Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


martes, 9 de enero de 2024

Love & desire



Recuerdo aquel sitio con un cariño singular.

Un sitio sucio, bullicioso y antiguo. Aquel rincón era como mi segunda casa. El olor a café recién hecho de los pequeñitos puestos que daban a la calle y el constante vaivén de los trenes se mecían en mi mente como si de una nana se tratase.

Recuerdo que iba y venía de aquel sitio como si fuera mi faro.

Cómo si cogiendo aquellos trenes... el destino supiera que me dirigia hacia el lugar indicado.

Hacía un frío atronador, a todas horas. Siempre corría un viento gélido que me helaba los pensamientos.

Y a pesar de ese frío que me paralizaba los huesos, mi corazón no dejaba de latir con una cálidez particular.

Coger aquel tren era como arroparse por la mañana al despertar. Era como si la vida me estuviera acariciando las mejillas con dulzura.

Me gusta pensar que existe, quizá escondida en lo más profundo de nuestro ser, una versión más hermosa y mucho más libre de nosotros mismos. Un retrato de plenitud de todo lo que podríamos llegar a ser y aún ni siquiera atisbamos a conocer.

Me gustar imaginar que en el futuro todos los caminos son posibles. Los que ya conocemos y todos los que aún quedan por transitar. 

Me gusta imaginar que sigo cogiendo trenes que me llevan a sitios secretos todos los días. Que el viento intenta tumbarme pero mi alma sigue aferrada a la humanidad incluso hasta de rodillas cual guerrero en mitad de un combate.

Me gusta imaginar otros finales posibles en los que tú y yo y el mundo contamos la historia de una forma diferente. 

Porque esto es siempre así, ¿no?. Sólo podemos reflexionar desde la distancia, comprender mientras nos lamemos las heridas, establecer las conexiones cuando ya ha sucedido todo y por lo general todo se ha ido a la mierda.

O cómo coño es.




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My madness keeps me sane.