Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


domingo, 9 de marzo de 2014

Construir la casa por el tejado.

Ojalá te hagan reír de una vez, y que te dure siempre.


A veces tenemos ilusiones que se ensucian de polvo. Como los libros, que en una estantería guardados pueden tirarse años sin que nadie corra a leerlos y yacen repletos de polvo por todas partes. Eso es exactamente lo que pasa con algunas ilusiones que tenemos. Se difuminan, comienzan a enturbiarse, se tornan grises, lúgubres, dejan de brillar y comienzan a oscurecer todo su alrededor. 
A veces, como en otros tantos momentos difíciles de su vida, la mejor opción sin duda es preguntar. Quizá es una táctica un poco antigua pero todo eso me sirve para aclarar remolinos en mi cabeza que me asfixian cuando quiero despertar. Así, cada día que me levanto me pregunto quién soy, quien quiero ser y qué he de hacer para conseguirlo. Y ese es sólo el comienzo. El miedo y la ansiedad suelen ser esos fantasmas que crearon la escasa confianza que te veo en la mirada. Eso tan feo que te turbia la sonrisa y oscurece la inmensidad de tus besos. Y no me gusta. ¿Quieres saber algo? Durante muchos años he huido sin saber de qué. Creí que, si corría más que el horizonte, las sombras del pasado se apartarían de mi camino. Pero no fue así. Un día tuve que levantarme y darme dos tortas de realidad con la brisa que aireaba mi ventana. Quién soy, quien quiero ser y qué he de hacer para conseguirlo.
A veces, sin darnos cuenta, empezamos a construir nuestra casa por el tejado. Nos olvidamos de los cimientos, de los ladrillos, de las paredes, de la pintura que irradia vida al hogar y nos limitamos a poner teja a teja ese tejado. ¿Y qué pasa ahí? Que todo eso no sirve para nada. Digamos que nuestro propio hogar ha de ser un sitio en el que reencontrar el sabor de los sueños de la infancia. ¿Cómo se construye un sueño sin una base firme? 
En este instante quiero que leas esto:



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My madness keeps me sane.