Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


domingo, 17 de marzo de 2013

Maldita dulzura la tuya.

No queremos ser como los demás. Y allí estabas tú. Divergencia entre mis anhelos y tus pistas. Un 'no puedo mirarte sin sentir que me devoras desde dentro'. Un quererse a trocitos, un dejarlo todo para luego, no saber qué hacer una vez más, pero acabar en tu cama. Me conformaba con bailar un rato con la felicidad. Y en aquel rincón la felicidad eras tú. Quizá seas tú, quizá el control, quizá sea yo, quizá el temor. Me asustaba de ti porque quería ver tus ojos estallando en aquel punto exacto armónico entre tu cuerpo y el mío. Maldita dulzura la tuya. Malditas cada una de tus palabras. Tocaba tu piel como si de oro se tratase, deslizando por cada uno de tus recovecos las yemas de mis dedos. Tócame. Cuánto tiempo llevas esperando agarrarme por la cintura. Hazme soñar. Deja que mis labios se ciernan sobre los tuyos y déjame que te coma despacito con estos ojos verdes. Gracias por no discutírmelo nunca. Me divertía nuestro juego hasta tal punto. Inalcanzable con letras. Sólo sentir que tu piel me rozaba, y estremecerse, y reírse con esa incertidumbre. Quédate ese recuerdo para siempre, guardado en alguno de tus cajones. Mariposas azules. Después de todo, gracias por reaparecer.


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My madness keeps me sane.