Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


lunes, 23 de marzo de 2020

Como si fueras a morir mañana

El mundo está del revés.

Me preguntan qué pienso, cómo me siento, cómo llevo toda ésta situación...

Y realmente no puedo parar de pensar que entre toda ésta vorágine de caos, incertidumbre y desastre se está dejando entrever un sentimiento que está surgiendo en todos nosotros y está empezando a dar sus frutos.

Pienso que no todo es tan malo, que hay algo muy grande detrás de este error. 
Pienso que estamos empezando a sentir lo que es, mínimamente, ser un auténtico esclavo de la situación y que estamos aprendiendo poco a poco a no conformarnos con lo que no queremos. 
A tener que echar de menos por necesidad. A esas charlas con amigos sólo por verse las caras y sacarse una sonrisas, a compartir la misma sensación de amor y cariño. 

Pienso que la vida parecía muy injusta a veces y ahora resurgen las miradas de esas personas que anhelan seguir viviendo. Porque les apetece tomar café con sus padres los domingos por la mañana, porque echan de menos jugar con sus hermanos, o sus hijos, porque quieren volver a comer esa tarta que les hace la abuela, o por todos esos millones de besos en las noches que aún no se han dado.

Pienso que todo esto es un cuento mal escrito, que nadie se merece sentirse solo, o triste, pero que el dolor no es eterno, y pasará.
Y creo que nos está enseñando a hacernos conscientes de que este regalo que llamamos vida, indudablemente, merece la pena. 

Estoy segura de que existe alguna persona en la faz de la Tierra que es capaz de sentir lo mismo que  siento yo.

Es la posibilidad de conectar con otro ser humano lo que nos mantiene vivos.
Aunque sea ínfima o incluso imaginada o directamente imposible. Sólo eso.
Creo que cuando acaricias esa posibilidad también alumbras la esperanza de poder salir de esa peculiar cárcel que eres tu mismo.
Nadie debería pasar demasiado tiempo a solas consigo mismo.
De modo que somos una infinidad de diminutos seres humanos chocando furiosamente entre sí en pos de esa feliz y necesaria conexión.
Somos una infinidad de diminutos seres humanos que hacen lo que pueden por seguir existiendo en otro.
Aunque puede que ese otro ni siquiera sepa encontrarnos.

Yo sólo soy un montón de tonterías y un carácter un poco amargo, pero creo que, al igual que muchos, puedo decir que me siento feliz de lo que soy y que después de todo esto me queda aún más claro que debemos buscar lo que amamos de verdad, ferozmente.

Ama y quiere con fuerza todo lo que te rodea, no desperdicies ningún minuto de tu vida. Ten pasión y esperanza en todo lo que vendrá, no decaigas. Ve a dónde quieras y sé lo que de verdad sientas que eres, no te dejes influenciar por los demás. 
Saca ese arte de tu alma, saca ese grito de guerra de tu ser, ese sentimiento escondido, esas lágrimas que no cesan. 

Y tal vez sea muy osado decir que quizá necesitáramos ésta pequeña palmadita en la espalda, este agitarnos incómodamente en la cama porque nuestro cuerpo se siente pesado sin ese alguien al lado, este recitar poesías frente al espejo. 

No lo sé, sólo sé que, a veces, cuando me preguntan qué pienso, parece que floto en un sueño y no puedo estar más agradecida de estar viva. 


                           




Con el tiempo comprendes que tus raíces no están en un lugar en el espacio 

sino etéreamente conectadas a las de ciertas personas.








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My madness keeps me sane.