Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


domingo, 29 de agosto de 2021

*







Si pudiera vivir nuevamente mi vida. 

En la próxima trataría de cometer más errores. 
No intentaría ser tan perfecto, 
me relajaría más. 
Sería más tonto de lo que he sido, 
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, 
contemplaría más atardeceres, 
subiría más montañas, 
nadaría más ríos.

Iría a más lugares adonde nunca he ido, 
comería más helados y menos habas,
 tendría más problemas reales
y menos imaginarios.

Yo fui una de esas personas que vivió sensata y
prolíficamente cada minuto de su vida; 
claro que tuve momentos de alegría.

Pero si pudiera volver atrás trataría de tener
solamente buenos momentos.

Por si no lo saben,
 de eso está hecha la vida
sólo de momentos; 
no te pierdas el ahora.

Yo era uno de esos que nunca
 iban a ninguna parte 
sin un termómetro,
 una bolsa de agua caliente, 
un paraguas y paracaídas;
 si pudiera volver a vivir, 
viajaría más liviano.

Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar
descalzo a principios de la primavera y seguiría
así hasta concluir el otoño.

Daría más vueltas en calesita, 
contemplaría más amaneceres 
y jugaría más con los niños, 
si tuviera
otra vez la vida por delante.

Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.



[Jorge Luis Borges]










La soledad es el único amor posible.


Siete de la mañana, ese calor enfermizo no me dejaba ni respirar.

Pensé en que ya no me apetecían esos turnos interminables sin sentido. Y en que bien podían haber sido las tres de la madrugada, era casi desolador darse cuenta de que en tu interior siempre era de noche.
Sentía que a veces la oscuridad lo inundaba todo. 

Y cuando ese pensamiento se cruzaba por mi mente siempre recordaba aquellas letras... ''Que para mí siempre es de noche... pero ésta noche es todo un atardecer.''

Llegaba a casa y me sentaba un segundo a descansar. Y observaba aquel jarrón de cristal en la lejanía durante unos segundos y pensaba... ¿Para qué?

Creo que sólo comprendemos aquellas preguntas que sabemos responder.

Ya no me apetecía tanto. Parece que empezaban a cansarme las voces, los ruidos, los gritos.

El agua de la ducha me caía encima con tanta fuerza que pensaba que quizá todos esos pensamientos desaparecerían por el desagüe. 
Pero ahí estaban, a mi lado. Día y noche.

Y me tumbaba en la cama y pensaba... ¿Para qué?
Y ya no me apetecía tanto; estar donde estaba, hacer lo que hacía, vivir en esa eterna carencia de sentido. 

Y las ilusiones se tornaban menos ilusiones, las barreras irrompibles comenzaban a romperse y lo que sí que me apetecía de verdad era salir de todo aquello, coger una mochila, un vuelo tonto, tres camisetas y desaparecer de allí.

Lo peor es existir por inercia. Sin reparar en la finitud, en la fragilidad de este misterioso proceso llamado existencia. Y pensaba en que solo somos una infinidad de moléculas que intercambian sustancias químicas y chispazos eléctricos mientras buscan desesperadamente la serenidad mental.

He aprendido que, sino eres coherente contigo mismo, no eres nada. 

Y por eso mismo... en aquellos momentos siempre me preguntaba... ¿Para qué?

Y me apetecía café temprano en alguna plaza bonita llena de luces mientras leía un libro y el frío me helaba las manos. Me apetecían esas agujetas en la tripa de haberme pasado la noche entera riendo a carcajada limpia con los cuatro amigos de siempre. Me apetecía pasear bajo la luna por las calles de la Alhambra mientras descifraba a qué hora cerraba el próximo bar. 

No me apetecían las normas, ni la presión establecida, ni aquellos millones de trámites que no me importaban en absoluto porque... ¿Para qué?

Te dicen que madures. Te lo dicen a todas horas y por todos los medios posibles. Te lo dicen los libros: tan polvorientos, tan sabios. Te lo dicen en tu casa delante de un amargo plato de comida que parece que no se termina nunca. Te lo vuelven a decir en la universidad, fundamentado, esta vez, en algún sistema filosófico de valores y creencias que goza de gran veneración por parte de innumerables sabios en sus áreas de conocimiento y que también viene a decir: madura de una puta vez, niñata.

Te encierran en una cárcel de tiempo, en un ritual interminable de relaciones sociales absurdas y decenas de procesos burocráticos disparatados.

Y siempre con esa sensación, esa sospecha punzante de que tu verdadera vida pasa ante tus ojos mientras tú te dedicas a sonreír cordialmente al público y a apagar maquinas de madrugada.

Y yo pensaba, ¿para qué vivimos? ¿De verdad alguien piensa que podemos hacernos merecedores de esta frágil y diminuta porción de tiempo que nos ha sido dada si no la utilizamos para follarnos la vida de cabo a rabo, para pasarnos por la piedra todo lo establecido y poner el mundo del revés?

Todo lo que me apetecía era aprender a bailar otra vez. Vivir en un ático pequeño en alguna ciudad desconocida mientras aprendía francés. Pasear bajo la luna sintiendo la arena húmeda en mis pies en alguna playa pérdida del mundo donde no me conociera nadie. Incluso tener tiempo suficiente para aprender a cocinar.

Creo que quizá estoy planteando el dilema de manera incorrecta porque, en realidad, irse o quedarse no tienen demasiado sentido cuando uno ya no sabe muy bien donde está.








[sólo necesitamos el beso de alguien que no quiera cambiarnos.]



Once you truly experience a spiritual bond that transcends physicality, 
you will always consciously or unconsciously seek bonds 
that are able to pierce into the deepest layers of your soul, 
and anything less just feels so frivolous.




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My madness keeps me sane.