Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


martes, 30 de agosto de 2011

Extremos de eternidad

-¿Y tú que tal lo llevas?
-Pues bueno, no mucho mejor que tú -asentí-
-Hombre claro, porque yo lo llevo estupendamente. -susurró con una sonrisa de oreja a oreja mientras yo me reía-
-Tú lo llevas estupendamente desde que te conocí. -afirmé-
-¿Hace cuanto que me conociste? -inquirió-
-No sé.., pues... depende -solté cumpliendo, de nuevo y sin remedio, sus expectativas-
-Ya saltó la señora relativista, -resopló mientras se reía de mi- a ver... ¿De qué depende ahora?
-Pues .... -dudé- de lo que implique el concepto de conocer a alguien, es decir, conocerte, ¿Saber tu nombre y tus apellidos? Pues hace más de dos años... pero conocerte, conocerte como tú y yo nos conocemos ahora, conocernos así con esta relación.. -lo dejé en el aire- ya sabes a lo que me refiero... -concluí- pues no hará tanto, quizá...
-Desde aquel viaje -afirmó con serenidad, pero a la vez tratando de imaginar algo que yo no atisbé-
-Supongo que si, desde aquel viaje que pareció ser el viaje de nuestras vidas -sonreí-
-En realidad sólo estuvimos un par de días
-Bueno... lo breve si breve dos veces bueno -solté sonriendo-
-Aún me debes una pregunta. -afirmó sin venir a cuento, lo que me sorprendió-
-Sabes que no, -contesté- esa conversación no volverá a salir por mis labios otra vez...
-A no ser que estés borracha -se rió y me miró esperando mi negativa-
-Oye, perdona pero yo nunca he estado borracha. -afirmé mientras se me dibujaba en la cara una sonrisa-
-Si, ya, claro... ¿Cuantos vasos de cerveza te bebiste ese día a mi lado?
-Yo que sé, pero eso no tiene nada que ver, sabía dónde estaba.
-Bueno, algún día haré que pierdas la noción, no sólo del tiempo, sino también de la realidad.
-Oh, venga, no me das ningún miedo, recuerdas lo que te jugaste con...
-Sí, y claramente lo conseguí, borracha como una cuba, con los coloretes esos rojos en las mejillas.
-Anda anda... -me reí recordando viejos momentos, viejos retos sin importancia, viejas metas, se podían escribir todos esos instantes en algún trozo de papel para no olvidarlos jamás... ¡un momento! Ya lo hicimos, diario de bitácora creo recordar que se tituló, con su emotiva despedida escrita por aquel dulzón-

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