Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


martes, 20 de febrero de 2024

Los que aman no hacen pie.

Solía escribir mucho hace unos diez años. 

En una época bastante romántica, desatada e ingenua de mi vida. 

Tenía veinte años y lo único que quería era escribir y perseguir un ideal utópico creado en mi cabeza de literatura, amor y vida. No cesaba en mi empeño de explorar.

Recuerdo que dedicaba los días simplemente a leer, escribir y pasear.

Y paseaba por todas partes, por todas las ciudades, por todos los caminos a los que conseguía acceder.

Recuerdo que paseaba y siempre se hacía de noche. Siempre se desplomaba el sol y me encontraba en algún sitio inhóspito mientras escribía tonterías en una libreta que tenía viejísima y de colores chillones.

Creo que la noche siempre me ha dado mucha paz.

Recuerdo que un día llegué a un especie de paraje en mitad de una colina en un parque y sólo atisbaba a ver infinidad de luces y sombras a lo lejos.

Y entonces me senté frente a aquel bosque en el suelo. Las nubes caían como meciendo los árboles, el césped estaba húmedo y allí me quedé un momento mirando toda aquella inmensidad.

Cerraba los ojos y me concentraba en los ruídos del exterior. Los pájaros, las alarmas de sirenas, las pisadas de la gente corriendo...

Me preguntaba, como siempre, cual sería el motivo por el que la gente deja de ser quien es. ¿Porqué la gente cambia? O más bien; ¿porqué la gente decide cambiar?

Me gusta pensar que el hecho de escribir de nuevo, en cierto modo, también significa que he podido perdonar a la persona que fui.

Miro el presente con la angustia del pasado y pienso: Qué calma da crecer.

Creo que comprender es aliviar. Creo que cuando empiezas a entenderte realmente empiezas a saber interpretar el mundo que te rodea.

Y ya han pasado diez años desde aquella tarde, y sólo puedo mirarme con cariño y algo de recelo.

En cierto modo a nadie le gusta envejecer demasiado rápido.

Pienso que aquella niña pequeña aún lucha por estar en todos los lados a todas las horas. Es bastante cargante la pobre. Pero supongo que a veces siento que quizá por el camino haya perdido quien soy. Entre idas y venidas, entre dolor, entre soledad.

Desde la distancia, me doy cuenta de que jamás podría volver a escribir esos textos del modo en que están escritos. Como todos sabemos, nuestras historias reflejan momentos concretos de un instante determinado. Pero también nos conectan, al recordarlas, con la persona que una vez fuimos y ya no volveremos a ser jamás.

Creo que esas son las historias que merece la pena leer.



No hay descanso para los que sienten.









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My madness keeps me sane.