Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


sábado, 17 de julio de 2021

Verba volant, scripta manent

Con frecuencia se habla del desamor desde la perspectiva de quien es abandonado. 

Pero el que se marcha también  se lleva su pedacito de porquería.

Elegir entre la persona que amas o tú es de lo más triste que te pasará jamás.

Al principio, quizá sientas un sincero alivio. 
Caminarás por la calle, sintiendo la brisa en la cara y pensarás: 'Por fin soy libre de todo aquello.'

Pero el desahogo inicial, para los que pensamos nuestros sentimientos, lentamente se revela engañoso y efímero. La ausencia de quien una vez quisiste pronto se llena de algo que no se sabe muy bien qué es.
Reproche, culpa, enfado, pésimos noticiarios, lloros, agua estancada, palabras rotas...

Ésta movida se va haciendo más y más gigantesca -tal es el tamano de la ausencia- hasta adueñarse de todo cuanto eres y de todo cuanto creias ser.

Y caminas por la calle, sintiendo el viento helado en la cara y al final acabas sentada en un banquito, mirando a un lado y a otro, mientras comprendes una de las lecciones más importantes de tu vida:

cuando ya crees que ha pasado todo, 
en realidad te queda absolutamente todo por hacer.


Dime algo bonito.
Nosotros.












viernes, 16 de julio de 2021

Crecer, ese bonito malestar.

En realidad es sencillo: el tiempo lo destruye todo. 

De una manera indiferente e implacable. 
Sin distinciones. 
Sin apenas darte cuenta. 
Incluso de una forma un tanto poética:

La primera decepción. 
El primer instante de manos inexpertas y muslos pubescentes bajo las luces temblorosas de una noche cualquiera. 
El romance fallido.
La dieta fallida. 
El reproche fallido. 
La esperanza que, caprichosa, se coló ayer por la ventana y pellizcó tu corazón. 
El tren que partió al mediodía. 
Los sueños rotos de la infancia. 
La alegría, el despecho, la nostalgia, la inocencia, las drogas que te fumaste. 
El profundo agujero negro en el que caerás mañana. 
Los días, las semanas, los meses que pasarán hasta que te cerciores de que nadie va a venir a salvarte de nada.
La agónica carencia de oxígeno, la insoportable quietud que te empuja una y otra vez a estrellarte los sesos contra la pared. 
Voces de alarma, sirenas de ambulancias, ventiladores pitando. 
Las mentiras que dijiste. 
Todas las veces que te mintieron. 
El perdón que nunca supiste pedir. 
La disculpa que jamás llegó. 


En serio, de verdad, el tiempo se lo folla todo.


El tiempo es un hermoso aliado.






jueves, 15 de julio de 2021

La libertad es un estado de ánimo.

 






https://www.youtube.com/watch?v=ryAW5FVGprw





Lo bonito de algunos muros es que cuando los besas 
se desploman.






Destino favorito: tus (a)brazos.

Siempre son los detalles.

Esos pequeños detalles. 

Ese quedarme dormida en tu pecho mientras intentamos ver la misma película por tercera vez. 
Ese reírte de mi torpeza mientras pierdo cosas a mi alrededor excusándome en mi supuesto 'orden'. Todos esos papelitos por todos lados.
Ese protegerme tan sano que te lleva a desviar la mirada cuando sabes que estoy haciendo algo incoherente.
Esos ojos enormes y azules que compiten con cualquier galaxia del firmamento. 
Ese guiño travieso cuando te pides un zumo de sandía porque te recuerda a mí. 
Esos abrazos que ojalá no terminaran jamás. 
Ese tímido susurro que escribe en el aire; ''El tiempo no tiene suficientes días para separarnos.''

Detalles, diferencias.

El mundo podrá ser la mayor bola de fuego candente del universo y podrá extinguirse el fracaso, la frustración y el desconsuelo que, si no están tus ojos limpiándome la tristeza y abrazándome fuerte en cualquier momento, acabaré igual de derruida y deshecha que siempre.

Me eriza la piel el sonido de tu respiración. Me cautiva cuando leo en tus pensamientos: ''no me gusta que estés triste cuando esta distancia no me deja abrazarte.''

Ya me conoces, fatalizo las situaciones.
Vivo y siento las cosas con una intensidad que podría mover montañas. No conozco el término medio, llevo las emociones a todos los extremos; 
puedo amarte hasta volverme completamente loca o sentir total y absoluta indeferencia.
Es cierto eso, cuando no puedo más, huyo. Soy impulsiva, no tengo control.
No sé estar solo triste. Yo me jodo, me atasco, me derrumbo, me autodestruyo, me destrozo.

De corazón te digo; creo que tú puedes entenderme.
Aunque de repente parezca que levanto torres y murallas entre ambos. Aunque sin más me vuelva fría e impasible. Aunque parezca que me alejo, que desaparezco, que me aislo. 

No podría explicarlo, si sólo pudiera abrazarte en ese momento...
Si sólo en ese justo instante de batalla y caos tuviera el calor de tu cuerpo conmigo. 
Tú y esa forma de recogerme entre tus brazos. 

Todos los problemas que existen en mi cabeza se esfuman cuando me estás abrazando. Tan real... 
Y entonces me gusta acercarme a tus labios mientras leo en tu ojos: 'Preciosa, te haría el amor cada noche de mi vida. ''

Me basta con que tengas claro una cosa.
Aquí estoy, 
contando los minutos para oír tu voz.

Queriendo descolgar la luna contigo.

Me sé de memoria el mapa que forman los lunares de tu espalda. Tanto que pienso que quizá sea la constelación más hermosa que he visto en mi vida, -y mira que me he tirado horas mirando estrellas-. Pero ya no hace falta, estás aquí.

Me sé de memoria esa curva tan bonita que se dibuja en tu sonrisa,
que ilumina el aire,
al agua del mar,
ésta habitación, la tuya y nuestra vida.

Esa bendita curva de tu sonrisa.

Me sé de memoria lo que quieres que te susurre, y cuando quieres que te bese.
Ese punto de éxtasis en el que no puedo respirar
porque sólo puedo verte a ti,
tocarte a ti,
sentirte a ti.

Te dije que tengo miles de canciones ligadas a un recuerdo pero, si te soy sincera, sólo hablaba de ti.
En todas ellas.
Partituras de canciones que se baten en el aire
junto a la luz de tu risa.
Letras que se entremezclan con los latidos de tu corazón. 

Yo que pensaba que no había nada más bonito
que la luna de madrugada,
y entonces tú.

Yo no buscaba nada y de repente te ví.

Menos mal que me llenas la vida de abrazos
y las noches (y los días, las madrugadas)
de besos
qué suerte que tus palabras
qué suerte que tus caricias, tus miradas infinitas,
qué suerte que tú;

y menos mal que no hay nada más poderoso 
ni real
ni bonito
en el mundo entero
que tú.

Seré concisa;
Dejaría de escribir si supiese que con eso nada te volverá a doler.









Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir
desborda el alma.

-Cortázar-






jueves, 8 de julio de 2021

Dicen las estrellas que los fugaces somos nosotros.

Dicen que la vida es un amasijo de decisiones. 

Decisiones que tomamos, decisiones que nos imponen, decisiones en las que inevitablemente nos vemos envueltos.

Y yo me pregunto; ¿No será el destino un compendio enorme de decisiones pasadas? ¿No será que todas esas decisiones, buenas o malas, a las que algún día nos quisimos agarrar están dinamitando este justo instante?

Recuerdo muchas decisiones mal tomadas de mi vida en otro país, pero lo que verdaderamente rememoro es esa sensación extraña de ser arrastrada por una fuerza que apenas sabía reconocer.
Una fuerza ensordecedora; a veces triste, a veces suave y melancólica. 

Recuerdo que pasé mucho tiempo allí y la mayor parte de las veces siempre quería estar en algún otro lugar. 
Siempre con esa sensación de dejarme llevar por el viento helado de aquella ciudad. 
Como una especie de fuerza motriz que hacía que todo girara en torno a ella. 
Un dejarse hacer, un arrastrarse por las circunstancias. 
La percepción de que mi trayectoria estaba equivocada, que estaba errando todo el tiempo y no era capaz de reconducir nada en absoluto.

Cada instante pensaba lo mismo; ‘Seguro que el finde que viene será diferente.’
Y ahí estaba, cualquier noche ciega de amor y alcohol, acabando a las cinco de la mañana en casa de algún desconocido. 

Todo eran luces, casi relámpagos, que no me dejaban poner los pies sobre el suelo y plantarme a decidir. También pensaba, ‘todo esto está pasando por algo’, pero luego inevitablemente me di cuenta de que lo que yo llamaba destino, la vida lo llamaba ineptitud.

Algo parecido a la rutina, un poco de desaliento por todas partes. Un rumbo errático, una dirección equivocada.

Llegaba a aquella estación del Norte y caminaba lentamente hasta la plaza de la bolsa admirando tantísima belleza en esa ciudad… y de repente me veía envuelta en grupos de gente que no me importaban en absoluto. 

Temblaba. Me acuerdo que cuando volvía a Londres siempre llegaba allí temblando. En el tren, en el metro hasta llegar a casa. A veces de emoción, a ratos de desencanto. Y mi mejor amiga siempre me decía lo mismo: ‘Tienes que tomar las riendas de tu propia vida.’

Y yo siempre susurraba: ‘Todo esto está pasando por algo’. 

Y ese algo fueron meses y meses interminables de estar rodeada de gente mientras me sentía increíblemente sola. Allí estaba, bailando, fumando, bebiendo, encima de alguna tarima… y cuando llegábamos a casa apenas podía sostenerme en pie. Y al caer rendida en la cama siempre pensaba… ‘¿Ésta es mi vida? ¿Esto es lo que quiero recordar?'

Y me sentía ajena a mi propia historia. Haciendo cosas que no quería hacer, arrastrándome por las decisiones de los demás. No era cuestión de que yo quisiera o no hacer algo en concreto, no era si ponerme o no un vestido bonito, si salir o no a la pista, si terminar la noche en un sitio u otro… todo aquello que sentía era mucho más trascendental. Era como si fuera una extraña dentro de mi propia vida.

No sé muy bien explicarlo, sé a ciencia cierta que no estoy bien de la cabeza. 
Y sin acritud, tampoco me importa demasiado.

Pero un día aprendí que tratar de darle forma a lo que sentimos es otra manera de despertar. De darle luz a la vida, de transitar por tu propia realidad de un modo más revelador.

Apenas recuerdo a muchas personas que conocí allí, pero sí que recuerdo esa sensación pesada de ser derrumbada por las circunstancias. Daban un poco igual mis deseos o la calidad del momento que yo quería autoexigir, al final siempre acabamos borrachos en cualquier bar a las tantas de la mañana. 
Y entonces volvía a Londres, trabajaba a más no poder durante unos pocos días, esperaba aquel tren en St Pancras Station y vuelta a empezar.

Esa impresión de que la vida se me escapaba de las manos. De que no era capaz de agarrarla y se esfumaba entre mis dedos. Una especie de resistencia al transcurso de la propia existencia.

Y yo no sabía muy bien si debatirme entre la decepción o el resentimiento, pero todo tenía tan poco sentido… y entonces me sentaba en cualquier plaza mientras llovía o incluso nevaba y de repente empezaba a sentirme viva otra vez. 
De cuando aún adoraba la lluvia, esas perlas del trascender. 

Somos nuestras decisiones. 

Creo que me cercioré de que el destino no es más un cuento para críos pequeños y que cada paso que das hacía adelante inevitablemente te resta uno hacia atrás. El doble filo de Mr Nobody.

Así me siento un poco ahora. Apesadumbrada, autoexigida, una batalla campal.
’La chica de las dudas infinitas’’, me decían. Y yo me reía, pensando que todo el mundo estaba exagerando.

Con el tiempo he aprendido que no exageraban. Si acaso, que infravaloraban. 
Una tormenta real dentro de mi cabeza a todas horas, un caos indisoluble.

Recuerdo que lo intentaba acallar todo y que a veces hasta lo conseguía. 

Pero esa sensación jamás desaparecía, sólo bajaba un poco el volumen. Daba igual si cenábamos a la intemperie o si nos quedábamos viendo las luces de colores de aquella majestuosidad. 
Ahí estaba, conmigo, mientras que yo me dedicaba a intoxicarme de sueños, preguntas y dudas.

Ay, mi cabecita.

Supongo que con el tiempo aprendí a hacer migas con ella. A hacerme poco a poco su compañera. 
A cuidarla, a quererla, a comprenderla, a pensar que ese sentimiento de inadaptada en algún momento desaparecería.

Pero nunca lo ha hecho. 

Aquí está conmigo.

Abracémosla fuerte.






Somos solo luz.


Prefiero pensar que enfermedades como el cáncer tienen cura. Para recordar que mi abuelo murió de amor. O de risa. Pero no de esa mierda que lo desgarró por dentro. 

Prefiero pensar que hubo una solución, que el mundo te puede castigar de otras maneras. Para recordar que mientras él yacía en esa silla sólo trataba de soñar y de volar más alto.

Prefiero pensar que el cielo puede quitarte la vida, pero no el cariño. Para recordar que, aunque yo ni lo vislumbre, me vio nacer y me dio la mano al aprender a andar.

Prefiero pensar que todo lo que ocurre en la vida, ha de resurgir en la eternidad. 

Para recordar que, estés donde estés, me estás guardando día a día.

Quiero pensar que puedes tocar mis lagrimas, para recordar que un día estabas aquí.

Y así todo.

Morir de amor o morir de risa.

O morirse de recuerdos.

Supongo que, para ciertas personas, el recuerdo a veces se hace insoportable.









sábado, 3 de julio de 2021

Quitarse el escudo para ganar la guerra.


Uno es de dónde llora, 
pero siempre querrá ir a donde ríe.


Vagábamos por aquel lugar,
dichosos,
pérdidos,
exhaustos
alegres
felices
y oscurecía más y más,
y ya nunca tendríamos ningún hogar adonde ir
porque éramos libres para siempre.



Mientras dure esta música, 
seremos en el aire la flecha.



Diciembre de 1969

Carta de Pizarnik a Silvina Ocampo.

''Quien siente mucho, se jode y no encuentra palabras
y entonces no habla y esa es su condena.''

[...]






Dice que no sabe del miedo de la muerte del amor
dice que tiene miedo de la muerte del amor
dice que el amor es muerte es miedo
dice que la muerte es miedo es amor
dice que no sabe.






Es difícil explicarlo con palabras.

Deberíais saber que la gente olvida lo que hiciste, pero no cómo la hiciste sentir.

Deberíais saber que, en el clímax de la tragedia, no se puede pensar muy bien con claridad; que todo es ruido de explosiones, cristales rotos, alarmas ensordecedoras en todos los rincones.

Deberíais saber que las personas van llegando a tu vida cuando deben llegar.
Por algo, siempre por algo; para salvarte, para quererte o para destrozarte.
Y lo mejor es que todo eso puede ir por fascículos, uno tras otro, y cuando menos lo esperas o cuando crees que menos lo necesitas; ahí está.
Parece que hay momentos que justifican una vida. Vidas que duran un suspiro.

Que poco a poco el orgullo se desvanece, que comienzas a mirarlo de reojo, a cederle el paso en la puerta de la entrada, a preguntarle si ya ha comido.
Y que entonces queda por delante lo más difícil; decir lo siento sin que suene a melodrama urbano, a canción ligera, a revival de tiempos dorados.
Que no resultará a la primera. Ni a la segunda. Ni a la tercera. Que para que dos corazones consigan vaciarse de rencor y llenarse de ternura tienen que latir necesariamente a un mismo tiempo. 
Una conexión cósmica, una inexplicable coincidencia de voluntades. Que a veces da un poquito de vergüenza. Que en el momento clave igual te da por estornudar o las palabras empiezan a atropellarse unas a otras al salir de tu boca.

Pero que se te hace un nudo en la garganta cuando al fin vuelves a sentir el calor de su cuerpo.
Un nudo enorme.
Que tú también te echas a llorar y que finalmente te queda clavadito en el pecho el puto melodrama urbano de las narices.

Pero que eso ya no importe en absoluto. Que ya no importe nada, absolutamente nada, salvo que, al fin, estáis de nuevo uno junto al otro.
Tan pegaditos, tan temblorosos, tan transparentes. 
Como si todas las estrellas del cielo, conmovidas, estuvieran encogiéndose muy fuerte mientras os observan desde allá arriba.

Y que resulta que jamás se tiene mucha idea de porqué sucede todo esto.
Que parecemos condenados a encontrarnos y desencontrarnos todo el tiempo. Que a veces necesitamos gritarnos, abandonarnos y herirnos de muerte para recordar cómo era eso de querernos. Que cualquier noche, cuando nos acurruquemos en la cama, quizás ya no haya un mañana. Que ojalá haber sentido mucho antes el calor de tu cuerpo. Que esto siempre acaba resultando una movida complicadísima. Que puede que no convenga pensar demasiado en ello.

Porque esto, sencillamente, es lo único que tenemos. 
 
En el fondo, sólo se escribe por tres razones; 
para que te quieran, 
para pedir perdón, 
o para olvidar. 

Y no tienen por qué ir en ese orden.




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My madness keeps me sane.