Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


domingo, 17 de mayo de 2015

Yo también me quiero.

El tiempo no da tregua,

ó 

no hay tregua
 para más tiempo.



No es que no tenga nada que decirte; sino que ya te lo he dicho todo.

Me siento rota.
Y supongo que los pedazos son las marcas que vas dejando en el camino.

Hoy quiero sonreír después de haber llorado mucho. 
Lloré por alguien que sigo queriendo con toda mi alma,

y a ese tipo de personas no habrá que olvidarlas nunca, claro.

Pero he de recordar-me- que;
nadie le pertenece a nadie.
Podría decirlo más alto;
NADIE LE PERTENECE A NADIE.

y se nos olvida.

He aprendido que las personas van llegando a tu vida cuando deben llegar.
Por algo, siempre por algo.
Para salvarte, para quererte o para destrozarte.
Y lo mejor es que todo eso puede ir por fascículos, 
uno tras otro,
y cuando menos lo esperas o cuando menos lo necesitas;
ahí está.


Existen sabios que dicen que las leyes del cosmos o la propia física hace que te cruces con ese alguien en ese lugar a esa hora. La primera sensación que se tiene es de pánico. Se entremezcla con un hormigueo incesante en la boca del estómago y un sabor de boca agridulce.
Y ahí está.
No se puede evitar el miedo a no estar a la altura. Te ves ahí, pequeñita y diminuta frente a todo lo que te invade -física o mental o psíquicamente- y entonces te tiemblan las piernas y casi caes estrepitosa al suelo con las manos al frente.

Se nos olvida que somos reemplazables, que nadie es imprescindible, que puedes un día despertar y no significar nada para nadie. 
Salvo para ti mismo.

Cuando menos lo esperas todo vuelve a empezar. He de admitirlo, no es tarea fácil. Hay momentos en los que tratas de arrancarte el puto cerebro que te hace pensar, y otras que tan sólo acaricias cada trozo de tu cuerpo como si de oro se tratara.

Lo que más miedo da en la vida es sentirse vacío, inhóspito, despoblado de sentimientos.

Al menos yo lo creo así.

¿Pero sabéis qué?  



Y, sobre todas las cosas...





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My madness keeps me sane.