He olvidado cómo escribirle al mundo, a las flores y a todos los colores.
Sólo sé escribirte a ti.
No me acuerdo de escribirle a Dios ni a la humanidad.
Sólo a ti.
Y no sé si me come la conciencia de gozo o de culpa.
Si en cualquier canción o rincón estás.
Así como en el aire que oxigena el mundo.
Hay veces que las cosas suceden tan deprisa que no te da tiempo a entender el porqué.
Porqué tú. ¿Qué le ocurre al mundo?
También pienso en aquel dicho que se dice,
y sé que es cierto eso de que mientras una puerta se cierra, aunque no lo vea, otra se está abriendo...
De par en par y junto a mil rayos de sol atravesándome.
Y algún piano de fondo.
Siempre me ha gustado el piano y también pienso que tú no sabías tocarlo.
Y eso es bueno, supongo.
He estado intentando convencerme de que abandonar a una persona no es lo peor que se puede hacer. Puede resultar doloroso, pero si uno no dejase nunca nada ni a nadie no habría más espacio para lo nuevo. Sin duda evolucionar constituye una infidelidad. A los demás, al pasado, a las antiguas opiniones de uno mismo.
Pero en ese instante evolucionar es dar un paso al frente y no estancarse en el pasado. Evitar la ansiedad y la culpa y empezar a volar libre por la calle y las mentes de otra gente.
En el fondo creo que la felicidad puede lograrse, siempre que uno no caiga en la estúpida idea de que ser feliz es estar riéndose todo el día.
He pagado precios muy altos por mis errores y por querer a las personas. Pero aquí sigo. Y viva. Por suerte o por desgracia nada te mata con tal rapidez. La vida es un caos constante de daños y recuerdos. Y a veces simplemente ya no te apetece recordar más.
No sé, a partir de cierto punto no hay retorno.
Es obvio que todo el mundo te hará daño de alguna forma,
la cuestión es saber por quién vale la pena sufrir.
Ese es el punto que hay que alcanzar.
< Me canso de la gente que no tiene el corazón
más que para su cuerpo >
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