Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


miércoles, 5 de agosto de 2015

Fin del daño.

Llevo mucho tiempo queriendo escribir(te) algo y no sé muy bien porqué he esperado hasta hoy.
Siempre he tenido que hacer más acopio de valor para pronunciar un ya no te quiero que para lo contrario. Y puede sonar terriblemente mal pero en el fondo es una liberación enorme.

Sí, debo ser yo. O eso, o tú has cambiado mucho en muy poco tiempo.

¿Y sabes lo mejor?

Me da absolutamente lo mismo.


A lo largo de todo este tiempo me he dado cuenta de todos los errores que cometí contigo, e igual que un día lejano te conté tantas y tantas historias creo que es hora de dejar de escribirte.


A veces entiendes lo que te dicen mucho tiempo después. Y entender todo de golpe es como una ráfaga enorme de aire que te llena los pulmones y oxigena cada poro de tu piel.

Siempre he sido de grandes palabras, de momentos brillantes y de calar en las personas tanto que duele.

La contrapartida viene cuando te tocan tanto a ti que te dejan ahí en medio de la nada. No sé muy bien cómo explicarlo. El eterno problema de que te falten unos y te sobren otros. He aprendido que nadie se marcha sin querer. Y las ventanas se abren de par en par y tú no sabes si tirarte al mar o nadar un rato.
No sé, empiezas a pensar en cosas imprescindibles y te quedas con un puñado de personas.

Y ahí dentro no estás tú.

Una pena.

Darte cuenta de la farsa que se puede crear entre dos personas con unas palabras bonitas y un café a media tarde. Y creo profundamente en esa gente que lo dice todo con una mirada, esa gente que grita silencios y que sonríe cuando la ocasión lo merece.

Pero a mí no me sirve. Y después de tanto tiempo me he dado cuenta de que nunca me ha servido.

Llegar al fondo de la cuestión para darse cuenta de que no hay nada. Toda esa predilección que tuve algún día por ti estuvo emborronada por un momento equivocado. Siempre hace frío a la sombra de alguien, es difícil de entender. Nadie me ha defraudado tanto como tú, tan increíble como veraz. 


Una palabra enredada en el pelo, un protocolo roto y la puta vida sonriendo ante un espejo. Estafada, defraudada, engañada y feliz. Así me has hecho sentirme siempre.

¿Y sabes qué?
No todo es que te quieran, no todo es que te cuiden, no todo es que te entiendan. Si cuando lo hacen no tiemblas por dentro, de poco sirve. Y puedes quedarte con esa vida, ya sabes lo que hablo. Y te aplaudo, yo nunca he sabido ser cobarde. Ninguna persona verdaderamente interesante se conforma con la realidad.

Lo bueno de escribir es que te vas desquitando de toda la mierda que tienes dentro y al final sólo te queda una pura y enorme bondad. Mi final alternativo es tan bueno que no necesito nada más. No des demasiadas explicaciones, ni siquiera a ti mismo. Debe ser triste hacer todo lo posible para que alguien te olvide. 


Y conseguirlo.

El respeto es lo único que hay que ganarse en la vida. El resto se puede conseguir robando, engañando o follando.

Y tú nunca has hecho ninguna bien. Nunca me has merecido. Escalofriante palabra.

Pero dejemos a un lado tanto sentimentalismo; ¿Quién no ha sido un hijo de puta alguna vez en su vida?

Desengáñate, si te creíste la mentira, es porque la necesitabas. No es por nada, pero se te ve la derrota en esa pizca de esperanza.

La vida te cambia todo menos los errores. Y lo infinito también se acaba, si no que se lo digan a mis ganas de tenerte.



Hazte así, que se te ven las carencias afectivas a kilómetros.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Mi foto
My madness keeps me sane.