Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


lunes, 12 de septiembre de 2016

Nadie es imprescindible.


Llevo un par de noches sin poder dormir.

Me dolía la garganta cuando bajé del avión y llevo una semana afónica. 
Sin más. 
Ni una palabra.
Qué diferente es el mundo cuando no puedes articular palabra.

Eso mismo me ocurrió cuando lo conocí. De esas personas que te dejan sin palabra alguna.


Conocí a Nino en un bareto de mala muerte de Malta. Una noche en la que el cielo se descargaba sobre nosotros. No llovía, pero mi ánimo andaba por los suelos y sólo tenía ganas de perder un rato el sentido.


Me invitó a unas copas, me prestó un bolígrafo y al día siguiente lo estuve esperando a la salida de aquel bar.

Tenía un acento extrañamente singular, un tatuaje de algún Dios griego en el hombro y un pequeño amuleto en el cuello. Era alto, no dejaba de reírse todo el tiempo y en cierto momento hasta me invitó a bailar.

Iba a irme de aquel sitio cuando apareció. ''Todo lo que me has dicho es mentira'' - me espetó-, e hice memoria y me vi a mí misma otra noche susurrándole que no había encontrado camarero más guapo que él en toda la isla.


Me reí y negué con la cabeza. Llevaba demasiado alcohol en sangre.


Bebimos más, paseamos, nos sentamos frente al mar.


Nino era de esas personas peculiares que no sabes muy bien porqué, un día aparecen. Era un tipo sencillo, con inquietudes grandes y unas ganas de ver mundo que se lo comían.


Acababa de venir de Nueva Zelanda y en Abril se iba a Australia.

''Un viajero.'' - le afirmé- 
''Parece que has tenido problemas con ellos...'', me sugirió, justo antes de echarse a reír.
''Algo así.'' le esquivé.

Aquella noche me contó porque había llegado a Malta y sobretodo porqué quería irse. Me contó de su familia, la historia de todos sus tatuajes y qué significaba aquella pequeña piedra azul que llevaba anclada al cuello.

Hubo un instante en el que me miró con esos ojos y me cogió las manos.
 ''Tú también pareces una hoja movida por el viento'' - me dijo-
Sonreí.
''Yo soy demasiado para todo el mundo'' - le contesté-
''Vente conmigo a Australia'' - me soltó, sin siquiera pensárselo, cuando ya había perdido la cuenta de cuántas copas llevábamos- Tiene que haber algún lugar en el mundo -apuesto por algún sitio con playa- en el que puedas sentirte plenamente feliz.''

Sólo pude reírme.


-Australia -sonreí alejándome- Quizá lo piense. -solté, en un súbito intento de salir de aquella conversación-

''En el fondo sólo quiero saber lo que te pasa.''
''No intentes arreglar mi mundo - le solté, bastante seca- ni siquiera sé cuántos años tienes.''
''Del 92'' -me dijo-.
''Todos los del 92 sois un coñazo ''- pensé, sin querer, en voz alta-. Me sonrojé.

Sinceramente, no sé cómo no me mando a la mierda en aquel instante. Él que estaba allí, impasible, sonriente, tan cercano, tan real. Y yo que no sabía muy bien ni lo que quería en la vida.


Sin demorarme mucho le pedí disculpas.


''Eres una tía rara -me soltó- No he conocido a muchas como tú. Pero no te preocupes, te pase lo que te pase, el dolor se irá.''

Me detuve un segundo y lo miré.

Nos dieron las ocho de la mañana y en el fondo sabía que no me quería ir. 

Llegó como llegan esas personas que vienen un día, te enseñan algo y, acto seguido y sin más pretensión, desaparecen.
Eso me contó él; ''Al fin y al cabo todo el mundo se va. Disfruta de lo que tengas ahora y no te aferres a lo imposible... que tienes pinta de aferrarte a lo que no puede ser.''

Tras aquella frase ya habíamos conectado y no podía más que reírme con él. Era raro, y supongo que yo no me sentía tan rara y excéntrica si lo tenía allí, junto a mí, frente al mar.


''Quizá lo piense -repetí- pero ahora te lo digo de verdad.''

Sonrió.

Estuvimos corriendo calle arriba y calle abajo por todos los bares de la zona y me gustó aprender esa pequeña tontería de él. ''Hay más gente como tú ahí afuera -me dijo- sólo tienes que encontrarla. Él único problema es que no se están quietos en ningún lado.'' 


También me contó porqué quería ir a Australia y todo lo que había aprendido en otros muchos de sus viajes. Me preguntó por la palabra libertad de mi espalda e investigó cuántas veces me habían dicho algo de mis ojos.

''Tienes unos ojos que no son de este mundo - me soltó - y no tienes pinta de que te guste que te lo digan.'' 

Asentí. Aquello no me gustó en absoluto.


Por la mañana me dejó en el portal de casa y me besó.


''Así que en el fondo no querías acostarte conmigo... '' -le solté-

''Bueno... Quería... digamos... en un principio. -me afirmó- Luego me di cuenta de que valía más la pena conocerte.'' 

Sus palabras se me clavaron un poquito. Cómo cuando no sabes muy bien qué te pasa y de repente ves una luz. Profundo, hiriente, recóndito. Sonreí. Se me encogió el corazón de repente y no supe qué contestar.


Me despedí de él con la firme pero inherente creencia de que algún día nos volveríamos a ver. Una calidez extrañamente singular. Quién sabe. Quién sabrá...





Malta, gracias por tanto.







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My madness keeps me sane.