Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


jueves, 3 de marzo de 2022

Los que aman no hacen pie.


Solía escribir mucho hace unos diez años. 

En una época bastante romántica, desatada e ingenua de mi vida. 

Tenía dieciocho años y lo único que quería era escribir y perseguir un ideal de belleza respecto a la literatura, el amor y mi propia existencia. No cesaba en mi empeño de buscar.

Recuerdo que dedicaba los días meramente a leer, escribir y pasear.

Y paseaba por todas partes, por todas las ciudades, por todos los caminos a los que conseguía acceder.

Recuerdo que paseaba y siempre se hacía de noche. Siempre se desplomaba el sol y me encontraba en algún sitio inhóspito mientras escribía tonterías en mi libreta de colores. 

Creo que la noche siempre me ha dado mucha paz.

Recuerdo que un día llegué a un especie de paraje en el que sólo atisbaba a ver infinidad. 

Y entonces me senté frente a aquel bosque. Las nubes caían como meciendo los árboles y allí me quedé un momento mirando toda aquella inmensidad.

Me preguntaba, como siempre, cual sería el motivo por el que la gente deja de ser quien es.

Quizá banal para muchos, pero creo que para mi tenía toda la trascendencia del ser en aquel momento.

¿Quiénes somos? ¿Qué hacemos aquí? 

¿Qué aportamos en este trocito de tiempo que se nos ha brindado en la historia de la humanidad?

Me gusta pensar que el hecho de escribir de nuevo, en cierto modo, también significa que he podido perdonar a la persona que fui.

Miro el presente con la angustia del pasado y pienso: Qué calma da crecer.

Creo que comprender es aliviar. Creo que cuando empiezas a entenderte realmente empiezas a saber interpretar el mundo que te rodea.

Y ya han pasado diez años desde aquella tarde, y sólo puedo mirarme con cariño y algo de recelo.

En cierto modo a nadie le gusta envejecer demasiado rápido.

Pienso que aquella niña pequeña aún lucha por estar en todos los lados a todas las horas. Es bastante cargante. Pero supongo que a veces siento que quizá por el camino me haya perdido quien soy. Entre idas y venidas, entre dolor, entre soledad.

Desde la distancia, me doy cuenta de que jamás podría volver a escribir esos textos del modo en que están escritos. Digamos que nuestras historias siempre reflejan momentos concretos de un instante determinado. Pero también nos conectan, al recodarlas, con la persona que una vez fuimos y ya no volveremos a ser jamás.

Creo que esas son las historias que merece la pena leer.






No hay descanso para los que sienten.











No hay comentarios:

Publicar un comentario

Mi foto
My madness keeps me sane.