Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


jueves, 22 de octubre de 2020

Culpa de la luna.

Es infinitamente revelador cómo vas marcando a cada una de las personas que vas encontrando a lo largo de tu corta e intensa existencia. 

De verdad; todo es significativo, relevante, valioso. 

Cada gota, cada lágrima, cada minúsculo recuerdo. 

Cada beso, cada charla al amanecer, cada paseo por cualquier calle pérdida del mundo. Cada mínima persona que tocas y se queda grabada en tu subconsciente y aparece revelada en tus sueños. 

Todo es trascendente, vital.

Mi padre siempre me lo ha dicho muy claro; lo difícil en ésta vida no es coincidir, sino permanecer. 

Y toda la razón. 

Por algún sorprendente motivo que escapa a toda razón conocida, suelo quedarme en la gente. Así, sin explicación alguna. 

Y mirad; hace unas semanas coincidí con un amigo de la infancia que quizá hacía diez años que no veía y casi me hace llorar. Aún recordaba cuando jugábamos juntos de críos en el recreo.

Magia.

Es increíble cómo hay personas que llegan a tu vida y marcan un antes y un después. Gente que quizá llevas conociendo mil años, gente que acaba de llegar, gente que parece que se morirá a tu lado. Gente que te abraza y podría caerse el mundo que a ti no te importaría lo más mínimo. Así como si se tejiesen en el aire de seda los anhelos de toda una vida. 

Es hasta sobrecogedor. 

¿Nunca habéis sentido que sois todo un mundo carente de sentido? 

Pues a veces me parece incluso extraordinario. 

Parece ayer cuando sentía la ilusa pero inherente creencia de que podía comerme el mundo. Bendita, suave, preciada e ineludible inocencia. Han pasado muchos años y aquí sigo. 

¿No os parece inconcebible el mero hecho de poder existir? 

Lo demás todo es despertar.



No me hagáis mucho caso;

hoy la noche va de recuerdos.

Gracias a todos de corazón.


A menudo pienso que la madrugada 

es la materia prima que revienta nuestra almas.






No hay comentarios:

Publicar un comentario

Mi foto
My madness keeps me sane.