Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


domingo, 2 de enero de 2022

I hurt myself that day.

 

En realidad, irse o quedarse no tienen demasiado sentido cuando uno ya no sabe muy bien donde está. 

Aquello se repetía en mi cabeza incesantemente mientras me miraba al espejo cada mañana.

Y recordaba aquellos diciembres helados cuando toda preocupación yacía en coger un tren y ver el mundo que me rodeaba. Y me lavaba la cara torpemente, con aquella música lenta que me embriagaba entera y me hacía replantearme toda mi jodida existencia.

Todos necesitamos sentir cosas, pero hay temporadas en las que simplemente no sientes nada. Tú sigues yendo por ahí y en el fondo eres medio funcional e incluso cordial y saludas a los vecinos. Pero en realidad estás vacía. En realidad estás tú y la nada. Tú y el vacío. Tú y la inercia del existir. Como si te hubieran sacado de ti misma. Como si ya nada importara. Como si todo lo que te rodea fuera moviéndose muy despacio como en una de esas películas en blanco y negro y a cámara super lenta.

Y entonces te encoges de hombros y piensas: ¿Le sucederá esto alguna vez a todo el mundo?

La nada es un trabajo demoledor. Es una sensación constante. Una lucha encarnizada contigo misma.

Un día te levantas, te miras al espejo, corres las cortinas esas tan horrorosas que compraste y te quedas mirando por la ventana mientras debates si el verdadero motivo de tu apatía tiene alguna mínima funcionalidad.

Uno se pasa media vida tratando de evadir, más enérgicamente o no, la desdicha en cualquiera de sus formas. 

Ciertamente, tuve mi época de ir por ahí con la firme convicción de darme a los demás sin miedo ni reservas. Pensaba: ¿acaso es posible vivir de otra manera? Lo contrario sería el recelo, la duda, sonreír de medio lado, siempre prevenida, siempre acojonada ante esa inminente amenaza de guerra que al fin y al cabo representa la mera existencia del otro.

Así que entonces destierras la precaución y el recelo, te deshaces de formalidades y pegajosos mecanismos de defensa y empiezas a saludar a desconocidos e inmediatamente les muestras una radiografía de tu alma y les dices: toma.

Al fin y al cabo, no hacerlo te parece un desprecio al universo. 

Pero entonces te quedas mirando por la ventana un día cualquiera y te invade la indiferencia.

Y ahí te quedas un rato. Mientras dilucidas si vestirte o quedarte desnuda allí, mientras seguro que algún vecino está mirándote sigilosamente sin que tu le des la más mínima importancia.

2021 ha sido el año de los años. Han pasado tantas cosas que si me centro mucho en ellas empieza a dolerme la cabeza y un poquito el corazón. A veces trataba de dormir más horas de las necesarias para no estar mucho despierta. Todo aquello sin mucho éxito, a decir verdad. Otras, las menos, me iba caminando por aquel río tan bonito que había al lado de casa para comprarme unas cervezas. La mayor parte de las veces ni me las bebía.

No sé cuantas veces más me voy a cambiar de país.

Cambiarse de país tiene, aparte de lo obvio, muchos más inconvenientes de los que la gente se imagina. Toda la burocracia yo siempre la he llevado fatal. Pero lo peor sin duda alguna ha sido sentirme enferma.

Enferma de vida, enferma de pasión, enferma de sueños.

También he pasado muchos días en el hospital, y no como enfermera.

Y viendo la cara y la cruz de la vida siempre empiezas a entender todo un poquito más.

También es bonito cerciorarse de que todo ser vivo busca incesantemente las mismas cosas. Mientras estás en esa habitación blanca con ese pijama de cuadros de hospital y te retumban las paredes en la cabeza. Y piensas... ''Si me muriera ésta misma tarde... ¿Cuánto tiempo tardaría la gente que quiero en reparar en ello?''

Y siempre pensaba que al menos un par de días, gracias a esa mala costumbre mía de no contestar tan a menudo como debería.

Llevo todo el año relativizando la vida con la muerte y supongo que así es más fácil vivir. 

Todo es temporal. 

La vida, la muerte, la nada, la alegría, aquel rato de borracheras tontas que guardas en los bolsillos de la memoria. Han pasado ya algunos años desde que empecé a apreciarlo todo de una manera distinta.

En fin, sólo quería pasarme por aquí, sigo sintiéndome afortunada de estar viva.

¿Vosotros cómo estáis?



 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Mi foto
My madness keeps me sane.