Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


lunes, 19 de agosto de 2019

Trascendencia


Oh, 
do you remember 
when I told you 
that I'd love you 
to the bottom of the sea?...




Leí todos los libros que encontré buscando algo de verdad que me encendiera el alma. 
Algo que prendiera una llama, que avivara la carencia de sentido que tenía vivir en aquel momento.

Leí toda la filosofía que conocía, traté de entender de alguna manera aquellas teorías de física que definen el universo e incluso me acerqué a la sociología derivada de los Dioses griegos. 
Una dimensión banal y absurda de la existencia.

Lo juro, de verdad que lo intenté. 
En un empeño insalubre por distanciarme de la realidad que me rodeaba, atormentaba y acorralaba por las noches. 

Y como aquello no funcionó, carente de razón e interés, simplemente empecé a huir. 

No porque me apeteciera, no porque encontrara algún sentido o placer en ello, ni siquiera por mera lógica. Supongo que hubo un momento en el que me di cuenta de que todo aquello me anulaba completamente y no me permitía pensar.

De lo que poco que recuerdo, me recorrí todas las noches y las mañanas, me olvidé de las clases, de aquellos libros que no servían para nada, de la vida en general. 

Y entonces sucedió. Un ápice de gozo y deleite; una especie de gusto, de satisfacción. Complacencia, agrado, entusiasmo, incluso amenidad.
La crudeza moral que me daba regocijarme en la emoción de no sentir absolutamente nada.

No obstante, aquello no duró. No funcionó.
Coincidir con uno mismo es tan difícil... relativizar la situación, crecer. 

Finalmente resultó que aquello no me complacía en absoluto.

Y entonces desistí. 
Sin más; cansada, harta, exhausta. 
Comprendí que la realidad era más dura y prosaica que todo aquello. Supuse que el único camino posible era convertirme en algo muy parecido a lo que siempre había soñado ser. Desaprender lo impuesto, recordar todo aquello a lo que una vez renuncié, limpiarle el polvo, tratar de existir de tal forma que, si me hubiera contemplado aquella niña lejana que un día fui, hubiera podido sentirse orgullosa de verdad. Ser yo misma, justamente, significara lo que fuera esa puta mierda.

Y ya está.

Aquella etapa respondió a mi íntima y legítima necesidad de saber qué hago en el mundo y porqué soy cómo soy.

Posteriormente, me di cuenta de que nadie sabe realmente qué cojones pensar respecto a nada en ningún momento de su vida.

Y fue un alivio, por fin.

Cuestionar las certezas, mirar adentro, tratar de aprender del amor y especialmente del dolor.

El dolor es, simplemente, algo sórdido y terrible. No hay poesía para el dolor. Tampoco redención. Ni entendimiento. Ni dignidad alguna.
No hay absolutamente nada más en el dolor; salvo el propio dolor. 

Y hay que dejarlo fluir.

No os quiero alarmar, pero después de todo aquello, y cuando resulta que al fin te encuentras a ti mismo, el cuento es aún más desalentador. 

Pese a todo aquello, aprendí; 
No te rindas sin dar pelea.






Once you truly experience a spiritual bond that transcends physicality, 
you will always consciously or unconsciously seek bonds 
that are able to pierce into the deepest layers of your soul, 
and anything less just feels so frivolous.







No hay comentarios:

Publicar un comentario

Mi foto
My madness keeps me sane.