Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


domingo, 6 de septiembre de 2015

Tralará

Tres semanas desde que estoy aquí y por fin puedo escribir algo sin echarme a llorar. Es difícil adaptarse y cambiar de país no es tan fácil como parece. 

El primer día te ves con dos maletas enormes delante de un edificio mohoso sin saber qué hacer y de repente se pone a llover. Podría decir que no me corté las venas porque me las habían quitado en el aeropuerto.


La primera semana es, en general, una tremenda desesperación. Los trámites burocráticos te invaden la vida y no tienes móvil, banco ni tarjeta de crédito para hacer absolutamente nada. Vives en un cuchitril con un colchón con muelles y la comida es -cuanto menos- una absoluta mierda.


Creo que nunca me había enfrentado a un cambio de vida sin billete de vuelta a casa. Todo tan radical que ''ay dios''. He viajado muchísimo y he visto lugares que nunca pensé visitar pero, -aún así-, nada parecido a lo que estoy viviendo en este instante.


Además, el idioma no es una barrera fácil de sortear. Yo que me consideraba buena en esto y me han dado palos por todos lados. Todos los mierda protocolos que hay que aprenderse están -obvio- escritos en inglés.

La realidad es que el período de inducción -al menos la primera semana- es deprimente.
No tienes ya suficiente con la habitación minúscula, sin baño, mohosa y más fea de todas las que han encontrado que encima tienes que soportar una temática interminable de inutilidades de nueve a cinco de la tarde. What's more, sólo un descansito minúsculo de treinta minutos -veinte, porque diez tardas en pedirte algo- para comer ''una comida decente'', que todo lo que necesitas día a día tienes que pedirlo en inglés.

La sanidad británica yo aún no la termino de entender. El sistema británico en sí es distinto y no sólo te encuentras con millones de protocolos, formularios, papeles, registros, mierdas, mierdas y más mierdas varias que rellenar, firmar y -sobretodo- entender, sino que tienes que tratar de inmiscuirte en un sistema sanitario que no es -para nada- ágil y eficaz. 


El sistema en general es muy bueno en control de seguros sociales y cobertura al paciente en cuanto a entrada y salida del hospital pero -entre tú y yo- son unos auténticos inútiles en técnicas. Las técnicas asépticas brillan por su ausencia y el control de medicación no es tan exhaustivo como debería. La tontería de los trainings ralentiza todo el sistema en general y para entender el sistema informático hay que hacer un máster aparte.


Ya me estoy empezando a acostumbrar a la humedad y llevo un par de días aclimatándome a ese frío de por la mañana -que me encanta-.


Lo peor de todo, sin duda alguna, es la comida. Un tema que hacía dos semanas tenía más que controlado y que creía no me traería más quebraderos de cabeza. Sabía que sería difícil pero.... ¡Por Dios! ¡La comida es una soberana mierda!

Los británicos comen rápido. Comen rápido porque en ese descansito de media hora que les dan en toda la jornada laboral es imposible masticar más de dos veces un bocado y el estómago ya se hará cargo del resto.
Ni decirlo tiene, a mi todo eso me sienta fatal.

Por lo demás, quiero creer que todo pasa y todo llega. Todo es seguir en el propio camino. 


No me creo poder estar escribiendo esto casi con una sonrisa en la boca, después de volver de doce horas casi ininterrumpidas en las que los pacientes se tiran de cama y te muerden. Parece que siempre hay un rayito más de sol, siempre un poco más, siempre poco a poco, siempre somos capaces de dar y ser mucho más.

Parece que incluso cuando nos creemos vencidos, hemos de continuar.









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My madness keeps me sane.