Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


domingo, 7 de diciembre de 2014

Crónica de un baile sin ti .

Qué ciegos estamos.

Ni la brisa que amanece ni mi saliva que se queda en tus labios. No lo entiendes. Qué ciega he estado.
Entonces el sol se abre paso en mi y me sonríe. Y dime, ¿donde estás tú?

Caminando el otro día me di cuenta de que el planeta gira. Tan inocuo como eso. De que por muy inexorable que parezca todo, los caminos cambian. Los cambio yo. Como eso de que puedes elegir la vida que tú quieras y tal. No ésta, la que tú quieras. Qué habrá de cierto en todo ello.

No me he dado cuenta de lo que tengo entre las manos hasta que casi me ahogo. Con ese último aliento de esperanza que no calma nada pero asusta a cualquiera. Casi me ahogo entre la mierda. Casi me deshago, me destrozo, me despedazo.

No sé, digamos que tengo ganas de cruzarme contigo.

Para no saludarte.

Me gustaría acorralarte en un rincón de la pared y mirarte a los ojos. Con esa suficiencia que tengo yo de 'sé que te pongo, cariño',
y esa delicada pero amenazante sonrisa en los labios que quiere decirte

'créeme, si no fueses quien eres...  me dejaría besar'.

Qué ciega he estado.

Ay, dios, que se me empapa el alma.




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My madness keeps me sane.