Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


martes, 14 de febrero de 2012

Hay cosas que son así. Y ya está.

Pero si tú no estás... y no me llevas, no voy a volver a ver la luz del sol.
Parece que imaginar ser mayores es algo que ya pasó. Parece que cuando te levantas por la mañana puedes pensar todo lo que quieras excepto que eres un niño. Y ya no puedes jugar. Ahora sí que tienes que abrir la ventana y poner frente a ti esa realidad con la que convives. Y resulta que tampoco es tan agradable como dicen las cartas de amor. Tampoco es que haya muchas. No quería que estuvieras allí por nada en especial, sólo es que tu voz me calma. Y tu calor. Parece que un día te llaman por teléfono y alguien ha decidido que es hora de irse. Como cuando eras pequeña y lo vistes ahí, en la mesa recostado. Eres una hipócrita. ¡Qué sabrás tú de hipocresía! No te haces una idea de con quien hablas. Hasta que por cualquier motivo ciertas respuestas comienzan a adornar el aire que te rodea. Es como una droga. Lo suficiente nunca es suficiente. ¿Qué es lo que pides? Es curioso eso de pedir ayuda. Al menos unos cientos de días. Quizá estar vivo sea eso: perseguir instantes que mueren. Es delicado. Al igual que respirar. No vale de nada querer a todo el mundo, es como si todos te fuesen indiferentes. Parece que eso de crecer ya se quedó en aquel lago lleno de pequeñas luces que brillan en el interior. Quiero esconder aquello que no vale la pena encontrar. Tales como la amargura o el dolor. No has oído nada de lo que te he dicho, al menos hace una eternidad. Aquí estoy. Aquí voy a estar siempre y sabes que, por mucho que te moleste, voy a seguir cuidando de ti.
Tequiero.

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My madness keeps me sane.