Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


viernes, 10 de julio de 2020

El rencor al dolor del amor que no acaba del todo.


Todo sucedió así; 
sin previo aviso.

De repente, 

no había mundo al que escapar.  

No me apetecía hablar de esto.

No me apetecía explicar punto por punto todas las cosas que están saliendo mal últimamente. 
Contar como esa bola de nieve enorme se ha hecho más y mas grande y está prácticamente asfixiándome.

Una amiga me recomendó escribir porque me recordó diciendo que a veces sólo las palabras pueden curarte el alma. 

Y escribiendo me pregunto; ¿Para qué?

La realidad es la que es, estos meses han sido eternos. 

Creo que no merece la pena repetir todas los telediarios de, literalmente, todas las cadenas del mundo en los últimos cuatro meses. 

No he tenido mucho tiempo desde entonces;
los sanitarios seguimos ahogándonos en medio de ésta pandemia.
El resto del mundo sigue su curso, olvidando durante el día, compadeciéndose al atardecer. 

Mi vida estos meses se ha basado en un compendio interminable de cables, bombas de perfusión, pantallas que alarman y noches eternas en el hospital. 
A veces escucho esos sonidos en mis sueños y cuando me despierto parece que no he salido del mismo cuadrado en semanas.

Si enfermas acudes al hospital.
Si vives en un país cuya seguridad social paga el tratamiendo de tu cáncer o cualquier enfermerdad que te ponga en peligro, sólo tienes que ir al hospital y tratar de dar con un buen equipo que pueda ayudarte. La teoría es fácil, ¿no?

Pero.. ¿Qué pasa cuando no hay personal? ¿Cuando se agotan los recursos? ¿Cuando el cansancio físico y psicológico no te deja apenas pensar con claridad? ¿Cuando todo el mundo está exhausto?

A veces no hay respuesta. 

Caos.

Agobio.

Incertidumbre.

Insomnio.

Ansiedad.

Gente corriendo sin poder parar.

Y yo me pregunto; ¿De verdad aprendemos? ¿De verdad todo este tiempo de cansancio y desgaste ha servido para algo? ¿Realmente somos conscientes del mundo que nos rodea?
Tengo la sensación de que se está cayendo a pedacitos.

No quiero hacer dramas, nadie podía haber previsto algo así. Llegó y derribó el mundo.

Han sucedido muchas cosas.
Nos han sumergido en una ristra interminable de nuevos procedimientos y protocolos que poco a poco han ido haciendo mella en todos nosotros. Papeles por aquí, alarmas por allá.
Honestamente, nunca he estado realmente preparada para afrontar algunas de las cosas que he visto. 
Todo el mundo está cansado.

Y a veces ese cansancio no te deja levantarte. Tal cual. 
Te pesan hasta las ideas.
Otras veces ando tan llena de ira que no sé realmente cómo manejar las emociones que me recorren.

No sabría cómo describir emociones nuevas que me han aparecido en el pecho. Pero casi todas son dolorosas, y mi único empeño reside en acallarlas por las noches e ignorarlas al despertar.

Me imagino que hay que soltar.
Todo el drama, todo ese anhelo de futuro, todo ese sufrimiento, y dejarlo fluir un rato.

Siempre me han dicho lo mismo; incontrolable, impulsiva, demasiado pasional.
Y seguido de ello el mismo consejo una y otra vez; 
Relaja, atempera, suelta. 

Sólo quería pasarme por aquí para decir que a veces no hay nada que entender. 
Que es imposible que nadie externo pueda comprenderlo. Que a veces nos llegan tres pacientes por turno y aún no he visto salir a ninguno. Que te pasas las horas apagando pantallas, cargando medicación, conectando bombas, cambiando ventiladores... y la gente se sigue muriendo igual. 

La misma incompetencia.
La misma poca empatía. 
La misma pésima organización.

Esas pocas ganas de ayudar a nadie.
Y a veces digo... ¿Si esa persona fuera tu hermano o tu padre también lo trataríamos igual?

No sé:
ojalá un resquicio de aire. 

La cuestión es que estoy trabajando con gente de muchos lugares del mundo y la historia siempre es la misma; trabajo inagotable, muchos profesionales involucrados, técnicas que ni siquiera sabemos si sirven para algo, turnos y turnos extra con la esperanza de que todo esto pase poco a poco.
Y al levantarme al día siguiente aparecen miles de casos nuevos y recibes dos admisiones de emergencia más.
Y de repente algo se me mueve en el interior y no sé muy bien si es pena, asco o miedo.

Esto no es una película, de aquí no salimos reforzados.
Después de todo éste tiempo trabajando en intensivos de Covid sólo me he dado cuenta de que me estoy destrozando más a mi misma que realmente ayudando a nadie.
Definid la tristeza, amigos.

No sé verdaderamente lo que siento porque a veces estoy tan agotada que no soy capaz ni de razonar.
Ayer dormí doce horas y me he despertado a las 2 de la mañana. 
Y me duele el cuerpo, los ojos, las piernas. Te acostumbras a vagar por la vida en un modo semi apagado que ciertamente ni aporta ni importa a nadie.

Aún recuerdo a esa joven apasionada estudiando anatomía por las tardes.
A veces me río, otras rompo a llorar.

Romper a llorar. Me encanta esa expresión. No se dice rompí a comer o rompí a caminar. Rompes a llorar o a reír. Creo que merece la pena hacerse añicos por esos sentimientos.

Sólo quería pasarme por aquí, supongo que agradezco seguir viva.
Quizá me equivoque y todo esto tenga un porqué, un sentido, un significado oculto que aún no logro descifrar.
El tiempo me enseñará.

Cuidaos, ahí afuera hay un mundo bastante turbio. 



(Del lat. crudelĭtas, -ātis).
1. f. Inhumanidad, fiereza de ánimo, impiedad.
2. f. Acción cruel e inhumana.


-Lo que quiero decir es que el dolor se vuelve crónico. 
Engullido por la vida diaria, uno deja de saber cuales son las heridas reales.-









No hay comentarios:

Publicar un comentario

Mi foto
My madness keeps me sane.