Salvarle a alguien la vida para destrozársela tú.


lunes, 14 de octubre de 2013

Cuando me necesites a tu lado.

Sólo es un momento malo y pasará.
Eh, oye, tranquilo. Estoy aquí, ¿vale? Ven, cierra los ojos y coge aire profundamente. Deja que mis dedos surquen todos los poros de tu piel. Deja la mente en blanco, no pienses en nada. ¿Oyes tu respiración? Cálmate. Voy a encargarme de medir cada latido que rebosa tu pecho hasta que tu presión arterial vuelva a parecer coherente. Cógeme la mano, mírame a los ojos. Estrújame como un globo si lo necesitas, desquítate conmigo, haz chistes tontos, grita. ¿Me ves aquí? No pienso irme. Vas a tener que aguantarme. Sé a ciencia cierta que todo esto pasará, ¿y sabes porqué? Porque las cosas se acaban. Las cosas malas terminan así como las buenas inevitablemente también. No estoy hablando de ti y de mi. Sólo son situaciones, momentos, pocas ganas, frustración. Hazme caso, un mal día sólo tiene 24 horas y por lo menos 7 quiero que las pases durmiendo. Me gustaría besarte la frente y acariciarte para tranquilizarte en este instante. Duerme, no desesperes, no te agobies. Escúchame, si estás ahí, quiero que sepas que todo esto nace de una ávida esperanza de que todo va a cambiar. Fíjate, que bonita la vida. Que da todo de golpe y a veces ni te mira. Tan bonita que a veces se despista. Es vida lo que me das, me haces sentir muy grande. Nadie puede quitarte esa sonrisa de la cara, oblígate a sonreír. Eh, ¿me oyes? cágate en lo que quieras pero tira hacia delante, aquí estoy yo para darte la mano. 



Contigo.






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My madness keeps me sane.