Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


miércoles, 26 de agosto de 2015

La verdad es relativa; te la puedes creer o no.


Y aquí en este sitio tan raro siento que podré encontrarme a mi misma. Estaba muy asustada e incluso quería marcharme y volver pero... justo hay instantes que te enseñan el camino. -pequeños, casi minúsculos-

Chica de -casi- veintidós años que deja una vida atrás y emprende otra nueva en otro país -de taxis y cabinas rojas- y viaja llena de vivencias, lluvia en la mirada y unos ojos verdes que no caben en todo el firmamento -porque no caben-


Tengo delante un mural con fotos de colores y una caja de cereales y dios, no puedo sentirme mejor. ¿Sabéis esa sensación de comerte el mundo y que se te quede pequeño? Pues creo que experimentarla aquí es un paso adelante en todo el camino que queda por delante.
Y eso es bueno, supongo -nunca hay que afirmar ya que nunca se posee la verdad universal-

Con lo que yo he fingido ser. Qué tonta. Con todo lo que soy y darse cuenta una noche a las dos de la mañana en otro lugar del mundo. Qué tonta. Tengo la terrible sensación de estar viva. Y no sé, sólo decir que en la actualidad vives tú mismo. La vida parpadea y te rompe los planes.


Hace tiempo que dejé de preguntarme para qué sirve lo que estudio porque me gusta pensar que algún día seré feliz. Fijaos, una noche ordinaria con un turno de ocho horas mañana por la mañana y eso es todo. Feliz. Quizá la felicidad consiste en ser capaz de racionar un sueño que dure toda la vida.


A mi una vez, cuando tenía veintiuno, me partieron el corazón. Tuve suerte.

Todo lo demás ha sido vivir.

Siempre he dicho que todo llega y todo pasa. Y... ¡sorpresa¡, ¡es verdad!
Pocas cosas me quedan mejor en esta vida que la soberbia. Algo así como tener las cosas lo suficientemente claras y -además- poder ignorarlas. Qué impertinencia.

Ya veis,

con suerte,
cuando llegue a casa no estoy.






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My madness keeps me sane.