Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


martes, 8 de diciembre de 2020

La culpa.

Digamos que decidí cambiar de vida otra vez. Toda aquella arena del desierto me asfixió. Me sentía atrapada, atada, anclada de pies y manos. Como esos pájaros que levantan el vuelo a mitad de verano, decidí irme. 

Y todo esto que estoy viviendo en este instante no me causa más que extenuación. Podríamos hablar de la interminable lista de cosas que he hecho mal en mi vida; las decisiones erróneas, los momentos inadecuados, los ratos de dolor innecesarios, el daño hacia el prójimo que infligí… 

Pero hoy vengo a hablar de la culpa. 

Esa sensación muda y silenciosa que te acompaña por las noches. Ese revolverse en la cama y no poder dormir después de llevar días y días sin descansar. Ese levantarte con un dolor de cabeza horrible y afilado que no te deja respirar bien. Ese malestar, ese estar escribiendo esto y borrar palabras porque nada es capaz de expresar la realidad. 

Esa decepción contigo misma. 

Y entonces me pregunto dónde está todo ese relativizar las situaciones del que yo siempre alardeo. Dónde encontrar ese alivio del que yo siempre hablo; esa paz interior, ese mirar a los ojos a otra persona sin vergüenza. 

No me gusta hablar de las etapas de mi vida porque se me remueve el dolor. 

Pero es así. Uno vive por capítulos y hay que aprender a aceptarlo. En esa cómica injusticia somos sólo críos pataleando contra monstruos imaginarios. 

El amor tiene algo de eso; de imaginario. Algo intangible, etéreo. 

Hoy he soñado contigo y me he despertado pensando que yo no existía. 

Es verdad aquello; a veces no se encuentra consuelo en nada. Creo que no existe vacuna para un adiós. 

El dolor, la confusión y la impotencia se hacen tan inabarcables que en verdad crees que estás como ausente porque ninguna palabra del mundo exterior te toca. 

La culpa; ese seguir huyendo de ti misma mientras los años te pasan por encima. 

Ese estar roto por dentro y seguir sangrando las mismas heridas una y otra vez. Ese llorar, ese desconsuelo. Ese tratar de ocupar el tiempo lo máximo posible para no poder pararte a pensar. Ese levantarte a las cuatro de la mañana con ganas de vomitar la mitad de tu vida. 

La autodestrucción. Apenas si puedo reconocerme en cualquier espejo, ¿qué me ocurrió?

El error es mirar lo de ayer con ojos de hoy, 

querer que las cosas vuelvan a ser igual 

cuando tú ya no eres la misma. 

Cómo si se pudieran reciclar los suspiros, dar un primer beso por segunda vez, olvidar lo escrito, narrar las historias desde una hoja en blanco. 

A veces el miedo también deja una resaca terrible. 

En estos días, 

días sin paz, 

noches sin luna.

Ningún lugar es mi lugar 

Y no consigo reconocerme en nada ni en nadie.

Así pues no estoy donde estoy ni dónde estuve.

Dejo mi cuerpo y me voy lejos, a ninguna parte.

Y no quiero estar con nadie,

Ni siquiera conmigo. 






jueves, 22 de octubre de 2020

Ponte guapo, todos mis deseos llevan tu nombre.

Tal vez no lo sabes, pero lo mejor que he podido escuchar en la vida han sido tus latidos.

Entre tanta sonrisa y tanta pasión lo mejor siempre eran tus latidos.
Incluso en este instante, una madrugada de viernes en la que añoro tus manos bajo mi falda, imagino tus latidos y la piel se me estremece. 

Tu corazón bombeando sangre a cada poro de tu piel mientras me sonríes. 

Un corazón que ríe, ferviente, enorme, hermoso. 


¿Sabes? Indefenso estás más guapo.
Y quizá suene un tanto dramático, pero perdería todos los aviones del mundo por un minuto entre tus brazos. 
Así que imagina.

Sin duda alguna, lo más bonito que he leído nunca ha sido tu voz.
Y te podría susurrar un montón de tonterías al oído sólo para escuchar cómo te ríes.
Ay, tu risa.

No sé, no conozco mejor forma de sanar que amando. Siempre arriesgando todo, en cada momento de ésta vida.
Ya sabéis, ante todo, no seáis de esas personas que ni siquiera lo intentan.
Mi truco es quererte con toda el alma y cruzar los dedos para que no falle.

Ya lo sabes, vivo enamorada de tus palabras porque creo en ellas como nunca he creído en mi misma.
Lo sé. 

Sé que eres tú porque haces de mí algo mejor.
Y eso ni yo misma lo había conseguido nunca.
Quizá no lo sabes, pero tienes un corazón tan grande que no te cabe en mis letras.

En resumidas cuentas;
Ya te he hecho espacio en mi vida. 
Quédate.








Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir
desborda el alma.

-Cortázar-



*










Si consigue distraerte y no está presente, es él.

Veintitrés de octubre, una de la mañana, no me puedo dormir.

Es curioso que -sin remedio alguno- día tras día, noche tras noche, ande vagabunda de ideas y consuelo hasta las mil y una de la mañana. 
Debería estar durmiendo ya, -todo hay que decirlo- y la música que me pongo a todo volumen no sé si me provoca agobio o melancolía.

El promotor más potente de mi vida es siempre mi desfase mental que anda a trescientos por hora y -sin razón alguna- aún no encuentro manera alguna de callar.
No sé si en positivo o negativo, siempre ideando cosas, planeando futuros, dejándome soñar.

De entre todas las noches de mi vida podría meter en un saco todas las que me han echo vibrar y -al relatarlas una a una- sólo quedaría al descubierto la magia que engendra la Luna bajo mi sombra y la de aquellos que he querido mucho algún tiempo atrás.

Ay, la luna.
Hace mil años que no me tumbo en cualquier lado a -sin más y sin porqués- contemplar su forma y observar cómo se mueve entre las sombras y los desvaríos del mundo. 

Total, que es la una de la mañana y no me puedo dormir.

He estado leyendo poemas y escuchando música de antaño y -joder- qué de intensidad tiene el pasado. Quizá debiera empezar a mirar un poquito todo lo que viene en lugar de aferrarme a la natural pero ilógica y devastadora creencia de que las sensaciones que percibía hace años van a volver. Quizá, no sé. Debiera anclar todo eso -despacio y lentamente- a un recuerdo tierno y cariñoso para colocarlo en un rincóncito de mi pecho, arriba a la derecha, debajo del último desamor.

Nada, no sé, al final todo se resume en tratar de ser eternos. 
Qué melancolía.

Como dato, cuando no sé lo que siento; escribo.

Y la verdad, -honestamente- se me da fatal.







*









Culpa de la luna.

Es infinitamente revelador cómo vas marcando a cada una de las personas que vas encontrando a lo largo de tu corta e intensa existencia. 

De verdad; todo es significativo, relevante, valioso. 

Cada gota, cada lágrima, cada minúsculo recuerdo. 

Cada beso, cada charla al amanecer, cada paseo por cualquier calle pérdida del mundo. Cada mínima persona que tocas y se queda grabada en tu subconsciente y aparece revelada en tus sueños. 

Todo es trascendente, vital.

Mi padre siempre me lo ha dicho muy claro; lo difícil en ésta vida no es coincidir, sino permanecer. 

Y toda la razón. 

Por algún sorprendente motivo que escapa a toda razón conocida, suelo quedarme en la gente. Así, sin explicación alguna. 

Y mirad; hace unas semanas coincidí con un amigo de la infancia que quizá hacía diez años que no veía y casi me hace llorar. Aún recordaba cuando jugábamos juntos de críos en el recreo.

Magia.

Es increíble cómo hay personas que llegan a tu vida y marcan un antes y un después. Gente que quizá llevas conociendo mil años, gente que acaba de llegar, gente que parece que se morirá a tu lado. Gente que te abraza y podría caerse el mundo que a ti no te importaría lo más mínimo. Así como si se tejiesen en el aire de seda los anhelos de toda una vida. 

Es hasta sobrecogedor. 

¿Nunca habéis sentido que sois todo un mundo carente de sentido? 

Pues a veces me parece incluso extraordinario. 

Parece ayer cuando sentía la ilusa pero inherente creencia de que podía comerme el mundo. Bendita, suave, preciada e ineludible inocencia. Han pasado muchos años y aquí sigo. 

¿No os parece inconcebible el mero hecho de poder existir? 

Lo demás todo es despertar.



No me hagáis mucho caso;

hoy la noche va de recuerdos.

Gracias a todos de corazón.


A menudo pienso que la madrugada 

es la materia prima que revienta nuestra almas.






El fin


"" Si pudiera vivir nuevamente mi vida,

En la próxima trataría de cometer más errores. 

No intentaría ser tan perfecto, 

me relajaría más. 

Sería más tonto de lo que he sido, 

de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.

Sería menos higiénico.

Correría más riesgos, haría más viajes, 

contemplaría más atardeceres, 

subiría más montañas, 

nadaría más ríos.


Iría a más lugares adonde nunca he ido, 

comería más helados y menos habas,

 tendría más problemas reales

y menos imaginarios.


Yo fui una de esas personas que vivió sensata y

prolíficamente cada minuto de su vida; 

claro que tuve momentos de alegría.


Pero si pudiera volver atrás trataría de tener

solamente buenos momentos.


Por si no lo saben,

 de eso está hecha la vida

sólo de momentos; 

no te pierdas el ahora.


Yo era uno de esos que nunca

 iban a ninguna parte 

sin un termómetro,

 una bolsa de agua caliente, 

un paraguas y paracaídas;

 si pudiera volver a vivir, 

viajaría más liviano.


Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar

descalzo a principios de la primavera y seguiría

así hasta concluir el otoño.


Daría más vueltas en calesita, 

contemplaría más amaneceres 

y jugaría más con los niños, 

si tuviera

otra vez la vida por delante.


Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo. ""


[Jorge Luis Borges]









Crecer, ese bonito malestar.

En realidad es sencillo: el tiempo lo destruye todo. 

De una forma indiferente e implacable. Sin distinciones. Sin apenas darte cuenta. 

La primera decepción. El primer instante de manos inexpertas y muslos pubescentes bajo las luces temblorosas de una noche cualquiera. El romance fallido. La dieta fallida. El asesinato fallido. La esperanza que, caprichosa, se coló ayer por la ventana y pellizcó tu corazón. El tren que partió al mediodía. Los sueños rotos de la infancia. La alegría, el despecho, la nostalgia, la inocencia, la plata que te fumaste. El profundo agujero negro en el que caerás mañana. Los días, las semanas, los meses que pasarán hasta que alguien consiga rescatarte. La agónica carencia de oxígeno, la insoportable quietud que te empuja una y otra vez a estrellarte los sesos contra la pared. Voces de alarma, sirenas de ambulancias, chalecos reflectantes. Las mentiras que dijiste, todas las veces que te mintieron. El perdón que nunca supiste pedir, la disculpa que jamás llegó. 


En serio, de verdad, el tiempo se lo folla todo.


El tiempo es un hermoso aliado.




Un abrazo tan fuerte que te rompa los miedos.

El latido de tu corazón sonaba fuerte, pero tus oídos aún no habían adquirido la agudeza para escuchar su música. La luna menguante parecía reírse de un chiste que nadie más podía entender y el mar se enredaba entre los dedos de tus pies sin conseguir hacerte cosquillas siquiera.


Aquello no era vida, era algo distinto. Una forma de estar, sin ser. Un modo de ocupar el espacio al borde del tiempo, la torpeza de plantar un pie delante del otro como quien cree que una veleta gobierna la dirección del viento. Era subsistir, no más.


Andábamos sin percatarnos de que éramos ciegos hasta el momento en que nos sostuvimos la mirada, hasta que entre tus ojos y los míos se elevó este puente. Entonces fue fácil comprender que nuestros caminos estaban entrelazados desde antes, mucho antes. Esta historia viene trenzándose desde otras vidas, desde la vez que éramos un par de abejas decantando miel sobre las lenguas o desde cuando éramos juglares tañendo la cítara y el laúd.


Pero nos miramos, y a partir de ese instante no pudimos dejar de escuchar la melodía. Dentro de nuestro pecho palpitaba un tambor. Danzábamos como poseídos por el ritmo de esos latidos y de pronto se nos hizo evidente que cuando la luna nos miraba, se reía con nosotros.


Créeme cuando te digo;

tu y yo

vamos a ser eternos.




Un suspiro es el aire que te sobra cuando alguien te falta.






lunes, 19 de octubre de 2020

26 cosas que he aprendido antes de los 27.


1.    Que la vida no viene con manual de instrucciones, 

pero te regala unos padres. 

Agradece siempre a tus padres. No te olvides nunca de tu familia, por muy autosuficiente que te creas. Nunca dejes de sentir gratitud por la gente que te ha hecho ser cómo eres y llegar a donde estás. Agradece todos sus valores, sus detalles, el amor incondicional que te brindan. 


2. Que para ser vieja y sabia primero hay que ser joven y estúpida.

Todo es ir probando. Permítete equivocarte. Busca tu camino, indaga las opciones viables. Estudia lo que te guste, trabaja en lo que te apasione, nunca desistas buscando lo que te llena el corazón. Trata de encontrar tu camino, prueba, inténtalo de nuevo, insiste mañana, no vas a encontrar tu lugar sin equivocarte al menos mil veces. 


3. Que si es importante encontrarás tiempo, 

sino, encontrarás una excusa. 

Tus prioridades cambiarán. Te alejarás de muchas personas, abandonarás a muchos amigos. Pero nunca dejes de dedicarle tiempo y esfuerzo a esas cosas y personas que verdaderamente merecen la pena. Prioriza lo importante.


4. Que el destino decide quien entra en tu vida, 

pero tú decides quien se queda.

Busca tu felicidad por encima de todas las cosas y personas del mundo. No te reprimas ni dejes que te pisoteen. Piensa en ti y nunca te dejes atrapar por la mecánica de la sociedad. Vive a tu manera, ten tu propia forma de pensar. Destierra todo lo tóxico de tu vida, no lo dejes más entrar. 


5. Que la sangre te hace pariente, 

pero la lealtad te hace familia.

Esa amiga de la infancia que podría ser tu hermana. Cuida de la gente que te rodea. El significado de respeto y lealtad ha ido deformándose para mí a lo largo de los años. Ama. Sé leal con las personas que lo merecen, crea vínculos de cariño y amor. La confianza se tiene o no se tiene, no existen niveles intermedios. 


6. Que debemos aprender a pedir perdón, 

y nunca es tarde para ello.

Pedir perdón no es tan difícil como parece. Es importante aprender a aceptar que podemos equivocarnos (punto flaco personal ahí). En el hospital nos enseñaron a aceptar que podíamos equivocarnos. Hubo un médico que se equivocaba y siempre aceptó la culpa. El mundo iría mejor si aceptáramos que nos equivocamos, que hemos errado, que lo aceptamos y asumimos nuestro error.


7. Que no se debe prometer, tomar decisiones importantes o discutir cuando se está eufórico, cabreado o triste. 

Date espacio, tómate tu tiempo. No digas, hagas ni decidas controlado por las emociones. Trata de mantener la compostura. Piensa con claridad, reflexiona. No te dejes atrapar por la telaraña de la ira o el rencor. 


8. Que si esperas por las condiciones perfectas para hacer algo, 

al final nunca vas a hacer nada. 

Si no consigues ser feliz donde estás, no vas a conseguirlo en ningún lado. Valora lo que tienes. Agradece lo que te regala la vida. Sé entusiasta con el mundo que te rodea. Esfuérzate por cambiar tu visión de la realidad. Somos unos grandes afortunados. 


9. Que el dolor es inevitable, 

pero el sufrimiento es opcional.

Típica frase de todos los libros de autoayuda. Pero es real. Personalmente creo que cuando sufres por algo que no ha pasado te estás obligando a vivirlo dos veces. Acepta el dolor, no eternices el sufrimiento.


10. Que lo que vas criticando por ahí sobre otros, 

dice más de ti que de los otros. 

La felicidad tiene muchas acepciones. No hay que juzgar a nadie sin conocer su historia. La humidad como valor que prima entre todos los seres humanos. Deberíamos aprender a aceptar la diferencia de opiniones, razones, preguntas y formas de vivir. Dicen que en una historia siempre hay tres versiones; la tuya, la mía, y la real. Nadie posee la verdad universal, todo es subjetivo.


11. Que cuando alguien te quiere se nota. 

Y cuando no, se nota más.

Como bien dicen, las palabras se las lleva el viento. Deja las palabras correr. Nadie que merezca la pena se entretiene en regalarte el oído. Eres lo que haces, lo que piensas, cómo te comportas y cómo tratas a la gente. Eso eres, no lo que dices que eres. Confía en tu intuición.


12. Que es mejor que te hieran con la verdad a que te consuelen con la mentira. 

No pasa nada por romperse en pedazos. No eres tan fuerte como te crees, déjate ayudar. Pide ayuda, presta toda tu atención. No te dejes dominar por el dolor. Todo pasa, incluso ese dolor. Nada dura eternamente. 


13. Que es mejor estar solo que mal acompañado.

Quiérete. Aprende a perdonarte. No te dejes controlar por ideas tóxicas. Valórate mucho. Date espacio para crecer.


14. Que hay que poner punto final a algunos capítulos de nuestra vida para escribir nuevas y mejores historias.

Nadie escoge de quién enamorarse. El corazón es así. Vive, siente, entiende, disfruta, ríe. Pero sobre todo, aprende a soltar. Deja de aferrarte. No te culpes nunca. Deja las cosas fluir. Reescribe tu historia. Deja el pasado atrás. 


15. Que no pasa nada por no caerle bien a todo el mundo; 

 porque no todo el mundo importa.

Habla en positivo. Escoge bien tus amistades. Rodéate de gente que te haga sentir más. Más sana, más guapa, más real. Nunca vas a poder contentar a todo el mundo, no te obsesiones con ello. No necesitas la aceptación social. Crea un espacio sano en tu cabeza, vas a vivir ahí durante mucho tiempo. 


16. Que el sentido común no es tan común como parece.

Estar loco es más rentable de lo que parece. No es obligatorio ser tan racional. Hay que dejarse llevar y observar la realidad con ojos de crío. No crezcáis tan rápido, dejad un poco de ilusión dentro de vosotros. Vivid despacio, disfrutad más.


17. Que a veces lo más inteligente es hacerse el tonto.

Elije bien tus batallas. No siempre es necesario llevar razón. Reflexiona acerca de la realidad, trata de debatir sin censurar a otros. No permitas que te pisoteen, pero no te enzarces en bucles infinitos, tu tiempo es más importante.


18. Que la vida no está pensada para ser vivida en un solo lugar.

Viaja. Ábrete al mundo, empápate de otra gente, de otras culturas, de otros mundos. Nunca dejes de crecer como persona. Visita nuevos sitios, hazte fotos en todos lados, amplia horizontes, enseña lo que sabes y descubre todo lo que esté en tu mano. Nunca dejes de descubrir.


19. Y por lo tanto, 

que viajar cuesta dinero, 

pero te hace más rico.

Huye lo más lejos que puedas al menos una vez. Echa de menos tu casa, tu vida, tu rutina. Explora nuevas opciones. Ten miedo, enfréntate a tus propios demonios. Indaga en ti mismo. Cuando sales al mundo te das cuenta de que sólo somos pequeñas luces dentro de la eternidad. Abre tu mente.


20. Que la amabilidad es una llave que abre puertas en todo el mundo.

No seas arrogante, trata bien a los demás. Descubre cosas nuevas sin juzgar lo que te rodea. Aprende de la vida. Aprende de las personas, de los momentos, de la gente que te falla, del desamor, del amor y su éxtasis. Sé amable con el mundo.


21. Que si hablas, sólo repites lo que ya sabes. 

Pero si escuchas, puedes aprender algo nuevo.

Déjate enseñar. Aprende de los demás. No te obceques en tus propias ideas una y otra vez. Escuchar más que hablar. Trata de entender a los demás, ten la mente abierta. Hay un mundo ahí afuera repleto de cosas que ni siquiera sabes que existen. 


22. Que la vida es eso que pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes.

Ten presente que estamos aquí un rato, que incluso mañana podríamos desaparecer. Valora tu tiempo aquí, descubre y crea cosas increíbles. Construye una vida de la que te sientas orgulloso.


23. Que las mejores cosas de la vida no son cosas.

Que el tiempo es oro. Y es el mejor regalo que alguien te puede dar.  Hay que admirar los pequeños detalles que nos ofrece la existencia. Despertarse con la persona amada, un café en la terraza mientas llueve, una sonrisa de tu profesor antes de graduarte, un último abrazo antes de una despedida. Hay que desterrar la idea global de disfrute colectivo. Cada uno tiene sus pequeñas aficiones y sus pequeñas maravillas. Disfrutar de cada una es realizarse en un ámbito más personal.


24. Que nunca es tarde para reinventarse.

Nunca, jamás. Coge tu vida y tírala a la basura. Crea nuevos finales, vuelve atrás si lo necesitas. Ten autocrítica, aprende de ti mismo. Conviértete en cenizas y renace una y otra vez. Reescribe tu historia las veces que quieras. He estado al lado de gente muriéndose que sólo se ha arrepentido de las cosas que no han hecho. Inténtalo, reinvéntate.


25. Que nadie va a apreciarte por tu cargo en la tarjeta, sino por tu manera de ser.

Sé buena persona. Llena tu corazón de cosas positivas, ayuda a los demás. No te dejes arrollar por las corrientes de la sociedad. Conviértete en alguien con quien estar, confía en los demás, haz gestos amables, ofrece tu mano a quien lo necesite. Que cuando alguien diga tu nombre sólo pueda salir una sonrisa de ese pensamiento. 


26. Que todo tiene solución, 

menos la muerte.

La frase que te susurraba tu abuela acariciándote la cabeza cuando llorabas por cualquier bobada. Sé consciente del poder de tu propia salud. Cuídala. (Sí, no seré yo el mejor ejemplo de todos.) Vas a vivir toda la vida dentro de ese cuerpo, conviértelo en una máquina que funcione a la perfección, que te ayude a alcanzar tus metas. No te preocupes demasiado por todo lo demás. 








miércoles, 14 de octubre de 2020

Alma, ponte color de amor.

Me recuerdo sentada en el borde de la ventana escuchando ésta canción. 

Recuerdo que estaba fumando, que las hojas caían suavemente y que aquel reloj de la plaza marcaba las tres de la mañana.

Recuerdo que me fijaba en la gente que pasaba; unos paseando tranquilamente mientras otros se escondían en la oscuridad de las esquinas.

La noche caía sobre mis hombros, y recuerdo que pensé en cuántas veces de mi vida recordaría ese momento ligado a ésta canción.

Me parece increíble cómo la música puede transportarte a otros años, décadas, momentos de tu vida. 

Cómo parece que corre por tus venas, como a veces incluso puedes percibir lo que sentiste, cómo esos instantes empiezan a construir castillos en tu mente únicamente gracias a unas simples notas. 

Creo que no somos muy conscientes del poder del arte. 

Creo que no nos damos cuenta de que cuántos momentos se han quedado tallados en nuestra piel, en nuestra mente, en nuestros recuerdos. 

Me acuerdo de la lluvia. Recuerdo que empezó a llover gota a gota y de repente aquel sitio me pareció despoblado.

Me quedé mirando cómo se me iban empapando los dedos, las manos, el pelo, las ideas. Y como a cada estruendo del cielo yo sólo sonreía más y más. 

Recuerdo que el agua empezó a calarme la ropa, que pasé toda la noche recorriéndome la ciudad mientras me diluviaba encima. Estoy segura de que las pocas personas con las que me cruzé pensaron que andaba drogada.

No podría explicaros porqué o buscarle una explicación coherente. Es probable que aquello fuera una terrible estupidez. 

Pero yo recuerdo sentirme inmensamente feliz.

Recuerdo que me tiré horas escuchando estas canciones mientras andaba por la ciudad y me llovía encima sin cesar. 

A veces se nos confunden los entresijos de la felicidad

y andamos ciegos

y no los vemos

y están ahí.




All I ever wanted was you

I'll never get to heaven

Because I don't know how


-without you-







Ningún lugar en el mundo es más triste que una cama vacía.



Es muy probable que las mejores decisiones de nuestra vida no sean fruto de una reflexión de nuestro cerebro sino del resultado de una emoción. 




En materia de amor y desamor 
somos como recién nacidos toda la vida.




viernes, 25 de septiembre de 2020

Azar

Nadie tiene ni idea de quien es nadie.

Nos intuimos, nos sospechamos, nos evocamos al arrullo de una canción o entre las hojas que cubren las aceras. 

Es todo tan poético. 

Pero existe cierto tipo de pena de la que no suelen hablar los psicólogos, las revistas especializadas ni los poetas. 

De hecho, es posible que aún no tenga un nombre. Ni que lo tenga jamás: su naturaleza es demasiado vaga, indeterminada, nebulosa. No pincha como la amargura. Carece de la musicalidad de la nostalgia y tampoco se presta a un tratamiento cinematográfico, como ese desconsuelo beligerante que a veces se apodera de los niños, los cantautores y los moribundos.

Por carecer, hasta carece de lágrimas. 

En su lugar, prefiere manifestarse con algún suspiro impreciso, con un arrugar la frente, con un quedarse callado cuando todo el mundo está esperando a que digas algo. 

Y entonces piensan: esta chica no es feliz. 

Vaya por Dios: a esta chica le pasa alguna cosa.

La reacción posterior depende de una multiplicidad de factores. Quizás te preocupe. Quizás te sientas culpable. Quizás te importe una mierda. Pero lo cierto es que, a poco que lo pienses, acabas coincidiendo en lo fundamental: algo te sucede.

Que algo habita en ti desde el día en que naciste. Que algo siempre te impulsa a volver sobre la cara amarga del placer, a problematizar lo sencillo, a probarte el abrigo antes de que muera el verano, a pasar más tiempo del necesario en el baño, a querer mucho a un gato muy antipático, a escuchar canciones larguísimas, que siempre acaban desquiciando a toda la buena gente que te rodea, harta también de tu gato y de la indefinición de tu pena.

Y que sea lo que sea, no tiene la menor intención de marcharse.

Que puede que, en realidad, debiéramos contemplarnos como una compleja combinación de gloria y porquería que necesita de sus propias contradicciones para existir.

Y que si es sólo nuestro, podemos llamarlo como queramos.

Así tampoco se marchará, supongo.

Pero en serio: busquémosle un nombre bonito a esta mierda.











sábado, 12 de septiembre de 2020

Sálvate.

A veces me gustaría poder vaciar todo lo que tengo en la cabeza aquí.
Vaciarlo todo de golpe, sin dudas;
una especie de desconexión de mi misma, algo parecido a un reseteo mental. 

Dejar aquí en las letras todos los problemas, todos los entresijos, todos los llantos... y convertirme suavemente y de nuevo en un lienzo en blanco. 
Empezar a escribirme otra vez, transformarme en una nueva obra de teatro, verme con los ojos de ese crío pequeño que rallajea suavemente cualquier papel.

Y lo sé.
Lo difícil es la vida real,
la de las ojeras,
la de los fracasos,
la que está fuera de los libros y de los bares,
la que no queda tan bonita en un poema.

Lo bueno de escribir es que te vas desquitando de toda la porquería que tienes dentro, y al final -si lo haces bien- sólo te queda una pura y enorme bondad. 
Siempre he dicho que mis finales alternativos son tan buenos que no he necesitado nada más. 
Nunca des demasiadas explicaciones; 
ni siquiera a ti mismo.

Podría decir que; 
ya no queda casi nadie aquí.
Parece que después de tanto dolor siempre llega alguien que es un poco paz, calma y cielo. 
Y supongo que gracias al universo siempre acabas encontrando gente nueva por el camino. 

No sé, pienso que cuando una persona es capaz de transmitirte tanto con su voz ha de significar algo, no sé muy bien qué. 
A veces sólo soy capaz de reconocerme al mirarme en tus ojos.

A día de hoy me doy cuenta de que todo lo vivido no podría almacenarlo en ningún sitio, salvo en mi cabeza.
Lo sé, para qué más. 
Mi obsesión por el orden mental. 
Y eso es bueno, supongo;
no siempre hemos de acordarnos de todo. 
Los recuerdos se difuminan, las heridas sanan y el pasado va quedando cada vez más atrás.
Los lastres aún están presentes y espero desaparezcan pronto, -poco a poco-. En el fondo creo que el problema está en llamarlo fracaso cuando sólo ha sido otro intento.
Y así con todo.
Mucho me temo que donde mejor se vive es en tu propia versión de los hechos.

No sé, a querer nadie te enseña. Y mejor. Porque como te enseñen bien, estás jodido. 
Debe ser muy triste hacer todo lo posible para que alguien te olvide.

Y conseguirlo.

Pero no todo es que te quieran, no todo es que te cuiden, no todo es que te entiendan. Si cuando lo hacen no se te mueven mil universos por dentro, de poco sirve. 
Y podeis quedaros con esa vida, ya sabeís lo que hablo. A esa gente la aplaudo, yo nunca he sabido ser tan cobarde. Ninguna persona verdaderamente interesante se conforma con la realidad.

En la vida hay que fracasar, romperse hasta que el ego y el orgullo se descompongan. Convertirse en otro. Hacerse añicos, despedazarse. Y luego ya, siendo cenizas, volver a intentarlo.

No sé, nunca he entendido ese temor a no encajar. Sólo significa que no estamos hechos del mismo molde que la mayoría.

Y eso es increíblemente hermoso.


                                                                                 



martes, 8 de septiembre de 2020

Lo que empecé a vivir en primavera.

Eran las 7 de la mañana cuando aterricé.
Fue un vuelo horroroso. Tenía sentado al lado a un italiano que no dejaba de preguntarme cosas que no me importaban, las azafatas se disculparon varias veces diciéndome que no había más sitios libres en todo el avión y no pude dormir ni una hora en todo el trayecto.
Reí con firmeza, aquello del virus parecía un cuento.

Aún me dolía el pecho de aquella despedida tan horrorosa.
De corazón os digo, no recuerdo la última vez que había llorado tanto. Pensé por un segundo cómo se acostumbra tu alma y tu paz interior a estar en calma con alguien y cómo poco a poco parece que se va borrando todo lo malo que te ha pasado en la vida. Pensé en cómo parecía que te conocía desde hacía décadas, y apenas si quiera habíamos vivido dos Nochebuenas juntos. Pensé en tus ojos azules.

No podía dejar de pensar en esos ojos.
Esos ojos azules que me han dado paz, calma y guerra cuando más lo he necesitado. Esas manos, que me abrazan hasta que puedo olvidarme de la realidad. Esos labios, que me buscan y me estremecen día y noche.
Pensé en tu serenidad. En tu lealtad, en tu integridad. En esa forma de ver la vida tan característica que tienes. En tu firmeza, en tu lucha, en tus ganas de superación.
Pensé en que quizá no fuera muy consciente de todo lo que te quiero.

Pero algo dentro de mí hizo click. Sabía que sería duro, era consciente de que ese último mirarte a los ojos iba a destrozarme entera... pero no preveí en ningún momento esa reacción tan aleatoria de lágrimas y sollozos. Esa angustia, esa ansiedad. Ese miedo horrible que de repente me atravesó entera.
Me agarré a tu pecho cómo si de un salvavidas se tratara y no era capaz de aguantarte fijamente la mirada.

Creo que estaba tratando de pedirte perdón. Creo que necesitaba estar tan pegada a ti que pudiera recordarte a mi lado siempre que lo necesitara. Creo que te estaba haciendo daño, que la culpa me estaba asfixiando y no sabía muy bien cómo respirar con ella.

Empecé a llorar esa tarde y en este instante trato de esquivar ideas para no romper a llorar otra vez.

A veces parece increíble cómo voy de dura por la vida y de repente un ínfimo momento rompe todas mis cadenas. Me doy mucha ternura cuando me hago la valiente y me tiembla hasta el alma.

No quiero pensar mucho en ello. Volvamos a que eran las 7 de la mañana.
Acababa de llegar a Alemania después de 11 meses fuera de Europa.

Me sorprendió ver a una pareja besándose a la entrada de la terminal, me quedé tan absorta en ellos que tuve que apartar la vista para que no pensaran que estaba zumbada.
Y me di cuenta de todas las realidades que pueden coexistir en un mismo mundo sin que apenas seamos conscientes de ello.

Me fijé en los coches de la calle, todos tan ordenaditos, todos respetando semáforos, en la gente cruzando los pasos de peatones... En ese frío que me acariaba la piel y me hacía cosquillas en los labios.
Estaba entre asombrada y anonadada por una realidad que ni siquiera sabía que echaba de menos.

Aquellos 9 grados me recordaron ese 18 de Mayo en el que llegué al aeropuerto para encontrarme una nueva dimensión de la realidad.
Recuerdo que pensé que para mí era primavera. Reí suavemente. Primavera...
Y luego sonreí de verdad. Todo aquello que empecé a vivir en primavera.

Podría escribir cada capítulo de esa primavera con las letras de tu nombre.
Tus ojos; cada vez que me miras, cada vez que me has comido con esos ojos que me abrazan día y noche y me consuelan cuando lloro. Dulces, cálidos, eternos.
Todas las noches en tu cama; cada vez que te abrazo por detrás cuando suspiras, cada instante en el que me gemías al oído, cada susurro al dormir. Bonito, emotivo, real.
Reírnos juntos de todos mis desastres; cada momento en el que rompíamos a reír después de una falsa disculpa por tirar algo al suelo o tenerte la casa más desordenada aún.
Traerte café por las mañanas, cuídarte, arroparte por las noches, apagar silenciosamente el aire acondicionado cuando te quedas dormido...

Creo que tu mismo empezaste a ser una primavera suave en medio de aquellos 45 grados del desierto.
Mi primavera.
Quizá podría describirte así. Dónde empezaron a nacer nuevos caminos, nuevas flores, nuevas esperanzas.

Voy a echar muchas cosas de menos, pero lo más doloroso definitivamente fue dejarte a ti.
Dejarte a ti que fue cómo dejarme un pedazo de mi alma allí, cómo si me estuvieran arrancando una parte del corazón, cómo si me abrieran en canal y me despojaran de un pedazo de mi misma.

Estoy enamorada de ti.
y no me apetece privarme del sencillo placer de decir la verdad.
Estoy enamorada de ti 
y sé que el amor es sólo un grito en el vacío,
que es inevitable el olvido, 
que estamos todos condenados 
y que llegará el día en el que todos nuestros esfuerzos volverán al polvo.
Y sé que el sol engullirá la única tierra que vamos a conocer pero yo... 
yo estoy enamorada de ti.

Y no sé
me arde la garganta me agota tu ausencia
te quiero besar.
tal vez lo que realmente me pesa
sea no tenerte encima.

Te mereces que te besen cada día
cada hora
cada minuto.

Tienen razón. Hay que amarse. Hay que amarse y luego hay que decírselo.
y luego hay que escribirlo, y luego hay que besarse en los labios, en los ojos, en la piel, en todas partes...

Al gran descubrimiento de mi vida;

te amo
buenas noches.


                                











lunes, 31 de agosto de 2020

Te enseñaré a dar la vuelta al día en 80 mundos.


La vida es un tren que avanza a toda velocidad en mitad de la noche.
Y realmente tú no sabes ni a dónde vas. 

Un día apareciste ahí, tumbado en aquel asiento desgastado. Mientras un viejo reloj colgado de una pared marcaba los segundos frente a ti, escuchando el ruido del fuerte vaivén del viento que chocaba una y otra vez contra los vagones. 

Y así empezó a pasar el tiempo; mirando por la ventana, durmiendo a ratos, visitando lugares escondidos en mitad de las montañas.

Así seguía todo en calma en ese tren hasta que, sin previo aviso, alguien se subió a el y se sentó a tu lado. 
Sin más. 
Alguien llegó de repente e invadió tu espacio.

Y en ese primer contacto esa persona te saludó tímidamente. Tú esbozaste un cordial gesto con las manos, le miraste a los ojos unos segundos, apartaste la vista, te preguntaste porqué demonios no podía irse a otro vagón. 
Pero sólo al principio, y entonces fijaste la vista otra vez en aquel pueblecito que suavemente fuiste dejando atrás.

Creo que la vida es un poco así; esos caminos que todos recorremos dentro de nuestro propio tren. Esas preguntas, ese gesto amable con el que nos dirigimos al otro, ese quedarnos fijos en un paisaje que poco a poco se escapa ante nuestros ojos. 

Después algo cambia. Porque todo cambia, despacito.
Y ese pequeño espacio personal que llenabas únicamente contigo mismo de repente empieza a llenarse de gestos gentiles y miradas que poco a poco se alargan más y más. 

Y en ese espacio un tanto inhóspito y deshabitado que te inundaba anteriormente de repente empiezan a florecer nuevos gestos, nuevas flores, nuevos caminos.

Yo no soy nadie en el mundo; no considero que tenga una experiencia vital suficiente para influenciar verdaderamente a alguien, pero sí que creo que todas esas personas que van subiéndose y bajándose a nuestro tren son realmente parte de nuestra propia trayectoria de vida y de nuestro viaje.

Y creo que es fundamental también aceptar que no todo aquel que sube va a quedarse durante mucho tiempo. Y que hay gente que aparece en nuestra vida para enseñarnos algo, y luego desaparece. 

Hay gente que se sube en un determinado momento y, unas paradas después, decide que nuestro camino no es el suyo. 

Creo que es ese aferrarse a las cosas lo que nos lanza una y otra contra una pared y nos hace daño.

Pienso que todos estamos muy asustados, que nadie sabe realmente a dónde narices va. Que el tiempo pasa, que todo el mundo aprende un poquito más cada día. Que hay gente que empieza a casarse, a tener hijos, que otros se dedican enteramente al plano profesional... Pero simplemente sospecho que lo importante de verdad es tratar de disfrutar lo más posible dentro de ese tren, con todas las personas que lo habiten durante el tiempo que consideren necesario.

No se puede atar a nadie, pero creo que sí que se puede intentar atrapar todos esos buenos momentos. Quedarte con lo mejor que te dio alguien, agradecer cariñosamente todas esas lecciones que te regalaron, enamorarse una y otra vez de esos instantes en los que te quedabas hechizado en los ojos del otro. 

Y creo que en ese momento podríamos tener la esencia absoluta del porvenir de las cosas. La respuesta a todas las preguntas en la palma de la mano. La candente pero irreal creencia de que el futuro no es más incierto que una noche en un tren . 

Y no verlo. No verlo en nuestra puta vida. 

Todo cambia cuando en tu esquema mental, en ese frágil santuario de certezas y dudas razonables que has construido a lo largo de los años entra, sin quererlo, sin llamar a la puerta, una noche cualquiera, otra persona.

Sería bonito que mientras escribo esto, en este preciso instante, en algún lugar del mundo, alguien estuviera imaginándose conmigo en un tren.





No creo en las casualidades,

pero me pasaría el resto de mi vida

en tu cama.





Ojalá cuando apagues la luz 

nunca te sientas solo.








jueves, 13 de agosto de 2020

Abriendo caminos donde sólo había zarzas.



Pero no era amor. El amor debía de ser otra cosa; un sentimiento equitativo, una serena certeza del otro, follar de un modo más empático y gimnástico, tenerse en cuenta, reducir la ansiedad, acompañarse de la mano a las revisiones médicas. Y no aquel interminable juego de espejos e ilusiones, adivinanzas y psicología inversa, esconderse y desearse, la dolorosa erótica del desplante que impregnaba cada idiosincrasia de nuestra relación. 
No, aquello no podía ser amor. 
Entonces, de repente, dijiste;
-Te quiero. 




''Eres lo que dices, lo que haces, cómo te comportas y cómo tratas a la gente. 
Eso eres, no lo que dices que eres.''











viernes, 10 de julio de 2020

El rencor al dolor del amor que no acaba del todo.


Todo sucedió así; 
sin previo aviso.

De repente, 

no había mundo al que escapar.  

No me apetecía hablar de esto.

No me apetecía explicar punto por punto todas las cosas que están saliendo mal últimamente. 
Contar como esa bola de nieve enorme se ha hecho más y mas grande y está prácticamente asfixiándome.

Una amiga me recomendó escribir porque me recordó diciendo que a veces sólo las palabras pueden curarte el alma. 

Y escribiendo me pregunto; ¿Para qué?

La realidad es la que es, estos meses han sido eternos. 

Creo que no merece la pena repetir todas los telediarios de, literalmente, todas las cadenas del mundo en los últimos cuatro meses. 

No he tenido mucho tiempo desde entonces;
los sanitarios seguimos ahogándonos en medio de ésta pandemia.
El resto del mundo sigue su curso, olvidando durante el día, compadeciéndose al atardecer. 

Mi vida estos meses se ha basado en un compendio interminable de cables, bombas de perfusión, pantallas que alarman y noches eternas en el hospital. 
A veces escucho esos sonidos en mis sueños y cuando me despierto parece que no he salido del mismo cuadrado en semanas.

Si enfermas acudes al hospital.
Si vives en un país cuya seguridad social paga el tratamiendo de tu cáncer o cualquier enfermerdad que te ponga en peligro, sólo tienes que ir al hospital y tratar de dar con un buen equipo que pueda ayudarte. La teoría es fácil, ¿no?

Pero.. ¿Qué pasa cuando no hay personal? ¿Cuando se agotan los recursos? ¿Cuando el cansancio físico y psicológico no te deja apenas pensar con claridad? ¿Cuando todo el mundo está exhausto?

A veces no hay respuesta. 

Caos.

Agobio.

Incertidumbre.

Insomnio.

Ansiedad.

Gente corriendo sin poder parar.

Y yo me pregunto; ¿De verdad aprendemos? ¿De verdad todo este tiempo de cansancio y desgaste ha servido para algo? ¿Realmente somos conscientes del mundo que nos rodea?
Tengo la sensación de que se está cayendo a pedacitos.

No quiero hacer dramas, nadie podía haber previsto algo así. Llegó y derribó el mundo.

Han sucedido muchas cosas.
Nos han sumergido en una ristra interminable de nuevos procedimientos y protocolos que poco a poco han ido haciendo mella en todos nosotros. Papeles por aquí, alarmas por allá.
Honestamente, nunca he estado realmente preparada para afrontar algunas de las cosas que he visto. 
Todo el mundo está cansado.

Y a veces ese cansancio no te deja levantarte. Tal cual. 
Te pesan hasta las ideas.
Otras veces ando tan llena de ira que no sé realmente cómo manejar las emociones que me recorren.

No sabría cómo describir emociones nuevas que me han aparecido en el pecho. Pero casi todas son dolorosas, y mi único empeño reside en acallarlas por las noches e ignorarlas al despertar.

Me imagino que hay que soltar.
Todo el drama, todo ese anhelo de futuro, todo ese sufrimiento, y dejarlo fluir un rato.

Siempre me han dicho lo mismo; incontrolable, impulsiva, demasiado pasional.
Y seguido de ello el mismo consejo una y otra vez; 
Relaja, atempera, suelta. 

Sólo quería pasarme por aquí para decir que a veces no hay nada que entender. 
Que es imposible que nadie externo pueda comprenderlo. Que a veces nos llegan tres pacientes por turno y aún no he visto salir a ninguno. Que te pasas las horas apagando pantallas, cargando medicación, conectando bombas, cambiando ventiladores... y la gente se sigue muriendo igual. 

La misma incompetencia.
La misma poca empatía. 
La misma pésima organización.

Esas pocas ganas de ayudar a nadie.
Y a veces digo... ¿Si esa persona fuera tu hermano o tu padre también lo trataríamos igual?

No sé:
ojalá un resquicio de aire. 

La cuestión es que estoy trabajando con gente de muchos lugares del mundo y la historia siempre es la misma; trabajo inagotable, muchos profesionales involucrados, técnicas que ni siquiera sabemos si sirven para algo, turnos y turnos extra con la esperanza de que todo esto pase poco a poco.
Y al levantarme al día siguiente aparecen miles de casos nuevos y recibes dos admisiones de emergencia más.
Y de repente algo se me mueve en el interior y no sé muy bien si es pena, asco o miedo.

Esto no es una película, de aquí no salimos reforzados.
Después de todo éste tiempo trabajando en intensivos de Covid sólo me he dado cuenta de que me estoy destrozando más a mi misma que realmente ayudando a nadie.
Definid la tristeza, amigos.

No sé verdaderamente lo que siento porque a veces estoy tan agotada que no soy capaz ni de razonar.
Ayer dormí doce horas y me he despertado a las 2 de la mañana. 
Y me duele el cuerpo, los ojos, las piernas. Te acostumbras a vagar por la vida en un modo semi apagado que ciertamente ni aporta ni importa a nadie.

Aún recuerdo a esa joven apasionada estudiando anatomía por las tardes.
A veces me río, otras rompo a llorar.

Romper a llorar. Me encanta esa expresión. No se dice rompí a comer o rompí a caminar. Rompes a llorar o a reír. Creo que merece la pena hacerse añicos por esos sentimientos.

Sólo quería pasarme por aquí, supongo que agradezco seguir viva.
Quizá me equivoque y todo esto tenga un porqué, un sentido, un significado oculto que aún no logro descifrar.
El tiempo me enseñará.

Cuidaos, ahí afuera hay un mundo bastante turbio. 



(Del lat. crudelĭtas, -ātis).
1. f. Inhumanidad, fiereza de ánimo, impiedad.
2. f. Acción cruel e inhumana.


-Lo que quiero decir es que el dolor se vuelve crónico. 
Engullido por la vida diaria, uno deja de saber cuales son las heridas reales.-









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My madness keeps me sane.