Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


martes, 8 de septiembre de 2020

Lo que empecé a vivir en primavera.

Eran las 7 de la mañana cuando aterricé.
Fue un vuelo horroroso. Tenía sentado al lado a un italiano que no dejaba de preguntarme cosas que no me importaban, las azafatas se disculparon varias veces diciéndome que no había más sitios libres en todo el avión y no pude dormir ni una hora en todo el trayecto.
Reí con firmeza, aquello del virus parecía un cuento.

Aún me dolía el pecho de aquella despedida tan horrorosa.
De corazón os digo, no recuerdo la última vez que había llorado tanto. Pensé por un segundo cómo se acostumbra tu alma y tu paz interior a estar en calma con alguien y cómo poco a poco parece que se va borrando todo lo malo que te ha pasado en la vida. Pensé en cómo parecía que te conocía desde hacía décadas, y apenas si quiera habíamos vivido dos Nochebuenas juntos. Pensé en tus ojos azules.

No podía dejar de pensar en esos ojos.
Esos ojos azules que me han dado paz, calma y guerra cuando más lo he necesitado. Esas manos, que me abrazan hasta que puedo olvidarme de la realidad. Esos labios, que me buscan y me estremecen día y noche.
Pensé en tu serenidad. En tu lealtad, en tu integridad. En esa forma de ver la vida tan característica que tienes. En tu firmeza, en tu lucha, en tus ganas de superación.
Pensé en que quizá no fuera muy consciente de todo lo que te quiero.

Pero algo dentro de mí hizo click. Sabía que sería duro, era consciente de que ese último mirarte a los ojos iba a destrozarme entera... pero no preveí en ningún momento esa reacción tan aleatoria de lágrimas y sollozos. Esa angustia, esa ansiedad. Ese miedo horrible que de repente me atravesó entera.
Me agarré a tu pecho cómo si de un salvavidas se tratara y no era capaz de aguantarte fijamente la mirada.

Creo que estaba tratando de pedirte perdón. Creo que necesitaba estar tan pegada a ti que pudiera recordarte a mi lado siempre que lo necesitara. Creo que te estaba haciendo daño, que la culpa me estaba asfixiando y no sabía muy bien cómo respirar con ella.

Empecé a llorar esa tarde y en este instante trato de esquivar ideas para no romper a llorar otra vez.

A veces parece increíble cómo voy de dura por la vida y de repente un ínfimo momento rompe todas mis cadenas. Me doy mucha ternura cuando me hago la valiente y me tiembla hasta el alma.

No quiero pensar mucho en ello. Volvamos a que eran las 7 de la mañana.
Acababa de llegar a Alemania después de 11 meses fuera de Europa.

Me sorprendió ver a una pareja besándose a la entrada de la terminal, me quedé tan absorta en ellos que tuve que apartar la vista para que no pensaran que estaba zumbada.
Y me di cuenta de todas las realidades que pueden coexistir en un mismo mundo sin que apenas seamos conscientes de ello.

Me fijé en los coches de la calle, todos tan ordenaditos, todos respetando semáforos, en la gente cruzando los pasos de peatones... En ese frío que me acariaba la piel y me hacía cosquillas en los labios.
Estaba entre asombrada y anonadada por una realidad que ni siquiera sabía que echaba de menos.

Aquellos 9 grados me recordaron ese 18 de Mayo en el que llegué al aeropuerto para encontrarme una nueva dimensión de la realidad.
Recuerdo que pensé que para mí era primavera. Reí suavemente. Primavera...
Y luego sonreí de verdad. Todo aquello que empecé a vivir en primavera.

Podría escribir cada capítulo de esa primavera con las letras de tu nombre.
Tus ojos; cada vez que me miras, cada vez que me has comido con esos ojos que me abrazan día y noche y me consuelan cuando lloro. Dulces, cálidos, eternos.
Todas las noches en tu cama; cada vez que te abrazo por detrás cuando suspiras, cada instante en el que me gemías al oído, cada susurro al dormir. Bonito, emotivo, real.
Reírnos juntos de todos mis desastres; cada momento en el que rompíamos a reír después de una falsa disculpa por tirar algo al suelo o tenerte la casa más desordenada aún.
Traerte café por las mañanas, cuídarte, arroparte por las noches, apagar silenciosamente el aire acondicionado cuando te quedas dormido...

Creo que tu mismo empezaste a ser una primavera suave en medio de aquellos 45 grados del desierto.
Mi primavera.
Quizá podría describirte así. Dónde empezaron a nacer nuevos caminos, nuevas flores, nuevas esperanzas.

Voy a echar muchas cosas de menos, pero lo más doloroso definitivamente fue dejarte a ti.
Dejarte a ti que fue cómo dejarme un pedazo de mi alma allí, cómo si me estuvieran arrancando una parte del corazón, cómo si me abrieran en canal y me despojaran de un pedazo de mi misma.

Estoy enamorada de ti.
y no me apetece privarme del sencillo placer de decir la verdad.
Estoy enamorada de ti 
y sé que el amor es sólo un grito en el vacío,
que es inevitable el olvido, 
que estamos todos condenados 
y que llegará el día en el que todos nuestros esfuerzos volverán al polvo.
Y sé que el sol engullirá la única tierra que vamos a conocer pero yo... 
yo estoy enamorada de ti.

Y no sé
me arde la garganta me agota tu ausencia
te quiero besar.
tal vez lo que realmente me pesa
sea no tenerte encima.

Te mereces que te besen cada día
cada hora
cada minuto.

Tienen razón. Hay que amarse. Hay que amarse y luego hay que decírselo.
y luego hay que escribirlo, y luego hay que besarse en los labios, en los ojos, en la piel, en todas partes...

Al gran descubrimiento de mi vida;

te amo
buenas noches.


                                











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My madness keeps me sane.