Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


viernes, 10 de diciembre de 2010

Ésta felicidad contagiosa

A veces, no somos capaces de atisbar cuanto sabemos o de qué manera puede influir eso en los demás. Hubo un momento. Un ínfimo instante dentro de toda la eternidad de milésimas que componen el reloj, un sólo segundo en el que esa sensación me invadió. Y es algo efímero, como cada latido del corazón, algo que únicamente tiene la capacidad de rozarte, pero eso, meramente eso, una brisa de ese destello, me desveló. La noche es larga, sobre todo para los que no duermen, o para los que no pueden dormir. Tú. Tú y esa sensación que has apresado dentro de mi alma. Tú y esa felicidad. Mis manos, mi mente, mis pensamientos. Todo dentro de un reflejo de tu anhelo y de vida. Algo extraño y atípico. Un estado de alegría, pero sin euforia, un amago de infinitud que resbala entre tus manos como una gota de agua y se estampa con tu corazón.

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My madness keeps me sane.