad sin pantalones!
-Aquí estamos para comernos el mundo, no la cabeza.
We are young,
(como el viento)
y los pasteles de arcoiris.

¿No me ves?

Sólo se vive una vez,
para aprender a hacerlo bien.

Puede matarte y devolverte la vida.

¿Quién me contó que los cuentos nunca terminan? Mentira, verdad, a la par. Cuando los cuentos acaban, después de ese ''fueron felices y comieron (que por cierto, yo nunca lo he hecho) perdices'', no hay un fin, no hay un se terminó, no hay una lejana voz en el olvido que cierra y rasga las hojas de los libros. La historia sigue. ¿Y cómo? Todavía no lo sé, ni siquiera puedo creerlo aún. ¿Cómo puede durar lo bueno tantísimo tiempo? o ¿Porqué cambian las cosas cuando están bien? Ojalá no se terminen nunca mis historias, que no quiero decir mis cuentos. Ellos ya sí se acabaron. Y así como empezaron se transformaron en meros recuerdos. A mi me gustan más las historias, quién sabe porqué. Quizá por los amaneceres, porque las historias me despiertan en mitad de la noche y me besan la frente, y agarran y me abrazan. Los cuentos no hacen nada de eso, sólo hablan y hablan y rápidamente te engañan. Y ellas, así en un susurro que encoje tu alma, se apoderan de ti y consiguen hacerte volar.
Y a mi eso de volar
(y mojarme)
es de lo que más me gusta.
Llevo dieciocho años buscándote.
¿A mi?
A tu sonrisa.

Si te quiero, es.

Primera persona del singular, presente del indicativo del verbo querer. Dos palabras, tres sílabas, ocho letras. Novecientos sentimientos, seis caricias, una sonrisa. Puedes gritarlo día a día, comértelo, soñarlo, agarrarlo fuerte o puedes tenerlo callado durante toda tu existencia. Puede ser el amor de tu vida, un pasatiempo, un amor de verano, de invierno, uno que vino con las flores de primavera, o con las hojas del otoño. Una palabra puede colarse entre tus poros, invadirte y derramarse dentro de ti, también puede joderte la vida. Dicen, esa es la magia del a m o r.

sábado, 14 de abril de 2012

La melodía de mis monstruos

Llueve 
estruendosamente, 
como una tormenta de arena,
sin calma,
mis lagrimas 
al mismo son
enmudecen a las nubes,
que andan deshaciéndose,
peligrosamente,
embriagando mis ojos
cual algodón.
Y la gente huye de este sentimiento,
pobres cobardes,
¿a donde irán?

jueves, 12 de abril de 2012

Sí, te hablo a ti. Tú sabes quien eres.

De mejores recuerdos me han borrado. 
Y las notas se golpean unas contra otras y tú sólo puedes sucumbir a ese delicioso y estremecedor tormento particular y a ese reclamo de magia que se desviste delante tuya. Y tú, gozosa, les pides que continúen, 'sí, por favor, no dejéis de sonar', ardua y ávidamente se entremezclan con tus patéticas ideas, con las enormes palabras que te asfixiaban, con las paredes a las que te atan, con los colores que describen su sonido, con la mirada de encanto cuando observas como gimen, altas y lúcidas en tus oídos. Dadme, mis niñas, un candente susurro justo en mi boca que me haga gritar y arruine la realidad que tengo delante. Convincente, alagador, desafiante, caliente. Una más, sólo tócame una más.

Si amas a alguien, déjalo ser infiel.

Quejas y reclamos.



¿Y tú, tienes amor o te lo hago?

Posdata; la lluvia.

Nace la nostalgia buscando un corazón.
Esto de dejarse la piel es bastante extraño. ¿Y tú que haces aquí? Nadie te ha pedido que volvieras. Sí, ya sé que lo sabes. Yann Tiersen es uno de mis compositores preferidos. Sólo apúntalo. No me gusta la naranja. Aún estás a tiempo de irte. También puedes anotarlo si vas a trascribir cada una de mis palabras. Adoro el azul y mi número es el nueve. También me gusta la piña. Mis ojos son verdes. Apunta eso en jodidas mayúsculas, por favor. Ni azules, ni grises, ni verdes-azulados, ni azules-verdosos, mis ojos son verdes, y son los de mi padre. Nunca me he llevado bien con mi madre, pero él es diferente y me enseñó a colocar las piezas necesarias cuando se me caían los tabiques de todas mis ilusiones. Es un gran tipo. Mi hermano se llama Ángel, pero de ángel no tiene nada. Me gusta el chocolate, si es negro mejor. Adoro Mr Nobody y la canción Le moulin. ¿Lo has escrito todo? Detesto las arañas pero me gustan las zanahorias crudas, aunque sean naranjas. Creía que suspendería el examen de anatomía. Tuve un seis al revés. Me gusta el piano y el aire que me despeina. Me cansa el sol, pero me encanta tumbarme en el césped con buena compañía. Hay algo que no cuadra aquí. ¿Quién eres tú y qué haces leyendo esto? Coge tus papeles y lárgate de aquí. Es lo último que vas a tener de mi.

miércoles, 11 de abril de 2012

Es lo que tienen.


“Las casualidades no significan nada, no demuestran ninguna teoría. Solo exponen que cualquier combinación es posible, que la vida es más fantasiosa que el arte.” 
(Corre Rocker; Sabino Méndez)

Cicatrices en la lengua.

Se apaga. Parece ser bueno. Se apaga lentamente aunque a veces resurge. Tus sentidos sucumben a todos esos recuerdos. Dicen que ya es viejo aquel que tiene recuerdos. Y tú tienes cantidad de ellos, de esos que se esconden por los rincones. Que te tocan, que te besan, que se desviven una noche sin más. De esos que ya no vuelven. Y sales a la calle y tratas de olvidar. Has tomado una decisión. Buena. Lo correcto. Lo que se debe hacer pero nunca se hace, lo que nos oprime el pecho y nos deja sin un mísero soplo de aire. Se apaga y eso parece ser lo mejor. Vamos a perdurar el tiempo y a estirar una copa eternamente. No me busques. Tendría que pararme delante de ti. Y besarte, en la frente. Se consume, como esa cera que se derrama alzando una vela en el aire. Introduces tus dedos y ahí se adhiere firmemente. La yema de tus dedos acaba de adquirir una vida más. Son cosas demasiado complicadas que sólo entiendo yo. Y quizá tú, pero tú ya no estás. Y es lo mejor. Sabemos que no te olvidaré, ni tú a mi. Me lo dijo tu sonrisa ese día que nos llovió encima. Y ese olor me hizo evadirme de la realidad. Quieta. Párate. Vamos a dejarlo, más fácil así.
No te des por aludido, esto sólo es para mi.

miércoles, 4 de abril de 2012

I can show you.

A mi pesar, Mika, I'm not agree with you.
I LOVE days like this.

Fibra sensible

Ella fuma. A veces. Muy poco. Cuando se agobia, más bien cuando tiene miedo. Miedos. Y entonces me llama. Me llama y me pide un cigarro. Y me cuenta sus temores. Necesita nicotina para confesarme cosas. A menudo yo ya las sé, porque la conozco. Son muchos años. Pero yo la escucho y ella me habla. De todo pero siempre de lo mismo. Otra vez de ella, de ellos, de nosotras, de la vida, de ese vaivén sin sentido. De cómo se equivoca constantemente. Y entonces yo, sin que lo sepa, también le cuento mis oscuros. Y ahí se cambian los roles y es ella la que ofrece el cigarro. Y tú la que hablas, y la que se cansa. A mi me gusta escuchar, aunque luego nunca sepa qué decir ni como coño ayudar. Y ella me dice que esas cosas no se hacen. Y yo le digo que no, que están mal. Y las palabras se deshacen en el aire, en la ropa, en las ideas que fluyen entre ambas. Entonces te das cuenta de que no se puede superar una palabra. Un abrazo. Una mirada que te pida ayuda y consejo. Con ella es más fácil. Con ellas. Y con él. Tres personas. Daros por aludidos, vosotros que leéis esto. Ella fuma y me cuenta porqué empezó un día cualquiera a hacerlo. Y yo la callo y le digo que deje el pasado atrás, donde no se pueda ver, donde quede tras las cenizas de algo que prendió rápido y ardió con mucha fuerza. Y ahí nos quedamos, en mitad de cualquier avenida sin saber muy bien a donde nos llevan las palabras y porqué hay veces en las que necesitas que alguien venga y te ofrezca un cigarro.

martes, 3 de abril de 2012

Gritos de mimo.

''Y me he inventao, 
una celda de cristal,
donde encierro mis miedos 
y te puedo cantar.''

22. Y seguirán.

1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21... 22. 
Sí que son números. 
Más semanas son.
Y más días.
Y muchas horas.
Miles de segundos.
¿Qué hicimos con ellos?
Por algún lugar hay un álbum. 
Y más fotos.
Y muchos instantes.
Miles de momentos.
¿Qué sientes tú por dentro?
A mi me arden las costillas de quererte y se me hiela el corazón dentro de tus inabarcables gestos, allí en una celda de cristal. A mi me emborrachan las palabras que me susurras en todos los instantes que surgen de la nada y se convierten en todo lo que creamos. A mi se me deshacen las ideas cuando apareces. Se me cae el mundo al suelo. Así tan deprisa. No hace falta nada más.

El ruido que hacen los huesos que se rompen en el alma.

Qué voy a decirte yo. Haces bien. Aléjate de eso que te perturba. Es curiosa esta sensación. ¿Te perturbo? No sé si me alaga. Es más algo como no tienes idea de una mierda. Mejor así. Vive feliz. Nosotros ya cargamos con ello y no es necesario expandirlo más. Tú me entiendes. Ya sabes como son esos chismes exasperantes. Alguien me dijo que evitara y afirmara con precisión eso que me rondaba la cabeza. Lo que no imaginaba es que el espejo ahora me miraba del revés. Por las noches ya no soñaba con escaleras, sino con gente que iba y venía de todos los lugares. Frustrante. Aquí no se entiende nada. Sólo tú y yo. Tú y yo. Tú y yo. Formar parte de algo. Que vicio. Que asco. Así es la vida. ¿Y tú como te sientes? ¿Yo? Depende del día. Existen momentos en los que se te clavan en las costillas las ganas de aire y a punto estás de saltar a la realidad con tu caja de música y todo. Pero no. También existen momentos en los que recapacitas. Qué voy a decirte yo. Aléjate. Evita que me merodee más.
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My madness keeps me sane.