Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


domingo, 23 de noviembre de 2014

Cuando alguien no vuelve.

El viento yace. 
Este pueblo casi parece un pueblo fantasma 
lleno de hojas grisáceas por todos lados. 
El viento azota las hojas de los árboles con rabia. 
Hay algo ahí en el cielo que está enfurecido. 
Y creo que hoy hemos llorado mucho por él.

Porque cuando alguien se va
y el dolor viene
lo único que nos queda es el recuerdo.

Porque cuando tenemos la certeza de que no va a volver
sólo nos queda un corazón destartalado
que se retuerce de dolor.

Un dolor árido y punzante que ataca al anochecer,
cuando cierras los ojos,
al lado de una palabra pérdida,
o quizá en ese momento que miras todas esas flores.

Y entonces las lagrimas ya no son lágrimas,
las lágrimas hacen ríos que inundan el aire
y el viento,
que enfurecido mueve cielo y montaña.
Y está aquí, 
todas esas hojas parecen su hogar.

Y así es.
Cuando alguien se va se llora.
Con rabia, con deseo de arder.
Con la impotencia que da
no entender porque alguien se tiene que ir.

No es tan fácil morir
pero qué rápido sucede entonces,
en esas veces que no somos capaces
de rendir cuentas a esa ínfima esperanza.

Y me asomo a la ventana,
el viento yace.
Parece que estás aquí.
Cuídanos desde ahí arriba.











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My madness keeps me sane.